Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos buscan por una gratificación inmediata, pero un cambio social masivo y duradero a menudo requiere una gratificación tardía.
Las mujeres que trabajaron por la igualdad en el siglo XIX , por ejemplo, lo hicieron sin mucha expectativa de un cambio inmediato. Muchas de las personas que pasaron toda su vida trabajando por la igualdad no lograron vivir para ver a las mujeres obtener el voto, alcanzar el derecho a la propiedad o recibir oportunidades para una educación igualitaria.
Todos nosotros participamos en dos tipos de actividades para cambiar nuestras sociedades: el primer tipo, aquellos esfuerzos que lográn dar frutos en el transcurso de nuestras propias vidas; el segundo, aquellos para los cuales sembramos semillas ahora, entendiendo que solo darán frutos en la posteridad.
Pero actualmente todos podemos ver, en este punto, la dirección hacia donde se dirige el cambio en relación a la eventual igualdad de los sexos. Hemos dado ya muchos pasos positivos y, sin duda, daremos muchos más antes de lograr la igualdad de género completa. En cierto sentido, entonces, las enseñanzas bahá’ís dicen que la edad de la igualdad de género ha amanecido:
Mediante los refulgentes rayos de la iluminación divina la capacidad de la mujer ha despertado y se ha manifestado de tal forma en esta edad, que la igualdad del hombre y la mujer es una verdad establecida. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 92.
¿Qué significa esto para el futuro de la humanidad? Significa que la igualdad de género pronto se verá como algo más que un objetivo, ya que se reconocerá como el medio para lograr mayores logros para todos. Hacer que ambas alas de la humanidad sean iguales no es el objetivo final: el objetivo real es volar, elevarnos por encima de nuestras limitaciones anteriores. Además, la igualdad no implica uniformidad; significa asegurarse de que cada individuo es libre de sobresalir y desarrollarse según lo justifiquen los talentos dados por Dios.
Las enseñanzas bahá’ís sostienen, de hecho, que la igualdad de género ayudará a la humanidad a alcanzar un futuro pacífico:
La igualdad entre el hombre y la mujer conduce a la abolición de la guerra debido a que la mujer jamás estará dispuesta a aprobarla. Las madres no entregarán a sus hijos como sacrifico en los campos de batalla después de veinte años de ansiedad y amorosa devoción para criarlos desde la infancia, no importa qué causa estén llamados a defender. No cabe duda de que cuando la mujer obtenga la igualdad de derechos, la guerra entre la humanidad cesará por completo. – Ibid., pág. 189.
Para los hombres, la guerra en el campo de batalla siempre se ha visto como una forma de resolver grandes problemas. La razón detrás de este método de resolución de problemas surge de la creencia errónea de que podemos resolver disputas reuniendo una fuerza superior y ganando un concurso físico a través del asesinato y la destrucción. Sin embargo, esa competencia física rara vez aborda los problemas subyacentes que dieron lugar al conflicto y algunos problemas tienen una enorme inercia que no permite una solución rápida. Si algo ha funcionado de una forma durante mil años, por ejemplo, es lógico pensar que esta no se pueda cambiar de la noche a la mañana.
Tales problemas requieren la cooperación de generaciones sucesivas de personas que trabajen juntas para mejorar una condición compartida.
Esa realidad, de acuerdo con las enseñanzas bahá’ís, hace que alcanzar la igualdad de género sea un paso de vital importancia para la paz mundial:
Y sépase… que hasta que la mujer y el hombre reconozcan y lleven a cabo la igualdad, no es posible el progreso social aquí o en cualquier otra parte. Porque el mundo de la humanidad consiste de dos partes o miembros: uno es la mujer; el otro es el hombre. Hasta que estos dos miembros no sean igualmente fuertes, no podrá establecerse la unidad de la humanidad y la felicidad y dicha de la raza humana no será una realidad. – Ibid., pág. 94.
A menudo, el objetivo de los esfuerzos por lograr la igualdad de derechos es eliminar las barreras que impiden a los oprimidos alcanzar aquella igualdad. Sin embargo, hay otro objetivo importante: liberar al opresor. Cuando una persona maniobra para evitar que otro avance, la energía y los recursos que podrían gastarse de manera más productiva en otra cosa se gastan en impedir que la otra persona avance. Cuando hacemos esto, no estamos tan por encima de ellas. Para mantenerlas en ese estado, nosotros tenemos que quedarnos con ellas. Mientras los hombres le hagan esto a las mujeres, los hombres tampoco pueden avanzar libremente:
En este mundo las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres; en la religión y en la sociedad ellas son elementos muy importantes. Mientras se impida a las mujeres alcanzar sus más elevadas posibilidades, los hombres serán incapaces de lograr la grandeza que podría ser suya. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 162.
Esta dinámica explica por qué los hombres deberían sentir que la lucha por la igualdad de género también es su lucha.
No es suficiente que las mujeres sean vistas como iguales a los hombres: ambos géneros deben verse como iguales a algo más elevado, algo más humano y más espiritual que los estereotipos masculinos o femeninos existentes. El verdadero avance tanto para mujeres como para hombres implica la creación de un nuevo y aún no alcanzado ideal en el logro humano.
Los hombres deben desempeñar un papel activo para garantizar que las mujeres tengan garantizada la libertad de la opresión; deben trabajar para superar los prejuicios sexuales que pueden albergar en sus corazones; y deben darse cuenta de que ningún progreso verdadero tendrá lugar hasta que comprendan la verdad de que la igualdad de género no es solo un problema de las mujeres, sino un problema humano. Del mismo modo, las mujeres deben reconocer su propia opresión internalizada y perdonar las injusticias pasadas; deben educarse y esforzarse por alcanzar su pleno potencial humano.
Es posible que nosotros mismos nunca vivamos para ver el establecimiento de una sociedad basada en estos valores de equidad y justicia. Sin embargo, lo que hagamos ahora sentará las bases para lo que experimentarán los hijos e hijas del futuro. Lo que los hombres hagan hoy por la igualdad ayudará a evitar que sus nietos y bisnietos mueran en guerras que podríamos prevenir.
Juntos, el hombre y la mujer se vuelven algo mucho más grande de lo que uno u otro puede ser por separado. Recurrir a Dios en oración puede ser de gran ayuda para superar los prejuicios de género si le pedimos que nos ayude a mirar profundamente dentro de nosotros mismos para resolver nuestros problemas. Esto nos dará la fortaleza espiritual para superar problemas antiguos y progresar hacia un nuevo futuro en el que tanto las mujeres como los hombres se darán cuenta de sus verdaderas capacidades.
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