Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El miedo suele ser la raiz de la procrastinación, porque cuando estamos a punto de abordar una tarea importante nos sentimos intimidados y asustados por la inmensidad de la carga que conlleva. Muchos luchamos contra este hábito.
Cuando esto ocurre, magnificamos la tarea en nuestra mente, evocando así una sensación de intimidación y temor. Este círculo vicioso afecta a nuestro bienestar espiritual.
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La procrastinación no solo afecta a nuestra eficiencia y productividad, sino que también puede ser corrosiva para nuestra salud espiritual porque contrasta con importantes virtudes internas y atributos espirituales. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, nos advirtió en varios de sus escritos que «nos cuidáramos de la ociosidad y la pereza». La procrastinación es lo contrario a la determinación, la persistencia y la búsqueda de la excelencia, todas ellas características humanas cruciales e inherentemente espirituales.
Las enseñanzas bahá’ís nos recuerdan que todos tenemos una fecha límite que determina nuestro destino: la muerte. Aunque a veces podemos eludir, evitar o aplazar nuestros plazos de entrega en la escuela y/o el trabajo, no podemos escapar del plazo de la muerte, que determina el destino final de nuestra alma. Además, Bahá’u’lláh proclamó lo siguiente en su libro «Las Palabras Ocultas»:
¡OH HIJO DEL SER! Pídete cuentas a ti mismo cada día, antes de que seas llamado a rendirlas; pues la muerte te llegará sin aviso y serás llamado a dar cuenta de tus actos.
¡OH MI SIERVO! Libérate de las cadenas de este mundo y suelta tu alma de la prisión del yo. Aprovecha tu oportunidad, pues no volverá a ti nunca más.
Estas frases – «aprovecha tu oportunidad», «no volverá a ti nunca más» y «sin aviso» – son bastante enfáticas y evocan un sentido de urgencia.
Los que procrastinan evitan una práctica coherente de la responsabilidad propia. Esto hace que uno se sumerja gradualmente en un círculo vicioso de culpa, mediocridad y procrastinación repetida, que es una receta para el desastre en lo que respecta al progreso.
A lo largo de la vida, todos nos enfrentamos a una serie de plazos en diversos aspectos de nuestras vidas y circunstancias, ya sean proyectos escolares, entregas de trabajos de oficina, pago de nuestras facturas y cumplimiento de nuestras deudas, etc. Sin embargo, el gran final de los plazos -la muerte- supone la culminación de todo el trabajo de nuestra vida, y rendir cuentas de nuestros actos diariamente puede mejorar nuestra conducta, ayudarnos a adquirir atributos espirituales y llevarnos a desarraigar nuestros malos hábitos. Eliminar la procrastinación de esos hábitos puede liberar una enorme carga de nuestros hombros, liberándonos del peso de las responsabilidades acumuladas.
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Como antiguo procrastinador, he aprendido algunas habilidades, consejos y trucos que me encantaría compartir.
En primer lugar, es de ayuda comprender que la procrastinación tiene su origen en la intimidación. La tarea parece imposible de realizar, así que la posponemos.
La forma en que vemos las cosas determina nuestras acciones, así que en lugar de intentar realizar una tarea masiva de una sola vez, recomiendo dividirla en pasos mucho más pequeños, lo que ayuda a abordar la tarea diariamente. Si establecemos una línea de tiempo y trazamos los pasos necesarios para realizar los componentes de cada tarea, lo hacemos más fácil y mucho menos estresante. Al fijar el nivel de exigencia más bajo, también reducimos el factor de intimidación, lo que ayuda a fomentar un patrón de trabajo uniforme y consistente.
Este método básico de dividir las tareas grandes en trozos pequeños y realizables puede ayudar a cualquiera a vencer la procrastinación.
Existen otras técnicas útiles: El «time boxing» y el principio Pomodoro, por ejemplo, asignan cantidades limitadas de tiempo predeterminado a cada tarea diaria. Ambas estrategias se basan en la ley de Parkinson: la idea de que el trabajo se expande para llenar el tiempo que se le asigna.
Desde el punto de vista espiritual, todas estas herramientas antiprocrastinación conducen a un único objetivo: utilizar de la forma más eficaz, saludable y alegre posible el tiempo limitado que se nos ha concedido en este plano físico de la existencia. Cada uno de nosotros tiene un tiempo de vida determinado que inevitablemente recibiremos, así que, como escribió Bahá’u’lláh:
Si deseáis esta vida y sus vanidades, deberíais haberlas buscado cuando aún estabais encerrados en los vientres de vuestras madres, porque en aquel tiempo os aproximabais continuamente a ellas, si sólo lo comprendierais. Por otra parte, desde que nacisteis y alcanzasteis la madurez os habéis estado alejando del mundo y acercando al polvo. ¿Por qué entonces manifestáis tanta avaricia en acaparar los tesoros de la tierra, cuando vuestros días están contados y vuestra oportunidad está casi perdida? ¿Acaso entonces, oh negligentes, no despertaréis de vuestro sueño?
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