Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Una querida amiga nos llamó a mi esposa y a mí el otro día, llorando. Dijo: «Estoy tan ansiosa por este virus, y tan preocupada por el terrible precio que está cobrando. ¿Qué puedo hacer?».
Como muchas personas en aislamiento, tiene una sensación de impotencia, una aparente incapacidad de hacer mucho más que solo sentarse en casa y preocuparse.
Si conocieras a nuestra amiga, probablemente la llamarías una empática, alguien que siente profundamente el dolor de los demás. Ella se preocupa realmente por la humanidad y personalmente experimenta su alegría y tristeza en igual medida. Así que la pandemia del coronavirus, debido a su impacto en todos, la ha golpeado duramente. A veces se echa a llorar sin razón aparente, solo porque el dolor de la enfermedad y el número de víctimas que está causando en el mundo la afectan mucho.
Si tienes un alma sensible, o conoces a una persona como ella, probablemente puedas apreciar ese sentimiento.
Enseguida mi esposa y yo sospechamos que el enfoque estándar para calmar la ansiedad no funcionaría en este caso. Nuestra amiga y su pareja han seguido todos los buenos consejos de salud pública – lavarse las manos frecuentemente, quedarse en casa, distanciarse socialmente, etc. – así que eso tampoco ayudaría. No podíamos reconfortarla diciéndole que estaba segura personalmente, porque sus preocupaciones no son por ella misma, sino por la humanidad en su conjunto.
Como muchos de nosotros, se siente incapaz de hacer nada que cambie el curso de la transmisión del Covid-19 y detenga el sufrimiento que causa. Sentarse en casa día tras día y sentirse impotente e incapaz de ayudar puede hacer eso contigo. Estos sentimientos se acumulan y le causan una gran cantidad de ansiedad interna, al igual que a millones de personas en todo el planeta.
Queríamos ayudarla de alguna manera, así que le preguntamos: «¿Has pensado en comenzar una práctica espiritual?»
«¿Qué quieres decir?», dijo.
«Es lo que nosotros hacemos todas las mañanas», explicó mi esposa Teresa. «Nos sentamos juntos y leemos oraciones y pasajes de los escritos bahá’ís y luego meditamos sobre su significado. Nos ayuda mucho».
«Nos da una sensación de paz y calma», añadí. «Nos ayuda a sentir que estamos contribuyendo en algo a nuestro bienestar espiritual y al del mundo. También disminuye la ansiedad».
«¿Hacen eso todas las mañanas?», nuestra amiga preguntó.
«Esa es una de las partes más importantes», dije. «Si lo haces diariamente, gradualmente se convertirá en un hábito, y luego en una parte regular de tu vida, y en última instancia se convertirá en una práctica espiritual que no querrás perderte nunca».
«No hay necesidad de hacerlo largo o tedioso», dijo Teresa. «Solo algo breve para comenzar el día, suficiente para alimentar tu alma con un poco de nutrición espiritual».
Esta recomendación no venía directamente de nosotros, le explicamos. Las enseñanzas bahá’ís piden a lo bahá’ís: “Recitad los versículos de Dios cada mañana y atardecer”. (Bahá’u’lláh, El libro más sagrado). Bahá’u’lláh lo definió de esta manera:
Leed los versículos sagrados en tal medida que no os embargue el desánimo ni la fatiga. No carguéis vuestras almas con lo que las canse o las abrume, sino más bien con lo que las aligere y eleve, para que puedan remontarse en alas de los versículos divinos hasta el Punto de Amanecer de Sus signos manifiestos; esto os acercará más a Dios, ojalá lo comprendieras. – Ibid.
El propósito es todo cuanto se ha hecho descender desde el Cielo de la Divina Expresión. El primer requisito es el fervor y el amor de las almas santificadas ansiosas por leer la Palabra de Dios. Leer un solo versículo, o incluso una sola palabra, en espíritu de júbilo y alegría, es preferible a la lectura de muchos Libros. – Ibid.
Sentir esa alegría y ese fulgor de saber que nuestro Creador siente amor por la creación, puede calmar nuestros corazones y consolar nuestros espíritus. Puede sacarnos de nuestra preocupación y ansiedad inmediatas y trascender el momento, llevándonos a una perspectiva eterna. «Hay algo en los escritos bahá’ís, especialmente leer y meditar sobre las palabras de Bahá’u’lláh, que calma el alma», dijo mi esposa.
Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.
«Lo intentaré», dijo nuestra amiga.
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