Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La condición principal para lograr el amor es la superación del propio narcisismo. La orientación narcisista es aquella en la que uno experimenta como real solo lo que existe dentro de sí mismo, mientras que los fenómenos del mundo exterior no tienen realidad en sí mismos, sino que se experimentan solo desde el punto de vista de que son útiles o peligrosos para uno. El polo opuesto al narcisismo es la objetividad; es la facultad de ver a los demás y a las cosas tal y como son, objetivamente, y ser capaz de separar esta imagen objetiva de una imagen formada por los propios deseos y temores. – Erich Fromm, El arte de amar
No es de extrañar que a los narcisistas les cuesta mucho amar a otra persona. El excesivo amor propio construye una barrera interna que impide el funcionamiento de nuestra comprensión y empatía.
Señales de que alguien es narcisista
La convicción más arraigada del narcisista – «yo soy especial»- hace muy difícil reconocer las cualidades únicas, especiales y sobresalientes de los demás. Como resultado, los narcisistas suelen tener graves problemas para mantener relaciones satisfactorias y de apoyo mutuo. El narcisismo provoca una falta de conciencia psicológica y de empatía. Pero aún peor que todas estas dificultades, los narcisistas tienden a utilizar a los demás para sus propios fines.
¿Has intentado alguna vez mantener una relación con alguien que tiene tendencias narcisistas? Si es así, probablemente hayas tenido los mismos problemas que muchos otros: lidiar con la incapacidad del narcisista para amar de verdad, una necesidad insaciable de atención, una tendencia a mentir y manipular emocionalmente, y el deseo constante de encantar y atraer a los demás. Estos rasgos de carácter, tan destructivos para muchas relaciones, impiden que las personas con fuertes patrones de comportamiento narcisista puedan llegar a dar amor a los demás.
Por supuesto, todas las personas luchan, en cierta medida, con estos problemas. Si se trazara un espectro de narcisismo, iría desde un extremo completamente desinteresado hasta el otro, patológica y clínicamente narcisista y egoísta. Pocas personas se clasificarían en los extremos de cada uno de ellos, lo que significa que la mayoría de nosotros se situaría en algún punto intermedio. Dado que todos tenemos un cierto grado de narcisismo natural, el amor y las relaciones se plantean continuamente la siguiente pregunta: ¿tú o yo? ¿Debo esforzarme por satisfacer mis propias necesidades o las tuyas? ¿Debo dar más o recibir más? Ese equilibrio, tan difícil de mantener, se nos plantea a diario. Para amarnos unos a otros, los escritos bahá’ís dicen que cada uno de nosotros tiene que librar la batalla espiritual de nuestro interés propio innato:
Os haré una pregunta: ¿Dios nos creó para el amor o para la enemistad? ¿Nos creó para la paz o para la discordia? Seguramente Él nos ha creado para el amor; por tanto, debemos vivir de acuerdo con Su voluntad. No escuchéis nada que esté viciado de prejuicios, pues el egoísmo incita a los hombres a ser prejuiciosos. Ellos solo cuentan con su propia voluntad y sus propósitos. Viven y se mueven en la oscuridad.
Según las enseñanzas bahá’ís, hemos sido creados para el amor, no para la oscuridad. Para crecer y desarrollar esa capacidad de amor en nuestras almas y corazones, tenemos que aprender a dar amor desinteresadamente. Esto ocurre mejor en el contexto de la verdadera fe:
La sinceridad es la piedra clave de la fe. En otras palabras, la persona religiosa debe pasar por alto sus deseos personales y procurar servir de cualquier modo y de todo corazón al interés público; y es imposible que un ser humano dé la espalda a sus propias ventajas egoístas y sacrifique su propio beneficio por el bien de la comunidad excepto mediante la fe religiosa.
Pues que el amor hacia uno mismo aparece inscrito en la misma arcilla del hombre, y no es posible que, sin esperanzas de alguna recompensa sustancial, descuide su propio bien material presente. Sin embargo, la persona que pone su fe en Dios y en las Palabras de Dios – dado que se le ha prometido una recompensa abundante en la próxima vida, de la que está seguro, y dado que los beneficios de este mundo comparados con la gloria y alegría permanentes de los futuros planos de existencia son como nada para ella – abandonará por amor a Dios su propia paz y provecho, consagrándose libremente de alma y corazón al bien común.
Cómo lidiar espiritualmente con un narcisista
¿Qué sucede, sin embargo, cuando nos encontramos con aquellos que no ven el mundo de esta manera, que piensan primero en sí mismos y tienen poca o ninguna empatía por los demás? ¿Cuál es nuestra responsabilidad espiritual hacia los que tienen tendencias narcisistas graves? Todos nos hemos encontrado con el mentiroso patológico, el profundamente narcisista, el que se ama a sí mismo. ¿Cómo podemos enfrentarnos a este síndrome? ¿Cómo podemos protegernos sin permitir la patología de otros? Las enseñanzas bahá’ís tienen algunos consejos que pueden sorprenderte:
El Reino de Dios se basa en la equidad y la justicia, y también en la misericordia, la compasión y la bondad para con toda alma viviente. Entonces, con todo el corazón, esforzaos por tratar compasivamente a todo el género humano, a excepción de aquellos que tienen algún motivo egoísta y oculto o alguna enfermedad del alma.
No se puede mostrar bondad al tirano, al embustero ni al ladrón, pues, lejos de hacerles ver el error de su forma de actuar, les hace seguir con su perversidad como hasta entonces. Por mucha amabilidad que prodiguéis al mentiroso, mentirá aún más, pues creerá que os ha engañado, mientras que vosotros le comprendéis demasiado bien, y solo por vuestra extrema compasión guardáis silencio.
Este consejo, comparable a la filosofía del «amor duro» de muchos programas de recuperación de doce pasos, se centra en tratar a los demás con amor y respeto, pero también nos pide que tratemos con franqueza y sin excesiva compasión a los narcisistas, egoístas y tiranos, negándonos a consentir, apoyar o comprar sus comportamientos autodestructivos.
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Este tipo de amor duro espiritual requiere una mirada clara y una capacidad abierta y honesta para detectar la manipulación y la explotación que suelen mostrar los narcisistas. Identificar y nombrar este tipo de comportamiento no siempre es fácil, pero una pista puede ayudar: una mecha corta que lleva a un estado de rabia. Dado que los narcisistas tienen la necesidad de controlar a los demás, pueden pasar repentina y bruscamente de ser encantadores a ser alarmantes cuando algo molesta, amenaza o desestabiliza su mundo cuidadosamente construido. Este comportamiento de «dos caras» debería indicar a todos los que estén cerca: «¡Alerta de narcisista!
Las enseñanzas bahá’ís piden a todos que se centren en las buenas cualidades de las personas que les rodean y que ignoren las malas. Sin embargo, en personas como éstas -aquellas que tienen un «motivo egoísta y oculto o alguna enfermedad del alma»– nos debemos a nosotros mismos, y a ellos, no ser víctimas de su patología. Si seguimos este sabio consejo espiritual, tal vez podamos ayudar a identificar y detener el próximo estallido de ira narcisista antes de que se vuelva tóxico, violento y asesino.
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