Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mientras me quejaba con mi esposo John sobre mi lucha contra las malas hierbas en el jardín, que me están ganando la batalla, comencé a pensar en cómo crecen los dientes de león.
Las raíces deben extraerse junto con las hojas, tallos y flores, de lo contrario estas solo se vuelven más fuertes.
Esto se asemeja al enfoque con el que actualmente se enfrentan los problemas del mundo. El abordar los síntomas superficiales en lugar de las causas subyacentes trae consigo resultados tanto temporales como superficiales. Mientras tanto, el problema en sí crece e incluso se intensifica.
Las situaciones graves como el hambre, las epidemias, el clima extremo, las crisis de refugiados y las fallas financieras requieren medidas inmediatas. Pero al hacerlo, debemos reconocer que los problemas subyacentes no se están resolviendo. En cambio, debemos equilibrar la atención inmediata a situaciones urgentes con esfuerzos y recursos dirigidos a abordar la raíz misma de los problemas actuales:
«Un árbol que tiene raíces dará frutos, mientras que el árbol que nos las tiene, por muy alto y robusto que pueda ser, finalmente se secará, perecerá y llegará a ser tan solo un leño para el fuego». – Selección de los Escritos de Abdu’l-Bahá, p. 223.
Debemos seguir trabajando por soluciones permanentes, profundas y lo suficientemente poderosas para impulsar el cambio.
Nuestros dos desafíos más grandes actualmente son el cambio climático y los conflictos bélicos. Ninguno es un problema nuevo y ambos amenazan con causar un daño inalterable a nuestro ya asediado planeta y sus criaturas, incluyéndonos.
Si observamos primero el cambio climático, es posible que ya sea demasiado tarde para evitarlo, pero no es demasiado tarde para frenarlo y minimizar su impacto. No tenemos que aceptar la degradación ambiental como inevitable e imparable. Afortunadamente, a pesar de muchos años de demoras, ahora contamos con un acuerdo casi universal entre los líderes mundiales y los científicos sobre el papel de la actividad humana en la creación del problema. Lamentablemente, incluso trágicamente, no estamos en completo acuerdo sobre qué hacer y los canales a usar.
Esto significa que debemos ser activos en el nivel de compromiso cívico y debemos empoderar a las personas para que cada uno haga su parte.
Con respecto a la guerra, algunos dicen que la causa subyacente de esta es la escasez de recursos y otros dicen que son los líderes hambrientos de poder, entre las muchas otras explicaciones posibles. Pero seguramente pocas personas realmente quieren la guerra, incluso entre aquellos que la pagan. La guerra es un acto desesperado, sin respeto por los demás. Me siento muy triste cuando pienso en la innumerable cantidad de personas que nunca han podido conocer la paz.
Bajo la superficie de los problemas actuales subyace el fracaso mundial en reconocer la unidad esencial de todas las personas, nuestra interdependencia y nuestro potencial. Si tuviéramos una voluntad universal y colectiva de limpiar nuestro desorden, podríamos hacer frente al cambio climático y si abandonáramos los viejos prejuicios y, en su lugar, abrazáramos el perdón, podríamos alcanzar paz.
Las enseñanzas bahá’ís se refieren no solo a estos dos problemas sino a cualquier otro que podríamos considerar:
“El fanatismo y la adherencia dogmática a creencias antiguas se han vuelto la fuente central y fundamental de la animosidad entre los hombres, un obstáculo al progreso humano, la causa de guerra y lucha, los destructores de la paz, la tranquilidad y el bienestar del mundo… por consiguiente, debemos aferrarnos a las herramientas de la percepción y el conocimiento”. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 136.
Entonces, ¿qué puedo hacer yo, como individuo, todos los días? ¿Qué puedo hacer para «aferrarme a las herramientas de la percepción y el conocimiento?» Más allá de extraer dientes de león, ¿qué más puedo eliminar de raíz? Puedo sentirme abrumado por el alcance de los problemas, o puedo encontrar mi propia forma de contribuir al bien común. Afortunadamente, las enseñanzas bahá’ís brindan mucha guía sobre esto mismo.
Me dicen que puedo mejorar mi propio carácter y conectarme con mi naturaleza espiritual a través de la oración, la reflexión y el estudio. Puedo demostrar estar libre de prejuicios, dando la bienvenida a todas las personas dentro de mi comunidad y espacios sociales. Puedo alinear mis creencias con mis acciones a través del servicio a los demás. Puedo usar mi intelecto para distinguir hechos del dogma o la superstición. Puedo educarme y compartir lo que aprendo sobre temas de importancia duradera.
En el siguiente nivel de acción, puedo apoyar proyectos y causas que mejoren el bienestar del planeta y sus pueblos. Puedo participar a nivel comunitario para promover la gobernanza basada en principios. Puedo alentar a otros que son receptivos a tener un papel en el trabajo hacia un futuro mejor.
Reconozco que desherbar el jardín y arreglar el mundo son dos extremos dentro de una línea de desafíos y, sin embargo, ambos comienzan en el mismo lugar y tienen la misma respuesta. Busque la raíz y corrígela, comenzando ahora mismo.
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