Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los escritos bahá’ís dicen que hay dos tipos de visión: una a través de la visión exterior y otra a través de la visión interior. Nuestra visión exterior nos ayuda a ver la realidad física, y nuestra visión interior nos ayuda a ver la realidad espiritual. ¿Cómo podemos desarrollar nuestra visión espiritual?
Leyendo los Escritos Sagrados
Dios envía profetas, o manifestaciones de Dios, a la humanidad para que, con el tiempo, todos aprendamos a ver con ambas visiones y obtengamos conocimientos para mejorar nuestra vida, tanto física como espiritual. Al igual que nos apoyamos en la razón para comprender las teorías científicas, podemos utilizar la razón para cultivar nuestra comprensión de Dios. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió:
Sumergíos en el océano de Mis Palabras que descifréis sus secretos y descubráis todas las perlas de sabiduría que yacen ocultas en sus profundidades.
La comprensión de los escritos sagrados eleva nuestra naturaleza de lo inferior a lo superior, de lo animal a lo divino. Sin cultivar esta comprensión, no podemos agudizar nuestra percepción espiritual.
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Siguiendo las leyes divinas
Bahá’u’lláh nos trazó un mapa en sus numerosos escritos. Algunas de las leyes que esbozó fueron: que debemos buscar a Dios en espíritu y estar en comunión con Él; que debemos rendirnos cuentas cada día, ser castos en nuestra mirada, fieles en nuestra mano y veraces en nuestra lengua; y que debemos dejar que nuestras obras, no las palabras, sean nuestro adorno. También dijo: «Observad Mis mandamientos, por amor a Mi belleza».
Las leyes y los principios de Dios son la gracia de Dios, que obedecemos por amor, no por miedo. Cuando los aplicamos a nuestra vida diaria -especialmente en los momentos de dificultad- nos purificamos, dejamos que nuestro corazón se ilumine y vemos la realidad espiritual con mayor claridad.
Desarrollamos nuestra visión espiritual siguiendo las leyes divinas, y con el tiempo entendemos por qué Dios prescribe esas leyes. Cuanto más se transforme nuestro interior, más visión obtendremos de lo divino.
Desprendiéndonos del mundo material
El mayor velo entre el hombre y Dios, la realidad física y la espiritual, es nuestro ego. En los «Cuatro Valles», uno de los escritos más poéticos de Bahá’u’lláh, describió el desafiante camino del individuo hacia Dios como un viaje a pie a través de cuatro valles. En uno de estos valles -el valle del yo- hizo referencia a las palabras del poeta persa Rumi, diciendo: “¡Oh Abraham de este día! ¡Oh Abraham, Amigo del Espíritu! Mata a estas cuatro aves de presa”.
¿Cuáles son las cuatro aves de presa? En la poesía de Rumi, son cuatro: el pato, el gallo, el pavo real y el cuervo. El pato representa la codicia, el gallo la lujuria, el pavo real la superioridad y el cuervo el deseo mundano. Bahá’u’lláh nos animó a dominar estos sentimientos y a desprendernos de ellos.
Este desprendimiento requiere el esfuerzo y la perseverancia de cada individuo. Las pruebas y las dificultades nos ayudan a reconocer aquello de lo que aún debemos desprendernos. Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, dijo:
Debemos esforzarnos por alcanzar esa condición en la que, separándonos de todas las cosas y las gentes del mundo, nos volvamos solamente a Dios. Hará falta algún esfuerzo para que el hombre pueda alcanzar esa condición, pero debe trabajar y luchar para alcanzarla. La obtendremos pensando y deseando menos las cosas materiales y más las espirituales. Cuanto más nos alejemos de unas, más nos acercaremos a las otras. La elección es nuestra. Nuestra percepción espiritual, nuestra vista interior deben abrirse para poder reconocer las señales y las huellas del espíritu de Dios en todas las cosas. Todas las cosas pueden reflejarnos la luz del espíritu.
En este proceso de desarrollo de la visión espiritual, aprendemos a encontrar nuevas formas de resolver los problemas, utilizando los recursos que Dios nos proporciona en lugar de buscar soluciones solo a través de medios materiales.
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