Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El concepto bahá’í de economía propone a la humanidad eliminar los extremos de riqueza y pobreza. Durante más de 40 años he estudiado ese concepto y creía tener algunas ideas generales al respecto.
Recientemente, sin embargo, me he dado cuenta de cómo a menudo he fallado en conectar los ejemplos de Abdu’l-Bahá en su vida diaria con la idea general de la distribución de la riqueza. Puesto que Abdu’l-Bahá es el ejemplo de cómo llevar una vida bahá’í, me fascina su legendaria generosidad y servicio a la humanidad, pero no veía las conexiones que establecía entre la caridad y la distribución de la riqueza.
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He observado, con gran asombro, cómo las enseñanzas espirituales de la Fe sugieren soluciones a los problemas económicos que han desconcertado a los economistas. También he observado que los escritos bahá’ís relacionados con la distribución de la riqueza están diseñados para eliminar la pobreza global. Cuanto más he estudiado, más me ha impresionado la sabiduría de esas soluciones dadas por Dios y ofrecidas por Abdu’l-Bahá a través de sus ejemplos, escritos y charlas.
Empecemos por aquí: la distribución de la riqueza es una de las funciones primordiales de cualquier sistema económico. Según todos los indicios, en gran parte del mundo el sistema económico actual ha fracasado a la hora de distribuir la riqueza de forma justa y equitativa. Este hecho –claramente evidente por una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres– significa que miles de millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza, mientras que los multimillonarios acumulan cada día una riqueza más enorme.
Desde un punto de vista económico, está claro que este sistema ha fracasado a la hora de ofrecer y distribuir equitativamente la riqueza. La cuestión es por qué. Los escritos bahá’ís explican que una de las principales razones es la falta de espiritualidad y moralidad en el sistema económico. Abdu’l-Bahá dijo: «Los secretos de la totalidad de la cuestión económica son de naturaleza divina y conciernen al mundo del corazón y del espíritu».
En este breve ensayo, compartiré brevemente mi comprensión de los principios de la distribución de la riqueza basándome en los escritos bahá’ís, y sugeriré algunas formas prácticas de seguir los ejemplos que nos dieron Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá.
Renta Básica Garantizada
Los escritos y discursos de Abdu’l-Bahá apoyan una especie de renta básica universal. La Renta Básica Garantizada (RBG) es un concepto económico relativamente nuevo que muchos economistas y gobiernos están aplicando o considerando. Asegura que todo ciudadano que lo necesite tenga garantizados unos ingresos mínimos que cubran los costes básicos de todo lo imprescindible para vivir. Este concepto, apoyado por líderes y filósofos tan diversos como Thomas Paine, Bertrand Russell, Thomas More y William Beveridge, agrupa todas las medidas de política social y bienestar en un único instrumento diseñado para ejemplificar la idea de que » una marea en ascenso levanta todos los barcos».
En un discurso que ofreció en París en 1911, Abdu’l-Bahá dijo:
Los gobiernos de los distintos países deberán ajustarse a la Ley Divina, que otorga igual justicia a todos. Ésta es la única manera de abolir la deplorable futilidad de la riqueza exagerada, así como la miserable, desmoralizante y degradante pobreza. Hasta que esto no sea un hecho, no se habrá obedecido la ley de Dios.
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Reparto de beneficios, salarios y pensiones
Otro método para la distribución justa de la riqueza es compartir las utilidades del negocio o fábrica con los trabajadores –y pagarles salarios que les permitan vivir cómodamente y tener lo suficiente para sus días lluviosos y su vejez. En el libro Contestación a unas preguntas, Abdu’l-Bahá dijo:
Deben establecerse leyes y normativas que permitan a los trabajadores recibir del propietario de la fábrica sus jornales y una participación en la cuarta o quinta parte de los beneficios, ajustada a la capacidad de la fábrica. En cualquier caso, aunque fuese según otro método, el conjunto de trabajadores y fabricantes deberían compartir de forma equitativa los resultados y beneficios. Ciertamente, el capital y la administración proceden del propietario de la fábrica, y el trabajo y mano de obra del conjunto de los trabajadores. Estos debieran recibir jornales que les aseguren un sostén digno. En caso de baja forzosa debida a debilidad o incapacidad, los trabajadores deberían disponer de recursos suficientes procedentes de los ingresos de la industria. De no ser así, los jornales deberían ser lo suficientemente altos como para permitir que los trabajadores, con el importe que perciben, puedan ellos mismos ahorrar algo para tiempos de necesidad y desamparo.
Almacenes
Los escritos bahá’ís abogan por el establecimiento de almacenes comunitarios en cada aldea y ciudad. La función principal de estos almacenes es recaudar los ingresos fiscales y asegurar su desembolso para el bienestar y las necesidades de los pobres y los discapacitados. En The Bahá’í World, Abdu’l-Bahá explicó cómo deberían funcionar:
Estos son los siete ingresos, pero son siete los gastos fijos.
El primer gasto: El almacén debe dar una décima parte al Gobierno, al tesoro público para los gastos públicos.
El segundo gasto es para los pobres. Los pobres necesitados, los exentos, no los ociosos. Por ejemplo, si a una persona se le quema la cosecha o tiene pérdidas en su negocio, y por esta razón se ha vuelto pobre; hay que ocuparse de estos pobres.
Tercero: Los enfermos, que se encuentran en situación de necesidad y no pueden trabajar.
Cuarto: Los huérfanos. A ellos también se les debe prestar ayuda.
Quinto: Las escuelas. Se deben organizar las escuelas para la educación de los niños.
Sexto: Para los sordos y ciegos.
Séptimo: La salud pública. Se debe organizar todo lo necesario para la salud pública. Se deben rellenar los pantanos, traer agua; todo lo que sea necesario para la salud pública. [Traducción Provisional de Oriana Vento].
Ejemplos a seguir
Personalmente, Abdu’l-Bahá era la esencia de la entrega desinteresada. Daba amor y todas sus posesiones materiales; incluso daba su ropa a los pobres. Contribuyó generosamente a organizaciones caritativas. En resumen, dio todo lo que tenía. Cada ejemplo de su entrega generosa nos ofrece un ejemplo a seguir si queremos ver la distribución voluntaria de la riqueza a pequeña escala. Necesitamos este tipo de pequeños pasos, de un individuo a otro, para reducir la brecha entre pobres y ricos en todas partes. De este modo, todos podemos marcar la diferencia en la vida de quienes tienen dificultades materiales.
Podemos encontrar formas sacrificadas de pagar más a todos los que trabajan por un salario mínimo, ya sea en forma de una generosa propina o pagando algo más de lo que piden a los vendedores ambulantes que ganan muy poco con su trabajo. Si nosotros mismos tenemos seguridad económica, podemos ayudar a pagar los gastos médicos de quienes no tienen medios. Podemos apoyar a quienes tienen dificultades para pagar el alquiler. Podemos comprar comestibles para los necesitados y dar de comer a los hambrientos. Podemos proporcionar alojamiento a los enfermos y necesitados. La mayoría de los enfermos de las zonas rurales deben viajar a ciudades más grandes para recibir tratamiento y, naturalmente, deben alojarse en hoteles y moteles. Abrir nuestras casas y nuestros corazones para ayudar a los enfermos era la forma de actuar de Abdul’-Bahá, y su deseo que emulemos.
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Además, podemos pagar la educación de los niños pobres. Los escritos bahá’ís hacen hincapié en la educación como medio para transformar la sociedad y, en su Libro Más Sagrado, Bahá’u’lláh nos aconsejó criar y educar a cada niño como si fuera propio: Aquel que educa a su hijo o al hijo de otro, es como si hubiera educado a un hijo mío; sobre él sean Mi Gloria, Mi Amorosa Bondad y Mi Munificencia, que han abarcado al mundo.
Cuando sea más universal, este futuro sistema económico amable y compasivo basado en la espiritualidad aportará soluciones para remediar la injusta distribución de la riqueza. Pero hasta entonces, cada uno de nosotros tiene que desempeñar su papel. Podemos encontrar muchas formas de participar. De lo contrario, ¿cómo podremos reducir la brecha entre ricos y pobres si no encontramos formas de poner de nuestra parte y hacer pequeñas contribuciones? Si queremos sinceramente encontrar formas de erradicar la pobreza contribuyendo a una distribución más justa y equitativa de la riqueza en el mundo, entonces todos podemos empezar en nuestras propias vidas dando a los demás.
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