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¿Cómo aliviar la pobreza a través de las virtudes?

Badi Shams | Ago 23, 2022

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Badi Shams | Ago 23, 2022

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

Durante muchos años, he tratado de hacer hincapié en la necesidad de humanidad y moralidad en nuestros sistemas económicos, porque creo que la falta de moralidad es la causa fundamental de la miseria en la vida de miles de millones de personas.

Esas personas luchan a diario por sobrevivir, frente a la injusticia económica inmoral.

Así que en este breve ensayo, intentaré definir la economía tal y como se practica ahora en la mayoría de los lugares, señalar sus problemas y sugerir un remedio.

El tema de la economía es complejo y difícil de definir, así que le proponemos una forma fácil de entenderlo acudiendo a la raíz original del término: economía deriva de la palabra griega «Oikonomia», que se refiere a la gestión de un hogar o una familia. Esto significa, obviamente, que un sistema económico debe ayudarnos a gestionar nuestros hogares, no solo en el sentido individual, sino también en el colectivo.

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Todo sistema económico, por tanto, debería existir para ayudar a mantener el bienestar de todos los miembros de la familia humana, para que, como mínimo, puedan vivir cómodamente y compartir sus recursos y ganancias. De este modo, ningún miembro de la familia viviría en la pobreza o la privación, y la humanidad en su conjunto podría disfrutar de una existencia estable y productiva. Históricamente, cuando existen grandes disparidades en la riqueza, esto desestabiliza a sociedades enteras, provocando guerras y revoluciones, por lo que un buen sistema económico no solo asegura la prosperidad, sino que también mantiene la paz. Las enseñanzas bahá’ís reiteran este hecho básico, como hizo Abdu’l-Bahá en este discurso que ofreció en Canadá en 1912:

Aunque el cuerpo social es una familia, sin embargo, debido a una falta de relaciones armoniosas, algunos miembros viven en comodidad y otros en la miseria; algunos están satisfechos y otros están hambrientos, algunos visten costosas prendas y muchas familias están carentes de alimentos y casa. ¿Por qué? Porque en esta familia falta la justa reciprocidad y armonía. Esta familia no está bien organizada. No está viviendo bajo una ley perfecta. Todas las leyes 43 que nos gobiernan no aseguran la felicidad. Ellas no proveen el bienestar. Por esto debe dictarse una ley para esta familia, por medio de la cual todos sus miembros deben gozar de un igual bienestar y felicidad.

¿Sería posible para un miembro de la familia vivir en la mayor miseria y la más despreciable pobreza mientras el resto de ella viva en amplia comodidad? Es imposible, a no ser que sus miembros sean insensibles, atrofiados, inhospitalarios y poco amables. Eso fuera como si ellos dijesen: “A pesar de que estos miembros pertenecen a nuestra familia, dejémosles solos. Preocupémonos sólo de nosotros. Dejémosles morir. Mientras yo esté en la abundancia, seré honrado, feliz. Este es mi hermano. Dejémosle morir. Si él está en la miseria, dejémosle allí, mientras yo viva en la abundancia. Si el está hambriento, dejémosle en esa condición; yo estoy satisfecho. Si el está desnudo en tanto que yo, no, dejémosle así. Si el está sin asilo, desamparado, mientras yo tengo mi casa, dejémosle vivir en el desierto”.

Esta tremenda indiferencia en la familia humana es debida a una falta de control, a la falta de una ley apropiada, a la falta de bondad en el medio ambiente. Si se hubiera demostrado bondad a los miembros de esta familia seguramente todos ellos hubieran gozado de bienestar y felicidad. – Fundamentos de la Unidad Mundial.

Lamentablemente, como la mayoría de nosotros sabemos, esta falta de bondad recíproca hace que nuestros sistemas económicos actuales no funcionen bien; en la familia humana, una de cada diez personas vive con menos de 2 dólares al día. A nivel mundial, un tercio de los habitantes de las ciudades viven en barrios marginales. ¿Cuál es el problema? ¿Dónde ha fallado el sistema?

Tal vez el problema se agravó cuando Adam Smith, que observó las actividades económicas en el mercado en relación con el comportamiento de las personas, hizo algunas suposiciones e ideó un sistema. Supuso que todo el mundo quiere maximizar su satisfacción o sus beneficios, con el interés propio como principal motivación. También dijo que el mercado podía corregirse a sí mismo, por lo que no era necesaria la intervención gubernamental.

Esto tenía sentido para muchos, pero el sistema del Sr. Smith dejaba poco espacio para la moral o las virtudes humanas.

Sin embargo, Adam Smith era una persona moral, y muchos años antes de escribir su libro La riqueza de las naciones escribió La teoría de los sentimientos morales. En ese libro anterior, Smith advirtió que hay un peligro inherente en la riqueza que puede corromper a la sociedad humana. Su advertencia fue ignorada.

En ese sentido, la falta de espiritualidad contribuye directamente a la raíz de nuestros problemas económicos, porque no hemos incluido un componente moral que guíe nuestra conciencia y nuestras acciones.

En la realidad económica actual, el dinero se ha convertido en una religión; por lo tanto, seguimos la práctica de que cada uno está en lo suyo, ganando todo el dinero que quiera por cualquier medio. Nadie se pregunta si alguien es una buena persona, o si demuestra acciones loables. Muchos consideran que alguien que es pobre es un fracaso, porque creen que hemos sido creados para ganar dinero y hacernos ricos.

Es fácil criticar el propio sistema, pero eso no resuelve el problema.

En cambio, todos podemos participar en la reforma del sistema cuando empezamos a inyectarle virtudes de forma gradual y lenta, para que se reanime y se convierta en un sistema sensible a las necesidades de la humanidad, sensible a los pobres del mundo y que responda a la aspiración espiritual de los seres humanos.

Todos los días podemos practicar virtudes como la veracidad, la amabilidad, la generosidad y la honestidad en nuestras actividades económicas. Estas virtudes espirituales, comunes a todas las religiones, crean un entorno de generosidad, atención y cooperación, todo ello necesario para que los pobres prosperen. Podemos hacer lo mismo inyectando valores humanos en los sistemas políticos, educativos y otros, porque todos los sistemas sufren las mismas aflicciones.

Como Bahá’u’lláh nos aconsejó: “¡Oh ricos de la Tierra! Los pobres son Mi encomienda entre vosotros; resguardad Mi encomienda y no estéis absortos sólo en vuestro propio bienestar.

Debemos actuar, porque nuestra inacción es, en parte, responsable del sufrimiento de los pobres. Si no cambiamos el sistema, millones de personas seguirán viviendo en la miseria cada día, privadas del propósito de Dios para ellas porque están demasiado ocupadas buscando unos pocos dólares para sobrevivir.

Necesitamos «Humanomics» – término en inglés que se refiere a la economía con elementos humanos – porque somos humanos, y todos aspiramos a tener esas cualidades y valores. Se preguntarán: ¿cómo podemos hacer esto? ¿Cuál es mi papel? Es imposible cambiar un sistema, así que ¿por qué debería intentarlo? Todos los sistemas son susceptibles de cambio, por lo que, en un sinfín de pequeñas formas y también algunas grandes, todos podemos marcar la diferencia.

Nuestras acciones sentarán una sólida base espiritual para la futura economía global emergente: un sistema moral equilibrado y equitativo, sin espacio para la codicia y la riqueza extrema que inevitablemente acompañan a la pobreza y la injusticia económica. En este sentido, todos debemos hacernos una pregunta, cuya respuesta marca la dirección del camino para el resto de nuestras vidas. La pregunta es: ¿cuánto es suficiente? Si respondes a esta pregunta, te conducirá hacia la virtud del contentamiento.

Al responder crearás una escala que mida tus logros materiales y espirituales. Esa medida, que considera tanto la espiritualidad como las cosas materiales, cambia nuestra perspectiva. En la actualidad, lamentablemente, nuestras valoraciones están increíblemente sesgadas.

RELACIONADO: ¿Cómo se vería un modelo económico basado en la espiritualidad?

Esa escala de medición económica personalizada implica una métrica importante: la vida sencilla. A lo largo de la historia, ha habido muchas personas que han sido símbolos de la sencillez. Los bahá’ís tienen la bendición de seguir el ejemplo de Abdu’l-Bahá, que vivió una vida sencilla, evitó el materialismo y compartió lo que tenía con los demás. La sencillez también tiene sentido desde el punto de vista financiero, lo que puede aliviarnos de muchos dolores de cabeza.

La pandemia puso de manifiesto la difícil situación de los pobres, ampliando aún más la brecha entre ricos y pobres, y ahora la guerra en Europa ha arrastrado a millones más a la pobreza y el hambre. La necesidad de actuar es extrema y urgente. Las enseñanzas bahá’ís instan a todos los seres humanos a no cerrar los ojos ante los sufrimientos de los miembros de nuestra familia humana. Bahá’u’lláh escribió este consejo a un rey:

Teme los suspiros de los pobres y de los rectos de corazón, quienes al amanecer de cada día deploran su condición … Ellos, en verdad, son tus tesoros sobre la tierra. Te atañe, por tanto, proteger tus tesoros de los asaltos de quienes desean robarte. Investiga sus asuntos e indaga cada año, es más, cada mes, su situación, y no seas de los que son desatentos con sus deberes.

Al introducir las virtudes espirituales en nuestra vida económica, comenzamos a revolucionar el sistema económico desde dentro, y lo cambiamos por un sistema humano que satisface las necesidades materiales y las aspiraciones espirituales que Dios quiso para todos.

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