Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En el mundo de hoy, nos agobiamos por alcanzar los sueños y éxitos de otros, dejando de lado nuestros más nobles propósitos y cambiándolos por el éxito material, la búsqueda del placer y momentos efímeros.
Pero esta ola de tendencias actuales, nos debería inducir a volver a analizar nuestros sueños y nuestras prioridades. Conocer nuestros poderes y desarrollar virtudes que hagan de nosotros mejores seres humanos, más conscientes de que somos una extensión del universo en el cual estamos inmersos, es un buen comienzo.
Entonces, ¿cuáles son las premisas con las que podemos revalorar nuestros sueños y nuestro propósito de vida sin claudicar a nuestros más nobles sentimientos y deseos? ¿Qué podría darle un mayor significado a nuestras vidas?
Como seres humanos tenemos una naturaleza material y espiritual. Aferrarnos únicamente a nuestra naturaleza material–nuestro deseo por riqueza, comodidad y placeres materiales–traería consigo penosas consecuencias a nuestra vida, sintiendo un gran vacío en nuestro interior que nada en este mundo podrá llenar plenamente. Solo cuando reconozcamos y valoremos nuestra naturaleza espiritual ese vacío desaparecerá. Una vida únicamente enfocada en lo material aplasta la vida del espíritu.
Pero en un mundo como el que vivimos, la vida espiritual no recibe su debida importancia. Por lo tanto, exploremos cómo alcanzar una vida espiritual y cómo desarrollar las virtudes necesarias que den a nuestras vidas un mayor sentido de propósito.
Entre las potencialidades ocultas en el individuo que provienen de su naturaleza espiritual, se encuentran nobles cualidades como la humildad, la generosidad, la bondad, la justicia, la veracidad, la honestidad, la atracción a la belleza y el amor a Dios. Estas y muchas otras cualidades representan el potencial humano cuyo desarrollo contribuye a dar propósito a la vida, moldea el carácter en el sentido más noble, y genera una fuerza impulsora para lograr la transformación moral y espiritual del ser humano: una transformación que se extiende hacia el establecimiento de una nueva cultura y sociedad.
La vida del individuo es como un viaje, a veces fugaz, a veces lento. En este fascinante y desafiante viaje nos vemos inmersos en muchos desafíos que ponen a prueba nuestra creatividad, voluntad y fuerza.
Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, se refiere a nuestra educación como seres espirituales: “…se les enseñará la rectitud y la dignidad humana, la determinación y la voluntad de esforzarse y resistir. Así aprenderán la perseverancia en todas las cosas. La voluntad de progreso, la magnanimidad y la firmeza de propósito, la castidad, y la pureza de vida. Así, todos serán capacitados para llevar a feliz término cualquier cosa que emprendan”. – Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pag. 95.
Estas maravillosas enseñanzas encierran un gran significado que, si lo llegamos a comprender en toda magnitud, nos dará las pautas para alcanzar la excelencia y el éxito en cualquier proyecto de nuestras vidas.
Tomando las principales 5 virtudes que nos plantea Abdu´l-Bahá: perseverancia, voluntad de progreso, magnanimidad, pureza de vida, firmeza de propósito, nos ayudarán a convertirnos en preciosas gemas, como un diamante que se caracteriza por su brillo propio y su fuerza.
Entonces, ¿solo necesitamos desarrollar estas cinco virtudes? De hecho, estas no son las únicas, y el desarrollo de todas las virtudes humanas es nuestra gran tarea en esta vida. Cuantas más virtudes desarrollemos, mayor desarrollo espiritual alcanzaremos, pero por ahora nos enfocaremos en estas cinco.
Perseverancia
Comencemos por preguntarnos qué es la perseverancia. Esta virtud clave para el éxito de cualquier emprendimiento se refiere a esforzarse constantemente a pesar de la dificultad y los tropiezos. Es la consecución de acciones prácticas bien direccionadas hacia el logro de metas y objetivos.
Debes hacer un gran esfuerzo y demostrar perseverancia y constancia para que, Dios lo quiera, mediante los hálitos vivificadores de su misericordia, las almas puedan ser educadas hasta llegar a ser como radiantes candelas… (‘Abdu’l-Bahá, EEB, pág. 23)
Voluntad de progreso
Esta virtud sin duda representa el motor de nuestras vidas. Sin esta fuerza no hay avance, no hay orden, porque está basada en una decisión consciente con el firme propósito de lograr algo. Mediante ella, podemos decidir llevar o no llevar algo a la acción. Sin embargo, es una facultad que se fundamenta según nuestro grado de motivación, convencimiento u obligación.
Magnanimidad
La magnanimidad es la que nos llama a hacer cosas grandes, a no conformarnos con la comodidad, ya que no hemos sido creados para la comodidad sino para el esfuerzo constante, el servicio y la elevación espiritual. Generalmente tenemos miedo al fracaso porque ignoramos nuestras propias capacidades, nuestros miedos frenan muchas iniciativas. Sin embargo, no hemos sido creados para hacer cosas pequeñas, sino para dejar huellas en todo lo que hagamos. Los caminos de Dios no son cómodos, porque si así lo fuesen no demandaría de nosotros esfuerzo y desarrollo.
Pureza de vida
Esta virtud es bastante amplia, porque esta va desde la pureza de corazón y de intención hasta su estrecho vínculo con la castidad. Es decir, alcanzar una pureza en mente, cuerpo y espíritu. ¿Es fácil? ¿Es cómodo? ¡Definitivamente no! ¿Quién crece sin esfuerzo?
¡Oh Hijo del Espíritu! Mi primer consejo es este: Posee un corazón puro, bondadoso y radiante, para que sea tuya una soberanía antigua, imperecedera y sempiterna. (Bahá’u’lláh, PO, Árabe, #1)
Firmeza de propósito
Con esta virtud cerramos el círculo como elemento clave del éxito. Tener firmeza nos coloca en una posición inquebrantable de certeza y confianza en pensamiento y acción. Mediante la firmeza podemos conducirnos hacia el progreso, atravesar las adversidades y al logro de nuestros objetivos a corto y largo plazo.
Los amados de Dios deben permanecer inconmovibles como las montañas, firmes como murallas inexpugnables. Deben mantenerse imperturbables aun frente a las más terribles adversidades, y no afligirse ni ante el peor de los desastres. – ‘Abdu’l-Bahá, SEAB, pág. 10
Por tanto, podemos aseverar que el desarrollo de virtudes, potencia nuestros poderes espirituales, nos ayuda a transformar nuestras vidas y conseguir nuestros más elevados propósitos, con pureza y humildad.
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