Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Como la mayoría de nosotros, llevo una vida multifacética. Trabajo de día, escribo, modelo, trabajo con los jóvenes de mi comunidad, y simplemente existo como un amigo y miembro de la familia.
De la misma forma como a veces siento que la vida avanza de una forma bella en todos mis contextos diferentes, también puedo sentir como a veces los problemas surgen simultáneamente. Últimamente he notado un patrón muy específico que coexiste en los muchos espacios de mi vida: ser confrontada con tonos de comunicación hirientes, groseros o aparentemente mezquinos.
Mientras reflexionaba sobre las posibles razones de esto, me doy cuenta que evidentemente no es algo exclusivo a mi propia experiencia. El mundo está repleto de razones para caminar de mal humor y hacer que las personas se relacionen pobremente con los demás. En algún momento, todos proyectamos nuestras actitudes de disgusto con los demás. Tenemos mucho con que lidiar a nivel macro; algunos de nosotros tenemos además muchas cosas con que lidiar dentro de nuestras vidas personales; y la mayoría solo conoce un número limitado de maneras de poder hacer frente al estrés tan prominente en este momento en la historia humana.
También me doy cuenta de que las construcciones sociales, como la raza y el género, inevitablemente impactan en la forma como comúnmente me hablan. Como una joven mujer negra en Estados Unidos, desafortunadamente no es sorprendente que muchas personas se sientan incentivadas a criticar aspectos de mi identidad, asumir cosas falsas sobre mí o tratarme con dureza. El sexismo y el racismo recorren toda la historia y el tejido de nuestra cultura, lo que significa que algunos de nosotros nos encontramos con tonos condescendientes con mayor frecuencia en nuestra vida diaria.
Si bien puede ser fácil para mí reflexionar sobre las muchas razones posibles por las que me siguen criticando, en una conversación que tuve recientemente con alguien cuya perspectiva valoro me recordó que es mucho más productivo desarrollar un plan sobre cómo ser capaz de responder en el futuro. De hecho, dada la desafortunada frecuencia con la que me he topado recientemente con esta forma de falta de respeto, me parece necesario decidir por adelantado cómo quiero reaccionar internamente y, si es necesario, externamente.
Después de pedir consejo de algunas personas en las que confío, reuní muchos enfoques diferentes. Uno recomendó rechace los comentarios, me dijo que tenía que defenderme, o de lo contrario la gente seguiría pasando sobre mí. Otros me recomendaron que me elevara por encima de la negatividad, en lugar de gastar más energía en cualquiera de estas interacciones, sugirieron que sería mejor sacudirme de esos comentarios y seguir adelante.
Las enseñanzas bahá’ís sugieren que cualquiera sea la forma que elija responder, debe ser una elección cuidadosa:
Todas las palabras están dotadas de espíritu; por lo tanto, el orador o expositor debe pronunciar las palabras cuidadosamente en el momento y lugar oportunos, puesto que la impresión que produce cada palabra se manifiesta con nitidez y es claramente perceptible. – Bahá’u’lláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, pág. 115.
Este pasaje no solo afirma que mis sentimientos son naturales, considerando la potencia que tiene el lenguaje de cada persona, sino que también me alienta a ser reflexivo e intencional sobre la forma en que respondo a los que me rodean.
Tengo un deseo natural innato por lograr la justicia. A veces, este deseo me hace sentir, equivocadamente, que tengo que salir de mi zona de confort y enfrentar la dureza con la severidad para poder abordar adecuadamente la falta de respeto o el rechazo. Si bien es cierto que defender a mi persona es crucial, también es posible mantener el tacto, la amabilidad y la humildad, incluso cuando percibo que alguien es arrogante o implacable conmigo. Las enseñanzas bahá’ís dicen:
Asociaos … en espíritu de amistad y hermandad. Si sois conscientes de cierta verdad, si poseéis una joya, de la que otros están privados compartidla con ellos en un lenguaje de sumo afecto y buena voluntad. Si es aceptada, si cumple su propósito, habréis logrado vuestro objetivo. Si alguien la rehusara, abandonadle a sí mismo, e implorad a Dios que le guíe. Guardaos de tratarle sin bondad. Una lengua amable es el imán del corazón de los hombres. Es el pan del espíritu, reviste de significado las palabras, es fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento… – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 152.
Para mí, esta cita implica que compartir mi verdad, incluso si pudiera crear incomodidad, no parece contradecir el significado de bondad; en cambio, es aceptable señalar una injusticia o defenderme por mí misma .Después de hablar, puedo dar un paso atrás y permitir que otros respondan de la manera que quieran .No necesito moldear mi lenguaje para que sea uno que obligue a los que me rodean a cambiar, pero puedo ofrecerles observaciones que podrían desencadenar la reflexión y la iniciativa personal para cambiar. Aunque de alguna manera es desafiante ser desapegada de las respuestas de los demás ante el hecho de lo que se está hablando, también me permite desprenderme de una mal percibida responsabilidad a obligar a los demás a respetarme.
Este pasaje final de los escritos bahá’ís se sintió particularmente liberador:
Cuidado, no sea que hagáis daño a algún alma, o que hagáis entristecerse a algún corazón; no sea que con vuestra palabra hiráis a algún hombre, ya sea conocido o desconocido, ya sea amigo o enemigo. Orad por todos; que todos sean bendecidos, que todos sean perdonados. Cuidado, cuidado, no sea que alguno de vosotros busque venganza, aunque fuese contra alguien que está sediento de vuestra sangre. Cuidado, cuidado, no sea que hiráis los sentimientos de alguien, aun cuando fuere un malhechor y os deseare el mal. No consideréis a las criaturas, volveos a su Creador. No veáis a las gentes pertinaces, sino al Señor de las Huestes. No miréis el polvo, alzad la vista hacia el radiante sol, el cual ha hecho que todo pedazo de tierra oscura resplandezca de luz. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 56.
Para mí, esto significa que puedo ser amable con las personas que me rodean, sin importar cuán agresivamente me traten. De hecho, se siente saludable y está bien mirar lo bueno de una persona a pesar de sus faltas, y devolver la hostilidad por calidez. Podemos trazar los límites saludables necesarios para llevar una vida fructífera y aplicarlos con humildad en lugar de venganza. A veces nos sentimos forzados a adoptar un modo defensivo, pero es posible que la respuesta más protectora y productiva implique mostrar dulzura incondicional y amor hacia los demás, y tratar de encontrar el bien, y el Dios, dentro de ellos.
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