Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Para poder amar a alguien, primero debemos saber algo sobre ellos y sentirnos atraídos por ellos. Pero ¿qué pasa con nuestro amor hacia Dios?
Muchos de nosotros usamos el eufemismo «¡Me encanta!» Para describir ese momento instantáneo cuando reconocemos algo que amamos, si es un objeto inanimado. Podría ser una pizza, un vestido, un libro, una película, un automóvil, una casa o cualquier otra cosa tangible. Las cosas parecen fáciles de amar: las personas, no tanto.
Normalmente nos reservamos las palabras «te amo» para transmitirlas a las personas en momentos de profundo cariño o amor genuino. Decir «te amo» parece ser el epítome de la comunicación humana. Estas palabras mismas pueden significar mucho para aquellos que esperan oírlas, como un amigo o un compañero de toda la vida.
Algunos estudios y evidencia anecdótica muestran que los hombres tienen más dificultades para expresar estas tres palabras que las mujeres. A veces se usa a la ligera, a veces con la mayor sinceridad y convicción, “te amo» no siempre es una simple expresión. Cuando decimos esas palabras, o las escuchamos de otra persona, esperamos que nuestro oyente respete, valore, y quizás, de manera ideal, corresponda a nuestro sentimiento.
Es así que al usar la palabra ’amor’ para expresar nuestros sentimientos hacia alguien corremos el riesgo de rechazo. Como observó Sigmund Freud a comienzos del siglo XX, nosotros los humanos «buscamos el placer y evitamos el dolor». Diremos las palabras cuando exista una posibilidad de aceptación; no diremos las palabras cuando temamos el rechazo.
Entonces, surge una gran pregunta: ¿cómo sabemos que Dios nos ama y cómo sabemos que no nos rechazará si lo amamos?
Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que el amor de Dios por nosotros es un «vínculo vivo» que une a Dios con la humanidad:
Sabe con certeza que el Amor es el secreto de la sagrada Dispensación de Dios, la manifestación del Todomisericordioso, la fuente de las efusiones espirituales. El Amor es la bondadosa luz del cielo, el eterno hálito del Espíritu Santo que vivifica el alma humana. El Amor es la causa de la revelación de Dios al hombre, el vínculo vital que, de acuerdo con la creación divina, es inherente a las realidades de las cosas. El Amor es el único medio que asegura la verdadera felicidad, tanto en este mundo como en el venidero. El Amor es la luz que guía en la oscuridad, el eslabón viviente que une a Dios con el hombre, que confirma el progreso de toda alma iluminada. El amor es la más grande ley que rige este potente y celestial ciclo, el único poder que une los diversos elementos de este mundo material, la suprema fuerza magnética que dirige los movimientos de las esferas en los dominios celestiales. El Amor revela con infalible e ilimitado poder los misterios latentes en el universo. – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los Escritos de ‘Abdu’l-Bahá, p. 27.
Pero dado que, según todos los relatos de la historia, en todas las religiones y en la mayoría de las filosofías espirituales, éticas y humanas, es imposible conocer a Dios directamente, entonces ¿cómo sabemos realmente que nos ama?
Ahí es donde la fe entra en juego.
Pero no es simplemente lo suficientemente bueno para decir «creo», porque cuando los vientos de las pruebas y tribulaciones atormentan nuestros cuerpos y mentes, algunos a menudo se alejan de Dios o de sus mensajeros por desilusión o decepción. Esto ocurre con frecuencia cuando los problemas de la vida nos ponen a prueba, o nos ocurren accidentes, o somos despedidos de nuestro trabajo, o el banco nos embarga, o no podemos alimentar a nuestra familia.
La fe concreta, conmovedora y transformadora: soporta pruebas y tribulaciones y mantiene la creencia en Dios y en sus mensajeros. Todas las religiones nos instan a permanecer fuertes y a «confiar en Dios, tu Dios y el Señor de tus padres», en tiempos de prueba. Quizás las canciones infantiles lo expresen de la manera más simple:
¡Jesús me ama! Esto lo sé,
Porque la Biblia me lo dice;
Los pequeños a Él pertenecen,
Ellos son débiles pero Él es fuerte.
Esta canción favorita de la escuela bíblica es bien conocida en todo el mundo y en muchos idiomas. Habla del amor de Jesús por sus seguidores, demostrado a través de su vida y las palabras en los Evangelios. Esos libros también describen el amor recíproco que sus Apóstoles tuvieron por él, lo suficiente como para dispersar y enseñar su palabra después de su martirio, incluso morir en su nombre.
‘Abdu’l-Bahá dijo que Dios es amor en una charla en Malden, Massachusetts, en 1912:
Dios es amor. Dios busca compañerismo, pureza, santidad y resignación; éstos son los atributos de la Divinidad… Esforzaos día y noche para que la animosidad y la contienda desaparezcan de los corazones de los hombres; para que todas las religiones se reconcilien y las naciones se amen, unas a otras; para que no queden prejuicios raciales, religiosos y políticos y el mundo de la humanidad contemple a Dios como principio y fin de toda existencia. Dios ha creado a todos y a Dios todos regresarán. Por tanto, amad a la humanidad con toda el alma y el corazón. Si os encontráis con un pobre, ayudadle; si veis un enfermo, curadlo; tranquilizad al temeroso. Al cobarde hacedle noble y valeroso, educad al ignorante, asociaos con el extranjero. Emulad a Dios. Considerad cuán bondadoso es, cuán amorosamente trata a todos, y seguid Su ejemplo. Debéis tratar a la gente de acuerdo con los preceptos divinos. En otras palabras, tratadlos tan bondadosamente como Dios los trata, pues éste es el más grande logro para el mundo de la humanidad. – ‘Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 291.
Todos los profetas y mensajeros enseñaron que Dios es amor, y que Dios ama a la humanidad. Creer eso es una función del corazón, la mente y el alma.
Si Dios es amor y ama a todos Sus hijos, solo necesitamos devolver ese amor para vivir vidas felices y fructíferas, independientemente de las pruebas que encontremos en nuestro camino hacia el próximo mundo.
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