Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Conoce el origen del término «nazi»?
Es una palabra conformada por las primeras sílabas de la palabra “national” en alemán cuya pronunciación en ese idioma es na-tsi-o-nal.
Son pocas las personas que ahora recuerdan el Partido de los Trabajadores Nacional Socialista Alemán (NSDAP por sus siglas en alemán). La palabra nacional era de importancia capital para Adolfo Hitler y para los otros arquitectos del nazismo, pues el partido nazi emergió del movimiento nacionalista alemán militante llamado Völkisch, término difícil de traducir pero que está relacionado a un nacionalismo étnico
Por lo tanto, la palabra nazi no solamente describe a alguien que cree en la superioridad racial, étnica, sino que también significa militante nacionalista, una persona que privilegia la institución de la nación sobre el individuo hasta llegar al punto de deificar a la nación. Hitler hizo un gran esfuerzo por mostrar la filosofía nacionalista militante, primero con sus desfiles masivos, luego aprobando leyes genocidas y, por último, intentando dominar y conquistar el mundo
Las enseñanzas bahá’ís de manera diametral y absoluta se oponen a tal nacionalismo.
El Guardián de la Fe Bahá’í, Shoghi Effendi, en su análisis de la década de los treinta respecto de la enseñanza bahá’í de un gobierno y una unificación mundial titulado El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, advirtió al mundo con respecto a este tipo de militancia nazi y esta soberanía nacional irrestricta:
Europa, hasta ahora considerada la cuna de una muy encomiada civilización, portadora de la antorcha de la libertad y eje de las fuerzas de la industria y el comercio del mundo, está perpleja y paralizada ante el espectáculo de tan tremendo trastorno. Se ponen a prueba ideales largamente acariciados en las esferas política y económica bajo la presión de fuerzas reaccionarias, por una parte, y de un radicalismo insidioso y persistente, por otro lado. … El clamor de un naciente nacionalismo, unido al recrudecimiento del escepticismo y el descreimiento, son otros infortunios más que llegan a un continente hasta ahora considerado el símbolo de una estabilidad secular y de una resignación inmutable. – El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, Metas de un Nuevo Orden Mundial.
Las enseñanzas bahá’ís caracterizan esta suerte de nacionalismo como “caprichoso y militante”, “estrecho, brutal, arrogante y pernicioso”, y dicen que debe eventualmente desaparecer y “transmutarse en una conciencia perdurable de ciudadanía mundial”.
En otra clara caracterización, Shoghi Effendi dice:
La ola de nacionalismo, tan agresiva y tan contagiosa en sus efectos, que ha azotado no solamente Europa sino una gran parte de la humanidad, es de hecho la negación misma del evangelio de la paz y hermandad proclamado por Bahá’u’lláh. – Shoghi Effendi, The Light of Divine Guidance, página 55 [traducción de cortesía]
Los bahá’ís creen que el nacionalismo de por sí, la vieja idea de que las naciones deben regir el mundo, deben ser reemplazado por un cuerpo de gobierno mundial unificado, un parlamento de la humanidad. Esta notable visión contra el nazismo que busca una solución mundial para los persistentes problemas de la humanidad descrita aquí por Shoghi Effendi, nos bosqueja una imagen panorámica del mundo futuro por el que todos los bahá’ís trabajan:
Debe necesariamente desarrollarse una forma de Superestado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo han de ceder voluntariamente toda prerrogativa de hacer la guerra, ciertos derechos de recaudar impuestos y todos los derechos de mantener armamentos, salvo con la finalidad de mantener el orden interno dentro de sus respectivos dominios. Dicho estado ha de incluir en su ámbito un poder ejecutivo internacional con capacidad para imponer autoridad suprema e incontrovertible a todo miembro recalcitrante de la mancomunidad; un parlamento mundial cuyos miembros sean elegidos por los habitantes de los respectivos países y cuya elección sea confirmada por sus respectivos gobiernos, y un tribunal supremo cuyos dictámenes tengan efecto obligatorio aun en los casos en que las partes interesadas no decidan voluntariamente someter el caso a su consideración. Una comunidad mundial en la cual todas las barreras económicas sean derribadas de forma permanente y se reconozca definitivamente la interdependencia del capital y el trabajo; en la cual sea acallado para siempre el clamor del fanatismo y el conflicto religioso; en la cual sea finalmente extinguida la llama de la animosidad racial; en la cual un código único de derecho internacional —producto de un juicioso análisis de los representantes federados del mundo— sea oficialmente aprobado por la intervención instantánea y coercitiva de las fuerzas conjuntas de las unidades federadas; y, finalmente, una comunidad mundial en la cual el furor de un nacionalismo caprichoso y militante se haya transmutado en una perdurable conciencia de ciudadanía mundial: así es como se presenta, en líneas muy generales, el Orden previsto por Bahá’u’lláh, Orden que llegará a ser considerado el más hermoso fruto de una era en lenta maduración. – Shoghi Effendi, El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, Metas de un Nuevo Orden Mundial.
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