Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mientras escribo, la pandemia de coronavirus se aproxima a su pico aquí en el Reino Unido y está arrasando con el resto del mundo. Mi familia pasó de poder comprar lo que quería, cuando lo quería, a tener que planear los viajes de compras con mucho cuidado, con la mente bien puesta en la seguridad personal y en conseguir las provisiones que necesitamos. Se siente extraño e irreal cómo nuestras vidas han cambiado dramáticamente en cuestión de días.
Esta crisis ha tenido un efecto castigador en mí. Ahora tengo una idea de lo que la generación de mis padres pasó durante la Segunda Guerra Mundial y el subsiguiente racionamiento de alimentos. Nosotros todavía podemos comprar más o menos lo que necesitamos, aunque tengamos que esperar un día o dos por algunas cosas. Mi madre me dice que después de la guerra le dieron un plátano para comer y no pudo reconocer lo que era.
«Las tribulaciones continuarán asaltando a la humanidad mientras las viejas estructuras alrededor de nosotros se muestren cada vez más incapaces de encontrar respuestas a nuestros problemas»
Puedo imaginarme cuáles son algunas de las tensiones que experimentan muchos millones de personas en otras partes del mundo, para las que incluso las necesidades más básicas son difíciles de conseguir, y cuyos hijos se van a dormir con hambre. Estas percepciones me hacen sentir un poco avergonzado de lo complaciente que me he vuelto, de lo mucho que doy por sentado, y de lo fácil que es mi vida comparada con casi todas las demás que han existido a lo largo de la historia.
Bahá’u’lláh, el profeta-fundador de la Fe bahá’í, dijo: «¡Oh Hijo del Hombre! Mi calamidad es Mi providencia, aparentemente es fuego y venganza, pero por dentro es luz y misericordia. Apresúrate hacia ella para que te conviertas en una luz eterna y un espíritu inmortal. «. Las tribulaciones continuarán asaltando a la humanidad mientras las viejas estructuras alrededor de nosotros se muestren cada vez más incapaces de encontrar respuestas a nuestros problemas. Pero estas pruebas, estoy descubriendo, me ayudan a despertar de mi autocomplacencia y me recuerdan mi deber de participar en el destino del mundo. No podemos tener éxito sin la ayuda de todos.
En momentos como estos todos nos sentimos más temerosos y vulnerables, y aunque estos sentimientos pueden manifestarse en compras de pánico y otros actos egocéntricos, nuestros corazones también comienzan a abrirse a consideraciones más profundas. El valor superficial del materialismo se revela. He escuchado la palabra «unidad» mencionada más a menudo en las redes sociales por comentaristas, líderes religiosos y políticos en las últimas semanas que en toda la última década.
También vemos lo mejor de la humanidad manifestándose ante nosotros: mentes dotadas trabajando día y noche para desarrollar vacunas o tecnología de ventilación, médicos y enfermeras valientes atendiendo a los enfermos, vecinos ayudándose unos a otros, trabajadores dedicados manteniendo llenos los estantes de comida. La gente siente y responde en diferentes niveles a la efusión espiritual provocada por esta crisis.
Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, dijo: «Las pruebas son favores de Dios, por lo que debemos estarle agradecidos. Las penas y las desgracias no nos vienen por casualidad; la Misericordia Divina nos las envía para nuestro perfeccionamiento«.
El coronavirus puede sentirse como la venganza de Dios, pero a pesar del miedo y la pérdida que conlleva, también podemos verlo como un signo de crecimiento por venir. Eventualmente el coronavirus será una cosa del pasado, y tal vez miremos hacia atrás y veamos cómo nos ayudó a avanzar hacia la unidad mundial como parte de esta era de despertar espiritual, predicho por Bahá’u’lláh y otras manifestaciones de Dios.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo