¿Crees tener un alma?

Hoy comenzaré a considerar la última pregunta de mi conocido ateo «Maynard»: Pregunta #8: ¿Cree usted que tiene un alma o espíritu que continuará existiendo de alguna forma (tal vez reencarnado) incluso después de haber muerto?

La mejor respuesta que he escuchado a esto es: «Eres un alma. Tienes un cuerpo». (C.S. Lewis)

Los seres humanos tienen algo que los demás animales no tienen. Eso es evidente.

Estoy escribiendo este artículo en caracteres que simbolizan sonidos y que, configurados de diversas maneras, forman «palabras» que conllevan significados abstractos y concretos (otorgados por las mismas mentes que crearon tanto las letras como las palabras). También estoy escribiendo este artículo (algo que no se encuentra en la naturaleza) utilizando una tecnología que otras mentes humanas han ideado pero que yo entiendo solo vagamente, aunque he trabajado con ella durante más de 20 años. Las cosas que narro con estas herramientas rara vez son materiales, son cosas del mundo real que han sucedido. También escribo ficción: organizo mis personajes y mis palabras para contar cosas que no han sucedido a personas que no existen en mundos que he inventado de la nada.

Los seres humanos -aunque sin alas por naturaleza- han inventado formas de volar. Lo han hecho, no por la fuerza bruta, sino mediante el uso del razonamiento abstracto y la extrapolación, algo que otros animales -incluso los que tienen pulgares opuestos y un ADN que es más del 99% idéntico al nuestro- no pueden hacer.

Sé que hay quienes no creen que los humanos sean cualitativamente diferentes de otros animales. Afirman que la velocidad de un guepardo es la misma, categóricamente, que nuestra capacidad para escribir ficción fantástica o construir aviones.

Esta hipótesis plantea preguntas con las que la ciencia aún está lidiando, y no responde a ninguna. No explica, por ejemplo, por qué de todas las criaturas del planeta somos los únicos en nuestro «nicho». Ninguno de nuestros parientes más cercanos tiene ni siquiera un nivel rudimentario del tipo de pensamiento abstracto que se da en la agenda diaria del ser humano más simple. Incluso las cosas tan simples que hacen los niños humanos pequeños al jugar a escupir a sus compañeros de clase requieren un nivel de capacidad para hacer conexiones y cálculos lógicos (utilizando realidades puramente intelectuales llamadas «números») que ningún otro animal de este planeta ha alcanzado. Sin embargo, damos por sentado desarrollos como la música, la poesía, la prosa o… bueno, la creencia en Dios.

Esto me lleva a lo que considero un hecho ineludible: los seres humanos tenemos una facultad literalmente sobrenatural que nos permite trascender la naturaleza. Todos nosotros interactuamos con lo sobrenatural a diario, pero especialmente los que nos dedicamos a cosas como la ciencia, el arte, la música, la escritura, la tecnología.

Sería posible describirlo todo científicamente, pero no tendría sentido; carecería de él, como si se describiera una sinfonía de Beethoven como una variación de la presión de las ondas. – Einstein

En este caso, la descripción no científica y la respuesta a una sinfonía o a un libro tienen mucho más significado para el ser humano que la descripción científica. Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, escribió: “Mediante la facultad del alma racional, el ser humano puede descubrir las realidades de las cosas, comprender sus propiedades y penetrar en los misterios de la existencia. Todas las ciencias, las ramas del conocimiento, las artes, las invenciones, las instituciones, los proyectos y descubrimientos han sido resultado de la comprensión del alma racional. Anteriormente eran secretos impenetrables, misterios ocultos y realidades desconocidas, y el alma racional los ha descubierto progresivamente y los ha sacado del plano invisible al dominio de lo visible. Esta es la facultad de comprensión más grande del mundo de la naturaleza, y el límite extremo de su alcance es comprender las realidades, las señales y propiedades de las cosas contingentes”.

Para los bahá’ís, la existencia de un alma dota la vida de sentido y profundidad, de alegría y tristeza, de exuberancia y asombro. Sin ella, no tenemos ningún propósito real más allá de lo físico; con ella, nuestra existencia se convierte en un viaje poderoso y con propósito hacia la trascendencia. Somos más que la suma total de nuestras partes físicas.