Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El ser humano y la religión parecen ir de la mano. Historiadores y arqueólogos han establecido que hace 50.000 años la mayoría de las bandas y tribus humanas del mundo tenían alguna forma de práctica espiritual.
De alguna manera, el hecho de aceptar un poder espiritual como mayor y más sabio que el poder humano demuestra claramente un efecto unificador en un grupo de personas que conviven íntimamente a lo largo de muchas generaciones.
A nivel práctico, este tipo de espiritualidad compartida produce un código moral por el que regirse y distingue el buen comportamiento del malo.
¿Quién ha elaborado estos códigos morales y espirituales a lo largo de la historia de la humanidad? Sorprendentemente –según lo que la investigación ha podido establecer– no fueron ni los políticos, ni los poderosos, ni los jefes de guerra. En cambio, solían ser individuos especiales reconocidos por sus cualidades espirituales, como druidas, chamanes, curanderos, artistas y profetas.
Fueron personas con visión, capaces de inspirar, ayudar o curar a otros miembros de la tribu, con sueños proféticos, capaces de comunicarse con los espíritus de los vivos y los muertos, o con otros talentos especiales en sus corazones y almas, quienes se convirtieron en los candidatos ideales para el liderazgo espiritual que necesitaban sus comunidades.
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A este respecto, una vez fui alumna de un chamán peruano llamado Hernán Quillahuamán. Él aún vive gran parte de su vida, como sus antepasados incas antes que él, como consejero espiritual de su pueblo, ya que los chamanes siempre han sido debidamente formados e iniciados en su camino espiritual. Su madre también fue chamán en su linaje inca de curanderos. Tenía bastantes hermanos y hermanas, pero ninguno de ellos tenía el don, según su madre, sólo Hernán.
Llegué a conocer a Hernán, a quien solía llamar Don Hernán para honrar su estatus, como un alma inteligente, amable e intuitiva, un hombre deseoso de compartir sus conocimientos con los auténticos buscadores. En su aldea, poca gente conocía su condición, aunque cuando alguien estaba gravemente enfermo, solían llamarle para que realizara una curación en secreto, porque las prácticas incas siguen estando mal vistas por la Iglesia católica.
De don Hernán aprendí muchas cosas, y no voy a ahondar en ellas aquí. Sólo quería presentárselo como un ejemplo vivo de líder espiritual local, del tipo que se ha considerado normal y adecuado a lo largo de gran parte de la historia de la humanidad: gentil pero poderoso, que cuida de su comunidad tanto con el corazón como con la mente.
Esto nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿cuál es el verdadero propósito de la religión? ¿Es la creación de un código moral y social? ¿Es expresar nuestros sentimientos espirituales y religiosos innatos de formas aceptadas? ¿Es quizás un camino para el desarrollo personal y espiritual de cada creyente, como una escuela?
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, dijo: “La religión es, en verdad, el principal instrumento para el establecimiento del orden en el mundo y de la concordia entre sus pueblos”.
Esto significa que el verdadero propósito de la religión, según Bahá’u’lláh, no es muy complicado: el objetivo es simplemente establecer el orden y la tranquilidad en el mundo. Ese objetivo parece estar en consonancia con las pequeñas comunidades dirigidas por gentiles chamanes como Don Hernán. ¿Quién no querría una existencia pacífica y ordenada?
¿Puede la religión traer la paz?
Este noble objetivo de establecer el orden y la tranquilidad parece demasiado bueno para hacerse realidad, teniendo en cuenta cuántas guerras se han librado en nombre de la religión.
¿Cómo puede ser la religión portadora de paz si también es portadora de guerra?
Históricamente, las religiones han traído división social, discriminación y odio, lo que ha alimentado el ateísmo a una escala sin precedentes. Las religiones están perdiendo su atractivo más rápido que nunca en ciertos lugares como mi país natal, los Países Bajos, que solía ser predominantemente cristiano. Hoy en día, incluso la palabra «religión» es cada vez más tabú. Decir que crees en algo es aceptable para los holandeses, pero no le des un nombre a ese algo ni te conviertas en seguidor de ninguna religión organizada. Los holandeses creen que la religión sólo traerá más problemas y confusión.
Por eso no es de extrañar que las enseñanzas bahá’ís nos adviertan del peligro de aferrarnos a religiones que se han alejado de su propósito original de amor y unidad:
Bahá’u’lláh dice que la religión debe conducir al amor y la unidad. Si demuestra ser la fuente del odio y la enemistad, es preferible su ausencia. Porque la voluntad y la ley de Dios es amor y el amor es el lazo entre los corazones humanos. La religión es la luz del mundo. Si se hace de ella la causa de la oscuridad mediante la disensión y la ignorancia humanas, sería mejor que no existiese. – La promulgación de la paz universal, p. 294.
El hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, Abdu’l-Bahá, en una serie de charlas que ofreció en París en 1911, repitió este principio bahá’í en varias ocasiones:
La religión debería unir a todos los corazones y hacer que las guerras y las disputas se desvanecieran de la faz de la tierra, dando nacimiento a la espiritualidad, confiriendo vida y luz a cada corazón. Si la religión se convierte en causa de aversión, de odio y de división, sería mejor no tener ninguna y apartarse de semejante religión sería un acto verdaderamente religioso. Pues está claro que el propósito de un remedio es curar; pero si el remedio sólo sirve para agravar la enfermedad sería mejor desecharlo. Una religión que no sea causa de amor y unidad no es una religión.
Ahora, nuestra pregunta por excelencia se vuelve más interesante que nunca, porque si el verdadero propósito de la religión es establecer el orden y la tranquilidad, pero no lo consigue de forma amorosa y unificadora, las enseñanzas bahá’ís dicen que estamos mejor sin religión. ¿Has oído alguna vez a una persona profundamente religiosa decir algo así? A mí me dejó atónita la primera vez que lo leí.
He aquí otra analogía que me gusta utilizar cuando hablo del propósito de la religión. En mi libro Seek the Unseekable exploro libremente mi propia opinión sobre el sentido de la vida y cómo averiguar si Dios existe. Las religiones, sugiero, deben ser escuelas de vuelo, que enseñen a nuestras almas a volar. Demasiadas religiones e iglesias que he investigado en mi vida me dieron la sensación de que me robarían la libertad. Me ofrecían una jaula de oro, pero la puerta de la jaula se cerraba suavemente y, si la abandonaba, habría consecuencias poco amorosas.
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Dime: ¿cómo puedo aprender a volar si estoy en una jaula?
Para mí, siempre ha estado claro que si un sistema de creencias no me permite pensar por mí misma y utilizar mis propios ojos, cerebro, experiencias y sentimientos, ese sistema no va a funcionar para mí. Durante casi 30 años, estuve bien sin religión. Aunque tengo que admitir que durante esas décadas eché de menos algo difícil de describir. Era un sentimiento persistente, a veces incluso doloroso. Tras una extraordinaria experiencia mística en mi adolescencia, sabía en el fondo de mi alma que existía un Creador, pero no tenía herramientas ni prácticas para expresar ese profundo amor.
Entonces descubrí la Fe bahá’í y conocí su primer principio: la investigación independiente de la verdad. Abdu’l- Bahá, en un discurso que pronunció en Washington, D.C. en 1912, resumió esa revolucionaria enseñanza bahá’í:
La realidad o verdad es una, sin embargo, hay muchas creencias religiosas, sectas, credos y opiniones divergentes en el mundo hoy día. ¿Por qué existen estas diferencias? Porque ellos no investigan y examinan la unidad fundamental, la cual es una e inmutable. Si buscaran la realidad misma, estarían de acuerdo y unidos, porque la realidad es indivisible y no múltiple. Es evidente, pues, que no existe nada de mayor importancia para la humanidad que la investigación de la verdad.
Había encontrado mi hogar espiritual.
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