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Religión

¿Cuál es la diferencia entre un cristiano y un bahá’í?

David Langness | Updated Jun 1, 2021

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David Langness | Dic 17, 2016

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Crecí siendo cristiano y luego me hice bahá’í.

Por eso, cuando me encontré con María el otro día y percibí que ella había iniciado el mismo camino, quise compartir algunas de mis propias experiencias y pensamientos con ella. No he tenido mucha oportunidad.  Sólo hablamos durante quince minutos más o menos. Ella me dijo que realmente disfrutaba del sentimiento espiritual producido por la lectura de las oraciones y los escritos bahá’ís, pero también noté que tiene un poco de inquietud por dejar la cultura religiosa familiar en la que ella creció. A ella le preocupa cómo podría reaccionar su familia. «Tengo mucha ansiedad acerca de esto,» dijo.

Sospecho que su ansiedad podría disminuir cuando comprenda la diferencia entre un cristiano y un bahá’í:

La diferencia entre un cristiano y un bahá’í, por consiguiente, es ésta: hubo una primavera anterior y hay una primavera ahora. No existe ninguna otra diferencia porque los fundamentos son los mismos. Todo el que actúe completamente de acuerdo con las enseñanzas de Cristo es bahá’í. La intención es el significado esencial de ser cristiano, no la mera palabra. El propósito es el sol en sí mismo, no los puntos de alborada. Porque aunque el sol es uno solo, sus puntos de alborada son muchos. No debemos adorar a los puntos de alborada sino al sol. Debemos adorar la realidad de la religión y no aferrarnos ciegamente al término “Cristianismo”. El Sol de la Verdad debe ser adorado y seguido. Debemos buscar la fragancia de la rosa no importa en qué arbusto florezca – sea éste oriental u occidental. Sed buscadores de la luz no importa en qué lámpara brille. No seáis adoradores de la lámpara.  –‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, p. 288

Después de todo, ser cristiano, no significa pertenecer a una iglesia en particular o llevar una cruz, o simplemente profesar una creencia, o afirmar haber «nacido de nuevo», significa seguir a Cristo. Un cristiano, sencillamente, trata de emular la vida y las enseñanzas de Cristo: el amor, la bondad, la misericordia, el altruismo, la abnegación, la humildad, la paz. Esas enseñanzas cristianas centrales vienen directamente de las resplandecientes virtudes y atributos de Cristo. Desde el punto de vista bahá’í, todas esas enseñanzas representan, en el fondo, una misma verdad espiritual:

Si los cristianos de todos los grupos de disidentes investigaran la realidad, los principios de Cristo los unirían. No quedaría enemistad u odio porque todos estarían bajo la guía única de la realidad misma. Del mismo modo, y en un plano más amplio, si todos los sistemas religiosos existentes se apartasen de las imitaciones ancestrales e investigaran la realidad buscando el significado verdadero de los Libros Sagrados, se unirían y concordarían sobre el mismo fundamento, la realidad misma. –’Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, p. 230

Este principio fundamental de la Fe Bahá’í – la unidad y la armonía esenciales de la religión – nos puede liberar de las antiguas divisiones y prejuicios. La humanidad ya no tiene que separarse en campos opuestos determinados por cual profeta se sigue. ¿Qué daño nos podría causar esto? En un mundo tan lleno de desorden y desunión sólo nos podría traer más aceptación, más amor y más paz:

Investigating-religionsSi investigamos las religiones para descubrir los principios que subyacen a sus fundamentos, encontraremos que concuerdan; pues su Realidad fundamental es Una, no es múltiple. Por este medio los religiosos del mundo alcanzarán su punto de unidad y reconciliación. Certificarán la verdad de que el propósito de la religión es la adquisición de virtudes loables, el mejoramiento de la moral, el desarrollo espiritual de la humanidad, la verdadera vida y las dádivas divinas. Todos los Profetas han sido promotores de estos principios; ninguno de Ellos fue promotor de la corrupción, el vicio o el mal. Han convocado a la humanidad a todo bien. Han unido a la gente en el amor de Dios, la invitaron a la religión de la unidad de la humanidad y la exhortaron a la amistad y a la armonía. Por ejemplo, mencionemos a Abraham y a Moisés. Mediante esta mención no queremos decir la limitación que los meros nombres implican, sino significar las virtudes que estos nombres encarnan. Cuando decimos “Abraham”, queremos decir con ello una Manifestación de la Guía divina, un Centro de virtudes humanas, una Fuente de dádivas celestiales para la humanidad, un Punto de alborada de la inspiración y perfecciones divinas. Estas perfecciones o gracias no están limitadas a los nombres y fronteras. Cuando encontramos estas virtudes, cualidades y atributos en cualquier personalidad, reconocemos la misma realidad brillando desde adentro y nos inclinamos en reconocimiento de las perfecciones abrahámicas. De igual forma, reconocemos y adoramos la belleza de Moisés. Algunas almas amaron el nombre Abraham, amando la lámpara en vez de la luz, y cuando vieron la misma luz brillando desde otra lámpara estaban tan apegados a la anterior que no reconocieron su última aparición e iluminación. Por tanto, aquellos que estaban apegados y se asían tenazmente al nombre Abraham fueron apartados cuando las virtudes abrahámicas reaparecieron en Moisés. Similarmente los judíos creyeron en Moisés, esperando la llegada del Mesías. Las virtudes y perfecciones de Moisés se hicieron visibles en Jesucristo más esplendorosamente, pero los judíos se aferraron al nombre Moisés, no adorando las virtudes y perfecciones manifiestas en Jesucristo. Si hubieran adorado esas virtudes y buscado esas perfecciones, seguramente hubiesen creído en Jesucristo cuando las mismas virtudes y perfecciones brillaron en Él. Si somos amantes de la luz, la adoramos en cualquier lámpara en que se manifieste, pero si amamos la lámpara y la luz es transferida a otra lámpara, ni la aceptaremos ni la sancionaremos. Por tanto, debemos seguir y adorar las virtudes reveladas en los Mensajeros de Dios – sea en Abraham, Moisés, Jesucristo u otros Profetas – pero no debemos adherirnos a la lámpara ni adorarla. –’Abdu’l-Bahá, Fundamentos de la Unidad Mundial, p. 175

Esta enseñanza bahá’í sobre la evolución religiosa es paralela a los descubrimientos científicos relacionados con cómo evolucionan los organismos vivos. Al igual que cada ser viviente evoluciona en un sistema, también lo hace la religión – que debe seguir para crecer, desarrollarse y emerger de sus antiguas estructuras para adaptarse en otras nuevas.

Así que si usted está investigando la Fe Bahá’í y está preocupado por abandonar creencias pasadas, puede hacer a un lado esas preocupaciones. Cuando se vuelve bahá’í, no abandona su antigua Fe – cumple su promesa profética.

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