Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
A lo largo de la historia de la humanidad, cuando los períodos de incredulidad, extrañamiento y degeneración religiosa han alcanzado su punto más bajo, siempre ha aparecido una nueva fe.
Como los árboles en un bosque saludable, cuando los viejos caen y mueren, los nuevos toman su lugar.
Este ciclo eterno de decadencia y renovación ha jugado su parte en el nacimiento de toda Fe mayor.
Por ejemplo, aparecieron nuevos mensajeros que crearon el judaísmo, el budismo, el islam y el cristianismo, siempre que las fortunas de la sociedad en general habían alcanzado su punto más bajo y cuando la dispensación religiosa anterior había perdido su poder espiritual inicial. En cada período, las religiones anteriores se habían convertido cada una en sectarismo, conflicto y abierta hostilidad. El progreso de la civilización había menguado. La espiritualidad colectiva de toda la cultura se había deteriorado. La luz de la lámpara de Dios casi se apagó.
Entonces, metafóricamente, un nuevo día amaneció:
El Sol de la Realidad, cuando ilumina el horizonte del mundo interior, anima, revivifica y resucita con un poder divino y maravilloso. Los árboles de las mentes humanas se visten con nuevos y verdes mantos, adornándose con hojas y capullos y produciendo frutos espirituales de celestiales buenas nuevas. Entonces las fragantes flores de los significados internos aparecen en el suelo de las almas humanas y todo el ser del hombre despierta a una nueva y divina actividad. Este es el crecimiento y desarrollo del mundo interno mediante la refulgente luz de la Guía divina y el calor del fuego del amor de Dios. El sol físico tiene su alborada y su ocaso. El mundo terrenal tiene su día y su noche. Después de cada puesta del sol hay un amanecer y la llegada de una nueva aurora. Asimismo el Sol de la Realidad tiene su alborada y ocaso. Hay un día y una noche en el mundo de la espiritualidad. Después de cada partida hay un regreso y la alborada de la luz de un nuevo día. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 271.
Hoy, vemos la dinámica de este proceso cíclico en todo el mundo, a medida que las personas se desencantan de las religiones de sus padres, comienzan a cuestionarlas y dejan cada vez más atrás esas tradiciones anticuadas. Después de todo, si esas tradiciones han perdido su significado interno, su significado, su vitalidad, ¿por qué la gente continuará siguiéndolas?
Esta energía incansable e inquisitiva motiva a las personas a embarcarse en una búsqueda espiritual, a buscar algo que le dé sentido a la vida, a un propósito y a la iluminación. Esa energía ha inundado nuestro mundo contemporáneo. Los buscadores de cada tradición previa y Fe se han embarcado en sus propios caminos individuales, tratando de encontrar una nueva forma de entender la realidad y alimentar su propia sed espiritual.
Las enseñanzas bahá’ís alientan esa búsqueda:
Has de saber con certeza que, al dar sus primeros pasos hacia Dios, el buscador debe entrar en el Jardín de la Búsqueda. En esta travesía le incumbe al caminante desprenderse de todo cuanto no sea Dios y cerrar los ojos a todo lo que hay en los cielos y en la tierra. En su corazón no debe albergar ni odio ni amor por alma alguna, en la medida que le impidan alcanzar la morada de la Belleza celestial. Debe librar el alma de los velos de la gloria y abstenerse de alardear de las vanidades mundanas, el conocimiento exterior u otros dones que Dios le haya conferido. Debe buscar la verdad con toda su capacidad y esfuerzo, para que Dios le guíe por las sendas de Su favor y los caminos de Su misericordia. – Bahá’u’lláh, Gemas de Misterios Divinos, p. 18.
Pero ¿por qué hemos entrado en una edad tan inquisitiva? ¿Por qué ahora hay más personas que se describan a sí mismas como buscadores sin una afiliación religiosa en particular o un sistema de creencias formal?
Desde la perspectiva bahá’í, ese espíritu de búsqueda es un desarrollo saludable, una respuesta comprensible y apropiada a la necesidad de una renovación de la religión y un nuevo sentido de posibilidad espiritual.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que la religión es un sistema orgánico único que requiere una renovación periódica, que en realidad ofrece una enorme cantidad de esperanza a quienes buscan independientemente su propia verdad:
Así, mediante la aparición de estas Lumbreras de Dios se renueva el mundo, brotan las aguas de vida eterna, se agitan las aguas de amorosa bondad, se amontonan las nubes de la gracia y sopla la brisa de la munificencia sobre todas las cosas creadas. – Bahá’u’lláh, El Libro de la Certeza, p. 34.
Las enseñanzas bahá’ís progresistas nos piden que comprendamos todas las religiones y su ciclo de renovación como un proceso evolutivo, en lugar de un evento fijo y dogmático que sucedió una vez en el pasado distante. Nos despiertan suavemente y nos piden que contemplemos un nuevo amanecer.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo