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Cuando un extranjero reside entre nosotros

David Langness | Ene 25, 2019

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David Langness | Ene 25, 2019

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Trata de imaginarlo: tu país, en guerra o en crisis, ya no puedes mantenerte a ti mismo ni a tu familia. Sus vidas están en peligro, y te das cuenta de que tienes que huir para sobrevivir. ¿Qué haces?

En los últimos años, 68.5 millones de personas tuvieron que hacerse esta preguntan básica y luego abandonar sus hogares para salvar sus vidas.

Ese es el número actual, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo. Actualmente representa casi el uno por ciento de la población total del mundo: más de 44,000 personas cada día, un ser humano cada dos segundos, que tuvo que huir de su hogar debido a conflictos, persecución o hambruna.

Ese número no incluye a los millones de los llamados «migrantes económicos», personas que abandonan voluntariamente sus aldeas, ciudades o países en busca de una vida mejor.

Refugiados de la guerra en Siria, de los conflictos armados en el África subsahariana, de la violencia de pandillas en América Central, de la persecución religiosa en Myanmar, de la hambruna en Darfur: estas desafortunadas víctimas presentan al planeta un nuevo punto de presión urgente: el más alto nivel de desplazamiento humano jamás registrado. Esta migración forzada desafía la estabilidad de países enteros, de las dinastías políticas y de la comunidad global entera.

Más de la mitad de las personas desplazadas (52%) son niños. Si las vidas de sus hijos estuvieran amenazadas en el lugar donde vive, ¿no abandonaría su hogar?

Los expertos dicen que tampoco hemos presenciado el final de esto todavía. Múltiples informes científicos predicen una tasa creciente de refugiados que huyen de un creciente cambio climático, ya que el aumento del nivel del mar y las temperaturas más altas obligan a las personas a abandonar sus tierras y hacen que la producción de los cultivos caiga o se pierda.

Muchos líderes han comenzado a hablar sobre esta crisis en crecimiento, pero el mundo todavía no ha encontrado soluciones razonables, factibles o integrales. Las organizaciones internacionales de socorro como las Naciones Unidas y las grandes ONG se han visto abrumadas por la creciente magnitud del problema.» El sistema mundial para proteger a los refugiados», dice Amnistía Internacional, «está roto».

La Declaración Universal de Derechos Humanos

Artículo 13.

  1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.
    2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país.

Artículo 14.

  1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.

Según el derecho internacional establecido, enunciado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, los gobiernos tienen el deber legal solemne de ayudar a todos los refugiados y solicitantes de asilo que huyen, pero la mayoría de las naciones desarrolladas no cumplen con esas leyes y aún tratan a los refugiados y solicitantes de asilo como un problema ajeno. . Al cerrar sus fronteras, negarse a otorgar asilo y construir barreras físicas y económicas, las políticas de esos países han obligado a un increíble 86% de los refugiados del mundo, en su mayoría de países de Oriente Medio, África y Asia Meridional, a permanecer en esas regiones en vías de desarrollo, donde son pocos los gobiernos y las organizaciones que tienen recursos para ayudarlos .Solo cuatro países albergan a la mayoría de los refugiados del mundo: Turquía, Pakistán , Uganda y el Líbano. Solo una nación entre los diez destinos que albergan más refugiados pertenece a la familia de países desarrollados occidentales: Alemania.

Este problema de refugiados y migración se ha convertido recientemente en un hervor frenético y polarizador en muchos países del mundo occidental económicamente desarrollados. En los Estados Unidos, Canadá, en toda Europa occidental y oriental y en Australia, los asuntos relacionados con los refugiados y los inmigrantes han generado una enorme controversia política y han alterado las formas convencionales de pensar y gobernar. Observadores han etiquetado de diversas maneras esta tendencia como nacionalismo, nativismo, proteccionismo, aislacionismo, racismo o simplemente promover miedo. Desagradables conflictos han estallado sobre este tema, y probablemente continuarán así.

Tal vez, entonces, podría ser prudente dar un paso atrás con respecto a los puntos críticos en torno a esta crisis polémica y revisar la orientación moral y religiosa que hemos recibido a lo largo de la historia, para guiarnos hacia un punto de vista más elevado y más espiritual.

Comencemos con el sabio consejo del judaísmo, del Antiguo Testamento:

Cuando el extranjero habite con vosotros en vuestra tierra, no lo oprimiréis. Como a uno de vosotros trataréis al extranjero que habite entre vosotros. Y lo amarás como a ti mismo, porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. – Levítico 19: 33-34.

En el Nuevo Testamento, Jesús dio a sus seguidores este consejo amoroso:

Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. – Mateo 25: 25-36.

El Corán amablemente dice:

Ellos aman a quienes emigraron hacia ellos y no encuentran ningún deseo en sus corazones por lo que se les dio a los emigrantes, sino que les dan preferencia sobre sí mismos, aunque estén en privación. – Surat Al-Hashr 59: 9.

Las enseñanzas bahá’ís piden a todos los seres humanos que ayuden a aquellos que necesitan nuestra ayuda:

No seas injusto con nadie, y a todos muestra mansedumbre. Sé como una lámpara para quienes andan en tinieblas, una alegría para los entristecidos, un mar para los sedientos, un asilo para los afligidos, un sostenedor y defensor de la víctima de la opresión. Que la integridad y rectitud distingan todos tus actos. Sé un hogar para el forastero, un bálsamo para el que padece, un baluarte para el fugitivo. Sé ojos para el ciego y una luz de guía a los pies de los que yerran. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 150.

Con esta guía general en mente, echemos un vistazo a la crisis de refugiados del mundo y veamos si podemos reevaluarla a la luz de las enseñanzas sagradas de todas las grandes religiones .En esta serie de ensayos, revisaremos esas enseñanzas y veremos cómo podríamos aplicarlas a la crisis actual, y también exploraremos los principios contemporáneos de la Fe Bahá’í y las soluciones propuestas para esa crisis.

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