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Debemos volvernos a aquel jardín

James Howden | Abr 29, 2018

PARTE 2 IN SERIES Ridván: lo que nunca antes había aparecido

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James Howden | Abr 29, 2018

PARTE 2 IN SERIES Ridván: lo que nunca antes había aparecido

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He estado pensando en el significado de los Doce Días de Ridván, que para los Bahá’ís es la “La Festividad Más Sagrada”.

Durante esta auspiciosa época en 1863, Bahá’u’lláh escribió la tabla del Ridván, que describe lo que verdaderamente significó el descanso temporal en aquel jardín, el cual fue un regalo de un renombrado personaje de Bagdad: Najib Pasha quien admiraba a Bahá’u’lláh.

Un gran río fluía cerca del jardín de Najib Pasha que hacía que este se desbordara de florecientes rosas y ruiseñores que cantaban toda la noche, todo esto es cierto. Pero este no era un simple campamento placentero, no era solo una oportunidad para descansar antes del siguiente destierro de Bahá’u’lláh y su compañía.

Jardín del Ridván en Bagdad.

Jardín del Ridván en Bagdad.

Esta tabla (una palabra formal para un escrito) toma forma de una conversación, elaborada por Bahá’u’lláh, entre Dios, el Creador Incognoscible, la Fuente de misterios, el “Bienamado de todos los mundos”, y la Pluma Más Exaltada, el Revelador de las innegable pruebas de Dios, Su Mensajero Elegido. Nos ayuda a entender un poco mejor estas importantes preguntas: ¿Quién fue Bahá’u’lláh? ¿Cuál es naturaleza de su obra en este mundo? ¿Y qué es lo que deben de hacer aquellos que desean seguir sus consejos?

El Ridván me remonta a mí, nacido en la cuna de la Iglesia Bautista, al jardín del Edén. En la literatura, en la música, en las profecías, muchas tradiciones aciertan que “debemos volvernos a ese jardín” (como una vez escribió y cantó Joni Mitchell). Todas esas tradiciones anhelan alguna condición humana de felicidad, paz y amor eterno. Yo sugiero que no fue un mero accidente el retiro de Bahá’u’lláh a aquel jardín, el que él llamó Ridván, paraíso, sino un profundo reconocimiento de que las esperanzas y anhelos de la historia se estaban plantando, en ese momento, en un extrañamente nuevo, pero, de alguna forma, profundamente familiar jardín.  Aquel jardín de paraíso alimenta la esperanza y trae una señal al mundo: el Reino de Dios a la Tierra está empezando a construirse.

Tal vez, podrías decir: “¡pero Bahá’u’lláh fue forzado a salir del jardín que llamó paraíso!”. “¿Qué tipo de esperanza existe en eso?”

Escucha lo que contesta la Tabla de Ridván  a esto. Mientras Bahá’u’lláh representa una figura familiar de la historia espiritual, el maestro, el redentor, el médico, el legislador, la Fe que trae es sin precedentes. Cumple las expectativas de todas las tradiciones del pasado, “un rebaño, un pastor”, donde “los humildes heredarán la tierra”, en el que veremos “un nuevo cielo, una nueva tierra”. Mientras el transformaba el destierro de Baghdad en un  dichoso jardín de esperanza, Bahá’u’lláh escribió:

Este es el Día en que el mundo invisible clama: “Grande es tu bienaventuranza, oh tierra, porque has sido…escogida como la sede de Su poderoso trono…”

Este es el Paraíso en cuyo follaje el vino de la expresión ha estampado el testimonio:  “¡Aquel que estaba oculto a los ojos de los hombres ha sido revelado, investido de soberanía y poder!” Este es el Paraíso, de cuyas hojas proclama el murmullo: “¡Oh vosotros que moráis en los cielos y en la tierra!  Ha aparecido aquello que no ha aparecido jamás. Ha venido aquel que desde la eternidad tenía oculto Su rostro a la vista de la creación…” – Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p.p. 21-22.

Este fue el anuncio público de Bahá’u’lláh, primero a las personas que lo acompañaban (muchos de los cuales ya estaban convencidos de esto), y luego a un mundo distraído, pero en espera. Esta es la razón por la cual la declaración pública de Bahá’u’lláh de su misión se ha convertido en la más grande festividad para los Bahá’ís: porque el jardín del Ridván sirvió como un puente entre los viejos anhelos de todos los pueblos por un paraíso de verdad, justicia y la gran unión, el glorioso futuro que Bahá’u’lláh nos asegura que llegará.

Algunas personas esperaban un repentino estallido de magia global, un instantáneo espectáculo del poder de Dios, en el que se llegue a nosotros su reino, como nos enseñó a anhelar la oración del Padre Nuestro, sin ningún esfuerzo humano ni dependencia ni consciencia. Bahá’u’lláh proclama lo contrario. El vivió y enseñó los principios que la humanidad necesitará para alcanzar la madurez, y luego dijo, vayan y construyan el Reino.

¿Cómo deberíamos pensar de Bahá’u’lláh entonces? Esto es lo que proclamó al mundo:

 “Atrae los corazones de los hombres con el llamamiento de Aquel que es el solo y único Amado. Di: Esta es la Voz de Dios, ¡si lo escucharais! Esta es la Aurora de la Revelación de Dios, ¡si lo supierais! Este es el punto de amanecer de la Causa de Dios, ¡si lo reconocierais! Esta es la Fuente del mandamiento de Dios, ¡si lo juzgarais con imparcialidad! Este es el Secreto oculto y manifiesto, ojalá lo comprendierais…”- Ibid, p. 23.

Los Bahá’ís tratan de promulgar esa prescripción, poner en acción los procesos unificadores y construir las armoniosas y unificadoras instituciones dadas a nosotros por Bahá’u’lláh.   Su hijo, ‘Abdu’l-Bahá, dejó esta hermosa oración. En ella pedimos a lo alto que ilumine nuestros corazones y nos confieran “pensamientos que, mediante las efusiones de la gracia celestial, transformen este mundo en un jardín de rosas”- Oraciones Bahá’ís, p. 72.

Para los Bahá’ís, esto es lo que el Creador, el Gran Espíritu, un Dios Incognoscible confirió a Bahá’u’lláh: los poderosos pensamientos que, comenzando con las semillas plantadas en el jardín de Bagdad, procederían a reformar orgánica, humana, fluctuante pero inevitablemente el mundo. ¡No es esto algo por lo cual celebrar!

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