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Desapegándote de tus ideas por el beneficio de los demás

Joseph Roy Sheppherd | Sep 1, 2020

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Joseph Roy Sheppherd | Sep 1, 2020

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En la consulta bahá’í, una vez que se expresa una idea o una opinión durante el proceso de consulta, esa idea no pertenece solo a una persona, sino a todo el grupo:

…la consulta debe tener como meta la investigación de la verdad. Aquel que expresa una opinión no debería decir que es correcta y justa, sino presentarla como una contribución al consenso de opiniones, pues la luz de la realidad se hace aparente cuando coinciden dos opiniones. Cuando el pedernal y el eslabón se juntan salta una chispa. El hombre debería pesar sus opiniones con extrema serenidad, calma y compostura. Antes de expresar sus propias opiniones debería considerar cuidadosamente las opiniones ya presentadas por otros. Si encuentra que una opinión presentada anteriormente es más veraz y meritoria, debería aceptarla inmediatamente y no aferrarse obcecadamente a su propia opinión. Mediante este excelente método, él se esfuerza para llegar a la unidad y la verdad. La oposición y la división son deplorables. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal.

Tengamos en cuenta que el sello de la Causa de Dios no lo da la autoridad dictatorial sino la camaradería humilde, no el poder arbitrario, sino el espíritu de consulta franca y amorosa. – Shoghi Effendi, La administración bahá’í.

En el proceso de consulta bahá’í, las ideas que surgen se consideran colectivamente por sus propios méritos y no reflejan la personalidad de los participantes. 

Idealmente, entonces, los méritos de las ideas en sí eclipsan los egos de los individuos. Con esto en mente, los participantes sabrán que las ideas que propongan serán escuchadas y consideradas justamente sin tener que ser repetidas o insistidas:

En todas las materias deben tratar de encontrar la verdad y no insistir en su propia opinión, ya que la obstinación y persistencia en el propio parecer conducirá finalmente a la discordia y la disputa, y permanecerá oculta la verdad. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá.

Para lograr este tipo de desapego, los participantes deben adoptar una nueva actitud filosófica que permita que las ideas no se personalicen. Esto significa simplemente que durante el proceso de consulta, sus ideas individuales no son su propiedad personal. Cuando un participante da su opinión o propone una solución, esta se ofrece a todo el grupo. Una vez compartida la idea, el punto de vista ya no pertenece al individuo, sino más bien hace parte de las ideas que han surgido de la consulta. En cierto sentido, todas las ideas pertenecen a todo el grupo. Adoptar esta actitud genera grandes beneficios. Si la idea es adoptada, modificada, enmendada o rechazada, entonces el individuo que la sugirió no siente ningún triunfo o derrota personal. Esto ayuda a eliminar las manchas del ego personal y la política partidista dentro del proceso de consulta bahá’í. Sin egos, la política muere por negligencia.

Definir el problema es crucial para encontrar una solución, y solo escuchando las percepciones de los demás se puede describir y evaluar con precisión un problema colectivo. Los individuos ven el mundo de manera diferente, y es de gran valor tener acceso a una perspectiva diferente. La consulta bahá’í proporciona ese acceso. Si las personas no están acostumbradas o no pueden escuchar con empatía las percepciones de los demás, entonces están condenadas a vivir en un mundo en el que su perspectiva social es exclusivamente personal. Cuando personalizamos todo, podemos desarrollar una forma seriamente perjudicial de ceguera social. Los bahá’ís tratan de alejarse del hábito de relacionarse con cualquier problema con las palabras «¿Y yo qué?» o «¿Qué hay para mí?». La perspicacia colectiva, entonces, se convierte en la clave para resolver los problemas colectivos.

Este tipo de consulta ofrece una gran ventaja, ya que permite a la gente considerar varias soluciones posibles a un problema particular. Solo cuando ponemos varias ideas plausibles una al lado de la otra y las comparamos – no por su absoluta corrección o incorrección sino por su relativa idoneidad – puede surgir un espectro de posibles soluciones.

En la civilización occidental, a veces tendemos a pensar en términos de “monocausalidad” y “monosolucionalismo”. Muchas personas y grupos ven la solución de varios problemas siguiendo las líneas de EL problema y LA solución. Por su propia naturaleza, la consulta bahá’í supera esta mentalidad monocausal y monosolucional. Al adjuntar la palabra bahá’í a este tipo de consulta no significa que los bahá’ís tengan algún tipo de patente filosófica o derechos de autor sobre los conceptos que emplean. Las ideas nacen, pero luego pertenecen a toda la humanidad. El adjetivo bahá’í es descriptivo, no posesivo.

Una vez que todos los participantes han ofrecido sus ideas, y una selección de posibles soluciones ha surgido de la consulta, el proceso de refinamiento comienza. Por lo general, muchas de las sugerencias serán similares, y sus puntos buenos pueden ser amalgamados. Eventualmente, sopesando los méritos de cada posible solución, el grupo puede entonces votar sobre las más apropiadas.

En la consulta bahá’í, la votación es el proceso por el cual el grupo llega a un consenso. Cada participante tiene un voto igual y vota para apoyar o rechazar la solución propuesta. En el proceso consultivo bahá’í no hay abstenciones, se requiere la participación universal en todas las etapas del proceso. Ciertamente, lo ideal sería seleccionar una solución por consenso unánime, pero si esto no es posible, la mayoría decidirá si la propuesta debe ser adoptada o no.

A continuación, viene lo que probablemente sea la parte más importante del proceso. Todos los participantes individuales deben prestar su apoyo incondicional y serio a la decisión de la mayoría. Este tipo de sumisión humilde y sincera a la voluntad de consenso es a menudo lo más difícil de aprender dentro del proceso consultivo bahá’í. El concepto de proponentes y oponentes está tan profundamente arraigado en la mentalidad de los modelos sociales de hoy en día, como las organizaciones gubernamentales y corporativas, que la gente inicialmente duda que haya otra manera. Parece natural que la gente retire su apoyo y espere al margen la oportunidad de decir «te lo dije», porque si su idea no ha sido aceptada, y la otra idea fracasa, pueden sentirse reivindicados.

Esta es una actitud muy destructiva. El acto de negar el apoyo por parte de una minoría nunca permite a la gente aprovechar todo el potencial de una buena idea, o la verdadera inutilidad de una mala idea. Esta oposición subyacente y la falta de unidad muy a menudo lleva a la desolación de todo el grupo y al fracaso de sus esfuerzos. Sin embargo, hay una gran sabiduría en apoyar de todo corazón la decisión de la mayoría. No solo se puede ver fácilmente cualquier potencial oculto, sino que también es la forma más rápida de determinar si la solución que el grupo ha elegido es correcta o no. Este enfoque práctico permite al grupo volver a examinar la decisión original y evaluar si funciona o no, y luego hacer ajustes o revisiones con el objetivo de aplicar una solución viable.

La sumisión a la voluntad de la mayoría es parte de la confianza mutua que se desarrolla dentro de la consulta bahá’í. Los participantes comprenden pronto que no todas las decisiones son correctas, ni siquiera las que se adoptan por consenso unánime. Si algo va a salir mal, la participación universal lo revelará muy rápidamente. Se ahorra una gran cantidad de tiempo que de otra manera se perdería tratando de hacer algo a medias. Una vez que han intentado este tipo de consulta, aquellos que inicialmente dudaban de que un concepto como la sumisión a la voluntad de la mayoría pudiera ser beneficioso para la evaluación de la toma de decisiones colectivas, pronto se convierten en sus mayores defensores y les cuesta creer que otros no hayan descubierto aún su valor.

Ahora llegamos a la etapa final, el objetivo del proceso consultivo bahá’í. Si bien la mayoría de las personas se han encontrado en algún momento en una reunión que parecía existir con el único propósito de planificar otras reuniones, el proceso de consulta bahá’í trata de evitar por completo este resultado infructuoso, ya que el proceso de debate y toma de decisiones debe ir seguido de una acción colectiva y afirmativa. Las soluciones deben aplicarse con el apoyo de todos los participantes. Esta es la razón por la que existe la consulta bahá’í – para que las palabras se conviertan en acciones. Para los participantes, la consulta constituye el proceso colectivo de determinación del futuro.

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