Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Una escritora en Internet, a la que me referiré como «Jen», caracterizó erróneamente la visión bahá’í de las Naciones Unidas, por lo que en este artículo intentaré aclarar sus afirmaciones incorrectas.
Ella realizó una serie de afirmaciones profundamente inexactas:
- que los bahá’ís esperan a un anticristo que impondrá la paz en el mundo;
- que los bahá’ís creen que la ONU es la única oportunidad de unidad para la humanidad;
- y que los bahá’ís esperan establecer el sistema financiero del anticristo (sea lo que sea).
Cada una de estas afirmaciones contradice las enseñanzas reales de Bahá’u’lláh y es contraria a las creencias bahá’ís. Ninguna es ni remotamente cierta. De hecho, este tipo de ataques denigrantes y basados en la desinformación contra la fe bahá’í probablemente resultarán contraproducentes si los lectores de Jen pasan siquiera cinco minutos en un sitio web bahá’í nacional o internacional.
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Más adelante en su ensayo, «Jen» hizo referencia a 2 Pedro 3:3-5, que dice, en parte: «… en los últimos días vendrán burladores, mofándose y siguiendo sus propios malos deseos. Dirán: ¿Dónde está esa ’venida’ que prometió?». Siguió con una cita de «La promesa de la paz mundial», una declaración de 1985 de la Casa Universal de Justicia a los pueblos del mundo:
Ha llegado la hora de que aquellos que predican los dogmas del materialismo, ya sean de Oriente o de Occidente, ya sean los del capitalismo o los del socialismo, rindan cuenta del liderazgo moral que presumen haber ejercido. ¿Dónde está el «nuevo mundo» prometido por estas ideologías? ¿Dónde está la paz internacional a cuyos ideales proclaman su devoción?
Luego comentó: «Por supuesto, el nuevo mundo de paz llegará cuando nuestro Señor Jesucristo regrese para establecer Su reino en la tierra».
Aplaudí y dije «¡Amén!», ya que los bahá’ís creen firmemente que el advenimiento de Bahá’u’lláh cumple esas profecías, pero le pregunté si estaba sugiriendo que los bahá’ís son esos «burlones» que dicen: «¿Dónde está esa ’venida’ que prometió?».
¿No había observado que la Casa Universal de Justicia cuestionaba la eficacia de los dogmas materialistas, no la fe? Los bahá’ís son los primeros en creer que el «nuevo mundo de paz» vendrá como resultado del regreso de Cristo con un nuevo nombre. Los bahá’ís, por supuesto, creen que eso ya ha sucedido con la revelación de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í.
Pero el advenimiento de Cristo en su trono de gloria, ¿no implica el fin de todo, podría preguntarse un cristiano? El capítulo 25 de Mateo ofrece una parábola que es también una profecía sobre esto mismo:
Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas tomaron sus lámparas y no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas con sus lámparas. Pero mientras el esposo se demoraba, todas se adormecían y dormían. Y a medianoche se oyó un grito: ’He aquí, el esposo viene; salid a recibirle’.
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Las insensatas dijeron a las prudentes: «Dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan». Pero las prudentes respondieron: ’No, no sea que no haya suficiente para nosotras y para vosotras; id más bien a las que venden, y comprad para vosotras’. Y mientras ellas iban a comprar, vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ’Señor, Señor, ábrenos’. Pero él, respondiendo, dijo: De cierto os digo que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que ha de venir el Hijo del hombre.
Parece claro, por la ilustración de Cristo, que cuando él (el esposo) regrese, las que estaban preparadas, las que se despertaron con sus lámparas encendidas, serán llevadas a su casa (el Reino de Dios), pero las que no estaban preparadas y acudieron a él con sus lámparas sin combustible ni llama se quedarán fuera, en las tinieblas.
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Dos cosas me llamaron la atención la primera vez que releí este pasaje a la luz del mensaje de Bahá’u’lláh. Una fue que hubo un «después». No todo terminó; la fiesta de bodas continuó, pero sin las cinco vírgenes necias. Lo segundo que observé fue la similitud del lenguaje de Cristo al describir su conversación con las cinco doncellas necias y un pasaje anterior del capítulo 7 del Libro de Mateo. Después de instruir a su audiencia sobre cómo distinguir a un profeta verdadero de uno falso, Cristo señaló:
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, no hemos expulsado demonios en tu nombre y no hemos hecho muchos milagros en tu nombre? Y entonces les declararé: ’Nunca os conocí; apartaos de Mí, los que practicáis la iniquidad’».
Como bahá’í, creo que la parábola de las vírgenes prudentes y necias ya ha tenido lugar, y que aquellos que se acercan a Dios con la lámpara de su corazón encendida con Su amor, que se esfuerzan por vivir de acuerdo con Su palabra, siempre serán bienvenidos en Su morada. Pero aquellos la lámpara de cuyos corazones se ha oscurecido y que creen que están más allá de la ley, aunque puedan haber «hecho muchas maravillas» en el nombre de Jesús, serán dejados atrás.
Bahá’u’lláh escribió sobre la necesidad de un corazón encendido en muchos de sus mensajes a una humanidad iluminada, como lo hizo en este pasaje:
Estas energías con las que el Sol de la munificencia divina y la Fuente de la guía celestial ha dotado a la realidad del hombre están, empero, latentes dentro de él, así como la llama está oculta dentro de la vela y los rayos de luz están potencialmente presentes en la lámpara. El resplandor de estas energías puede verse oscurecido por los deseos mundanos… Ni la candela, ni la lámpara pueden encenderse sólo por su propio esfuerzo, ni tampoco le será jamás posible al espejo librarse por sí solo de su escoria. Es claro y evidente que la lámpara nunca se encenderá mientras no se encienda fuego y, a menos que se limpie la superficie del espejo de la escoria que la cubre, éste nunca podrá representar la imagen del sol ni reflejar su luz y gloria.
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