Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todo comienza, según mi entendimiento, al llegar a un acuerdo con esa premisa magnífica, esa gran hipótesis: la existencia de Dios, el Creador.
Cada uno de los caminos del conocimiento nos puede llevar hasta esa premisa. Pero creo que para la mayoría, se necesita un tipo de conocimiento que vaya más allá del camino del sentimiento, razonamiento y anhelo. Un magnífico librito titulado «Conocimiento tácito», de Michael Polanyi, señala que la mayoría de lo que sabemos es inefable. En otras palabras, sabemos más de lo que somos capaces de decir o describir.
Este conocimiento inefable atraviesa e incorpora todos los aspectos de nuestro ser, de todo lo que somos, algunos a través de sus corazones; otros a través del estudio y la lógica; un tercer grupo a través de la absorción de la tradición y la cultura; y hay aquellos a quienes se les habla en sueños, a través de visiones, instintos e intuición, y mediante conexiones espiritualmente cataclísmicas con el Concurso Supremo, como lo que le sucedió a Pablo en su camino a Damasco.
En el techo de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel pintó una imagen de Dios y el hombre que se acercan el uno al otro con un pequeño espacio que separa los dedos extendidos de cada uno.
Esa pintura magnífica simboliza la dinámica de la relación única entre Dios y el hombre, y la separación inevitable causada por las limitaciones inherentes al nivel ontológico humano, que en cierto modo pueden conectarse mediante un acto de fe, la máxima hipótesis divina, si el hombre elige hacerlo. Las enseñanzas Bahá’ís confirman esa separación y nos dan un indicio del porqué de su existencia y qué significa para cada uno de nosotros:
Exaltado, inmensamente exaltado, eres Tú, por encima de los esfuerzos del hombre mortal para desentrañar tu misterio, describir tu gloria o aun insinuar la naturaleza de tu Esencia. Por tanto, por mucho que logren tales esfuerzos, jamás podrán tener la esperanza de trascender las limitaciones impuestas sobre tus criaturas, ya que están animados por tu mandato y son engendrados por tu inventiva. …
¡Lejos, muy lejos de tu gloria está lo que hombres mortales puedan afirmar de ti, o atribuirte, o la alabanza con que puedan glorificarte! Cualquier deber que Tú hayas prescrito a tus siervos de ensalzar al máximo tu majestad y gloria, es sólo una muestra de tu gracia hacia ellos, para que puedan ascender al grado conferido a su propio ser interior, el del conocimiento de sí mismo- Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 90.
Sin embargo, Dios exige que tomemos nosotros el primer paso. Después de todo, somos Su creación. En esto yace la esperanza de la humanidad:
«Ámame para que yo te ame; si tu no me amas, Mi amor jamás llegará a ti. Sábelo Oh siervo» – Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 70.
Nuestra elección implica querer acortar esa separación. Para lograrlo, debemos hacerlo en los términos de Dios, no en los nuestros. Dios, al darnos el potencial para reflejar Sus atributos, un proceso que necesariamente implica una elección de nuestra parte, Él, al mismo tiempo, está construyendo en la humanidad la posibilidad y el potencial de avanzar hacia Él a través de los procesos de desarrollo espiritual.
Todos tenemos la libertad de considerar esto ya sea como un defecto de la organización de todas las cosas creadas por Dios, o como un regalo increíble, un honor que Él ha otorgado a la humanidad.
Para Dios, el Creador, cambiar de parecer y suprimir el libre albedrío y la capacidad de elección en nosotros sería un ejemplo supremo de entropía negativa, es decir, nos obligaría a actuar más como una criatura del mundo animal en lugar del nivel de la capacidad real de los seres humanos.
Hoy en día, la mayoría de personas comprende la profundidad de los estragos que han causado las decisiones del hombre en la humanidad, sin mencionar a la Tierra misma, pero pocos reconocemos los extraordinarios triunfos alcanzados durante el progreso de la humanidad, tan ampliamente registrado a lo largo de la historia Es cierto que todavía somos un poco bárbaros, ya que el barniz de la civilización sigue siendo bastante débil. Sin embargo, al observar el lapso de la historia registrada, la trayectoria general ha sido siempre hacia adelante, a pesar de que ha sido cíclica, ¡con dos pasos adelante y una mitad hacia atrás!
Debemos mirar al pasado y también a las prometedoras posibilidades de adonde podemos llegar y qué podemos lograr. Ambas pueden inspirar un progreso verdadero, que es en definitiva el mensaje Bahá’í de revelación progresiva. Al reconocer de este hecho, el famoso biólogo Julian Huxley ha dicho que el proceso de la evolución física en su mayor parte ha llegado a su fin. Los seres humanos, dentro de cuatro o cinco miles de años, se verán probablemente como nosotros hoy en día. Pero, a pesar de todo, la evolución continúa, la evolución psíquica, la evolución de la mente y del espíritu, de nuestra conciencia. Debido a nuestra capacidad innata para la autoconciencia cósmica, ahora nos encontramos en la envidiable posición de hacernos cargo de la obra más importante del universo, es decir, dirigir nuestra propia evolución.
Esto significa que no debemos dejar que las terribles tendencias actuales sigan su curso. Al conocer ahora el plan de Dios, revelado en esta etapa de nuestra evolución humana por Bahá’u’lláh, ahora no solo tenemos un sentido de dirección, sino que también tenemos la Palabra Creativa. Esas enseñanzas sagradas proporcionan la visión, los ideales, los valores, el marco, que inspiran, energizan, motivan y dan dirección a la humanidad. Un número cada vez mayor de individuos están recurriendo a esa fuente al sumergirse en el océano de las enseñanzas Bahá’ís, a través de la oración, a través del servicio, los cuales representan actos de elección destinados a guiarnos por un camino hacia el futuro que todos ansiamos.
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