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El amor: emanando de lo divino para purificar nuestros corazones

Sue Ballew St Clair | Sep 9, 2022

PARTE 2 IN SERIES El poder del amor para transformar los corazones

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Sue Ballew St Clair | Sep 9, 2022

PARTE 2 IN SERIES El poder del amor para transformar los corazones

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

La primera parte de esta serie de dos partes analizó la enfermedad del racismo y sus efectos perjudiciales en la sociedad estadounidense; ahora, hablemos de las soluciones que ofrecen las enseñanzas bahá’ís.

La Casa Universal de Justicia, el órgano de gobierno internacional de la comunidad mundial bahá’í, se refirió al racismo como «una profunda desviación de la norma de la verdadera moralidad», y aclaró aún más su efecto en la sociedad estadounidense, escribiendo «… priva a una parte de la humanidad de la oportunidad de cultivar y expresar toda su capacidad y de vivir una vida significativa y floreciente, a la vez que arruina el progreso del resto de la humanidad» [Traducción provisional de Oriana Vento].

En la misma carta, la Casa Universal de Justicia advirtió que el poder del amor es la única fuerza capaz de transformar y sanar el racismo inherente a nuestra sociedad, como atestigua esta cita de Abdu’l-Bahá:

¡Qué poder es el amor! Es el más maravilloso, el más importante de todos los poderes vivientes. El amor confiere vida a los que no la tienen. El amor enciende una llama en el corazón helado. El amor concede esperanza a los desesperados y alegra las almas de los angustiados. Ciertamente, en el mundo de la existencia no existe un poder mayor que el poder del amor. Cuando el corazón de una persona se enciende con la llama del amor, está dispuesta a sacrificarlo todo, hasta su vida. En el Evangelio se dice que Dios es amor.

Si el amor es el mayor poder que existe, entonces la gran pregunta tiene que ser «¿cómo hacemos que este poder sea una fuerza activa en nuestras vidas que nos lleve a superar el racismo?». Podemos responder a esa pregunta de dos maneras.

RELACIONADO: Unidad, igualdad y poder: ¿pueden las razas unirse?

El amor emana de lo divino

El amor, dicen las enseñanzas bahá’ís, se origina de nuestra relación con la divinidad. Abdu’l-Bahá, en un discurso que ofreció en la Universidad de Columbia en 1912, dijo «El propósito divino es que los hombres vivan en unidad, concordia y acuerdo y se amen el uno al otro”.

Cuando oramos, meditamos y estudiamos los escritos sagrados de Bahá’u’lláh, estos afectan profundamente a nuestros corazones, ayudándonos a formar una relación de amor con nuestro Creador. Estas prácticas alimentan nuestra alma, abren nuestros corazones y revelan los atributos de Dios que yacen latentes en nuestro interior. En ese proceso, nos encontramos abiertos al primer consejo de Bahá’u’lláh para la autopurificación, de Las Palabras Ocultas:

¡OH HIJO DEL ESPÍRITU! Mi primer consejo es éste: Posee un corazón puro, bondadoso y radiante, para que sea tuya una soberanía antigua, imperecedera y perdurable.

¿Cómo purificamos nuestros corazones?

Una vez que nos damos cuenta de que el amor emana de nuestra relación espiritual con el Creador, ¿cómo purificamos nuestros corazones? La respuesta puede encontrarse en los escritos de Bahá’u’lláh sobre la autotransformación interior, como este: «Un corazón puro es como un espejo; límpialo con el bruñido del amor y el desprendimiento de todo lo que no sea Dios, para que brille en él el verdadero sol y amanezca la mañana eterna». [Traducción provisional de Oriana Vento].

Bruñir, un término muy descriptivo, habla del proceso de limpieza, pulido, alisado de las asperezas y, finalmente, del brillo. El término se aplica a la limpieza y el pulido de metales preciosos, entre otras cosas. Cuando era joven, mi madre solía encargarme la tarea de limpiar la plata que se había oxidado con el tiempo, volviéndola gris opaca y negra en algunas zonas. El proceso de limpieza requería una crema arenosa, lana de acero y «grasa de codo» para lograr el resultado deseado. Fue un trabajo prolongado y engorroso, pero al terminar me sentía muy orgullosa de cómo la plata brillaba y resplandecía.

Esta es la misma labor que estamos llamados a hacer con nuestros corazones, mientras ayudamos a los demás a hacer lo mismo con los suyos. El amor es el bruñido.

La pureza y el resplandor del corazón resultantes son la belleza espiritual que brilla cuando limpiamos la escoria y la suciedad del racismo y los prejuicios. No es un proceso fácil, y requiere una buena cantidad de trabajo durante un largo período de tiempo. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, nos inculcó esta verdad en su libro El advenimiento de la justicia divina, al calificar el proceso de erradicación del racismo como «un camino largo y espinoso, plagado de escollos…». Sin embargo, es un camino que debemos recorrer, y cuanto más nos resistamos al viaje, más doloroso será el proceso.

Cuando usamos el poder del amor para educarnos sobre esta fuerza, y para inspirarnos a ponderar y reflexionar sobre su uso de una manera que quizás no hayamos considerado previamente, podemos liberar el poder de construcción de sociedad para sanar nuestra nación, mientras nos sanamos unos a otros.

Sin duda, para lograr superar el racismo necesitaremos de la poderosa fuerza del amor como un requisito previo.

Actúa con amor

¿Cómo podemos saber si estamos actuando con amor en nuestras relaciones con los demás? Creo que cuando seguimos la guía que está profundamente arraigada en el primer pasaje de Bahá’u’lláh en su libro Las Palabras Ocultas de purificar nuestros corazones, nos volvemos cada vez más capaces de ver a los demás a través de los ojos de Dios. Los diferentes colores, formas y tamaños de la humanidad se vuelven hermosos para nosotros. Empezamos a sentirnos atraídos por personas diferentes a nosotros y que antes rechazábamos. Las relaciones con los demás se vuelven más cariñosas, afectuosas e íntimas.

A la larga, buscaremos vivir juntos en vecindarios y permanecer en los hogares y corazones de los demás. Los términos «cultura dominante» y «culturas subordinadas» se desvanecerán. «Te veo, te escucho y me importas» se convertirá en el enfoque operativo de nuestros corazones hacia los demás. Viviremos como «una sola alma en muchos cuerpos…» de acuerdo con la norma establecida para nosotros en las enseñanzas bahá’ís.

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