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Cultura

El drama del alma: la fe bahá’í en el escenario y la pantalla

David Langness | Ene 31, 2021

PARTE 1 IN SERIES El papel del drama en la espiritualidad

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David Langness | Ene 31, 2021

PARTE 1 IN SERIES El papel del drama en la espiritualidad

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

Cuando Abdu’l-Bahá -el hijo de Bahá’u’lláh, fundador de la Fe bahá’í- se convirtió en un hombre libre en 1908, a la edad de 64 años, empezó a contemplar tranquilamente la posibilidad de viajar desde el Medio Oriente hasta Occidente.

Intente imaginar el alcance de ese viaje. Encarcelado por sus creencias durante 40 años, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh abandonó Palestina después de que la revolución de los Jóvenes Turcos lo liberara. Luego llegó al mundo occidental, donde promulgó el principio bahá’í de la paz universal ante enormes audiencias que clamaban por conocerlo.

Permítanme relatar solo una de las partes notables de esa historia: cómo Abdu’l-Bahá, que creció en medio de una cultura musulmana tradicional, se convirtió en un entusiasta defensor del teatro occidental contemporáneo e incluso escribió una obra de teatro sobre la llegada de un nuevo profeta de Dios.

Junto con Bahá’u’lláh y el resto de su familia, Abdu’l-Bahá sufrió encarcelamientos y repetidos exilios a sucesivas prisiones durante gran parte de su infancia y toda su vida adulta hasta 1908. Fue encarcelado porque las enseñanzas modernas de Bahá’u’lláh -la unidad de las religiones, las naciones y las razas- hacían de él y de sus seguidores una amenaza para el liderazgo clerical y político fundamentalista de la región, lo que significaba que los bahá’ís sufrían torturas, encarcelamientos y muertes en masa.

En 1868, cuando Abdu’l-Bahá era un joven de poco más de veinte años, la familia de Bahá’u’lláh fue desterrada finalmente a la peor de las prisiones del Imperio Otomano, la antigua fortaleza amurallada de Akká. Abdu’l-Bahá vivió allí, cerca de la ciudad de Haifa en lo que entonces era Palestina y ahora es Israel, durante 40 años. En 1908, se produjo la revolución de los Jóvenes Turcos en el Imperio Otomano, y la tiranía absoluta del sultán Abdul-Hamid II finalmente llegó a su fin. Tras esa revolución, se restauró la constitución del Imperio y se liberó a los presos religiosos y políticos.

Las condiciones en las que vivió durante tanto tiempo son difíciles de comprender actualmente. Abdu’l-Bahá experimentó inicialmente el exilio de su patria, Persia, en 1852, a la edad de 8 años. Bahá’u’lláh, desterrado por el Sha, fue primero a Bagdad, donde la familia vivió como exiliada en la pobreza durante una década. Luego, exiliados de nuevo en 1863, la familia de Bahá’u’lláh fue enviada a Constantinopla, y poco después a Adrianópolis. Finalmente fueron encarcelados en terribles condiciones en la fortaleza medieval de Akká en 1868. Sin embargo, debido a que no habían hecho nada malo, los guardias de la prisión y los funcionarios municipales y de la prisión cedieron gradualmente en la década de 1870, permitiendo a Bahá’u’lláh y a su familia abandonar la prisión y vivir bajo formas modificadas de arresto domiciliario.

A pesar de su largo encarcelamiento y del dolor y las privaciones que lo acompañaron, Abdu’l-Bahá pasó toda su vida difundiendo las enseñanzas pacíficas y compasivas de la Fe bahá’í. Al hacerlo, él trascendió la cultura en la que creció y, a sus sesenta años, se convirtió en un defensor de renombre mundial de los principios bahá’ís de paz global, unidad racial e igualdad entre hombre y mujeres. También promovió activamente la primacía de las artes, como indica este pasaje de «Abdu’l-Bahá en Londres»:

Un actor se refirió al drama y a su influencia. «El drama es de suma importancia», dijo Abdu’l-Bahá. «Ha sido un gran poder educativo en el pasado; y lo volverá a ser». Describió cómo de joven presenció la Obra Misteriosa de la Traición y la Pasión de Alí, y cómo le afectó tan profundamente que lloró y no pudo dormir durante muchas noches.

En 1910, poco después de obtener su libertad, Abdu’l-Bahá viajó a Egipto, donde tenía la intención de partir pronto hacia Europa y América. Sin embargo, aquejado por los efectos de su encarcelamiento de toda la vida, terminó pasando casi un año recuperándose en Port Said, Alejandría y El Cairo.

Finalmente, en agosto de 1911, Abdu’l-Bahá se embarcó en un buque de vapor y cumplió su objetivo de navegar hacia Europa. Pasó cuatro meses en Suiza, Francia y Gran Bretaña compartiendo la Fe bahá’í con grandes multitudes, alentando a las nacientes comunidades bahá’ís de allí e instando al grupo de naciones europeas y asiáticas, fuertemente armadas, a evitar la guerra que se avecinaba. Durante su estancia en Londres, Abdu’l-Bahá vio su primera obra de teatro occidental, un cuento de Navidad titulado «Eager Heart», escrito por la poeta y dramaturga Alice Buckton. Se dice que, una vez más, se emocionó hasta las lágrimas con la representación del Niño Jesús en la obra.

Abdu’l-Bahá regresó a Europa después de su viaje de ocho meses por Norteamérica en 1912. El 17 de enero de 1913, la dramaturga, actriz e historiadora teatral británica Gabrielle Enthoven invitó a Abdu’l-Bahá a su casa. Enthoven, una figura importante en el mundo del teatro británico durante esa época, trabajó con Oscar Wilde y Noel Coward, entre muchos otros. El primer encuentro de Abdu’l-Bahá con Gabrielle Enthoven, el cual se informó en la revista bahá’í «Star of the West», transcurrió así:

Cuando Abdu’l-Bahá estuvo en Londres, en 1913, entre sus muchos visitantes había una actriz que deseó conversar con él sobre el teatro y su trabajo. «Nosotros también tenemos un teatro», dijo Abdu’l-Bahá. La actriz inmediatamente se llenó de interés y entusiasmo. «¿Sí? ¿Dónde está?», dijo. «Me encantaría verlo. ¿Puedo actuar en él?».

«Nuestro teatro», respondió Abdu’l-Bahá, sonriendo, «está construido en un país donde hay una eterna primavera. Las calles de esa ciudad son tan limpias como la superficie de un espejo. Las luces de ese teatro son los rayos del Sol de la Realidad, los actores de nuestro drama son las Santas Manifestaciones de Dios, el público está compuesto por almas puras y santificadas. Ellos interpretan sus papeles con el arte más delicado. Ellos pronuncian sus palabras con poder y potencia. El escenario de nuestro teatro es la arena en la que se representa la tragedia más sublime, el drama más terrible, los acontecimientos más emocionantes y conmovedores de la vida.

«Ven y únete a nuestra compañía. Has actuado toda tu vida en el escenario material. Ahora ven y actúa en este escenario celestial. Tus compañeros actores te asistirán, te entrenarán en tu papel y, paso a paso, te convertirás en una estrella que brilla en la galaxia de esos dramaturgos de inspiración celestial». [Traducción provisional por Oriana Vento]

La conversación entre Abdu’l-Bahá y los actores y dramaturgos de Londres también inspiraron mucho más. En el próximo ensayo de esta serie, leeremos la obra que Abdu’l-Bahá reveló a Gabrielle Enthoven.

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