Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El enfoque bahá’í de la transformación social difiere de la mayoría de los enfoques contemporáneos, al centrarse menos en los recursos materiales y más en el núcleo del cambio social: las personas.
Esto se traduce en un proceso de construcción de comunidad, que significa el fortalecimiento de la naturaleza espiritual y material de una comunidad a través de un enfoque centrado en las bases mismas de esta. Esto significa que la capacidad se desarrolla gradualmente en la comunidad, hasta que pueda diversificarse e influir en las comunidades cercanas, con grados de complejidad crecientes.
En un momento en que las estructuras políticas, sociales y económicas de la sociedad se desintegran, dejando a su paso odio y desesperación, la construcción cuidadosa de una base global de valores espirituales que pueda penetrar cada aspecto de la sociedad asegura un futuro esperanzador para las comunidades de todo el mundo, comunidades que pueden resistir, y eventualmente trascender, los efectos negativos de una sociedad que se desmorona:
No miréis la pequeñez de vuestro número y las multitudes de las naciones. Cinco granos de trigo serán dotados de Bendición Celestial, mientras mil toneladas de cizaña no producirán ningún resultado o efecto. Un Árbol Fructífero conducirá a la vida de la sociedad…- Abdu’l-Bahá, Las Tablas del Plan Divino, p. 52.
Esta base, arraigada en las enseñanzas bahá’ís, se construye a través del compromiso a largo plazo de grupos de personas en todas partes del mundo que descubren lo que se necesita para hacer una sociedad fructífera, tanto material como espiritualmente.
Estas son algunas de las actividades, a veces llamadas «actividades básicas», que las comunidades bahá’ís llevan a cabo en todo el mundo para promover la unidad y la transformación social:
Círculos de estudio
Todas las personas, sin importar su clase social, nivel de educación, origen familiar o raza, tienen la capacidad de contribuir a la sociedad. Pero, por desgracia, el mundo tiene pocos espacios donde las personas de todos los ámbitos de la vida pueden reunirse para hablar sobre temas espirituales, educarse sobre estrategias de desarrollo de la comunidad y hacerse amigos con un propósito compartido. El Instituto Ruhi, una organización inspirada en los escritos bahá’ís, desarrolló una serie de cursos para responder a esta apremiante necesidad.
A través de los libros desarrollados por el Instituto Ruhi, los amigos de cualquier lugar pueden reunirse en «círculos de estudio», un nombre que refleja la naturaleza igualitaria del grupo, en oposición a la dinámica de una clase, este es dirigido por un amigo con capacitación previa en el libro que se estudia. Estos libros impulsan a las personas a estudiar los escritos bahá’ís y hacer preguntas que generen discusiones profundas, permitiendo a los participantes descubrir cómo las enseñanzas Bahá’ís se pueden aplicar a sus vidas y la vida de su comunidad.
Estos círculos de estudio no tienen requisito previo; de hecho, en algunos lugares donde el idioma y el nivel de educación son una barrera, los amigos usan una combinación de audiolibros y cursos de alfabetización para garantizar que todos estén en el mismo nivel. Estos se desarrollan en cualquier lugar; desde campus universitarios hasta hogares familiares, desde barrios hasta entornos corporativos.
A través de componentes teóricos y prácticos, los miembros de un círculo de estudio desarrollan una visión compartida y aprenden estrategias diseñadas para mejorar las condiciones materiales y espirituales a su alrededor.
Clases para niños
A menudo hablamos sobre cómo los niños son el futuro del mundo. Sin embargo, a pesar de que los movimientos para la educación de los niños se están fortaleciendo en todas partes, estos prestan poca atención a su educación espiritual. Al igual que los adultos, los niños tienen la capacidad de comprender las enseñanzas espirituales y, a una edad temprana, pueden aplicar esas enseñanzas a sus vidas de manera mucho más eficaz. Sin embargo, se necesita un compromiso por parte de la comunidad para crear un espacio en la que los niños reciban educación espiritual, tan importante como la educación material que reciben en la escuela.
En los barrios donde se realizan las clases bahá’ís para niños, a través de arte, canciones, historias, oración y memorización, los niños de todo el mundo aprenden a identificar virtudes espirituales como la veracidad, la bondad, el perdón y la unidad. Estas virtudes, comunes a todas las enseñanzas religiosas y morales, ayudan a los niños a navegar en sus mundos y formar sus vidas adultas. El efecto profundo que estos conceptos tienen sobre los niños es evidente: mejora su capacidad para comunicar sus sentimientos, aumenta su creencia en su propia capacidad y fortalece su capacidad para distinguir entre lo bueno y lo malo.
Los bahá’ís creen que todos somos como minas llenas de gemas, que solo la educación puede revelar:
Considerad al hombre como una mina, rica en gemas de valor inestimable. Solamente la educación puede hacerle revelar sus tesoros y permitir a la humanidad beneficiarse de éstos. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 256.
Darles a los niños la oportunidad de fortalecerse espiritualmente ayuda a prepararlos para un mundo desafiante en el que tendrán un papel extremadamente importante como futuros miembros de la sociedad.
Grupos prejuveniles
Un factor crucial para el destino de cualquier comunidad es su juventud, especialmente entre los 12 y los 15 años, lo que los bahá’ís llaman “prejóvenes”. Los adolescentes en desarrollo, sin importar de dónde provengan o cuál sea su situación de vida, son: En un punto importante de la transición de la infancia a la edad adulta, que se llena de potencial y los hace particularmente vulnerables a las influencias negativas del materialismo, el miedo y los prejuicios.
En respuesta a esto, la comunidad Bahá’í ha desarrollado el Programa de Empoderamiento Espiritual de los Prejóvenes, que tiene como objetivo ayudar a los prejóvenes a aprovechar todo su potencial y utilizar sus energías en beneficio del mundo que los rodea.
Un «animador» (a menudo un joven un poco mayor que el grupo de jóvenes) guía al grupo a través de un programa que los alienta a pensar críticamente y verse a sí mismos como agentes de cambio en sus comunidades. A través del estudio, aprenden a identificar las influencias que los rodean mientras desarrollan sus fortalezas espirituales. A través de actos de servicio, que pueden ser desde limpiar la basura de una calle cercana hasta de forma sistemática organizar clases para niños más pequeños, los jóvenes se empoderan para tomar decisiones que los beneficien a ellos y a la comunidad que los rodea, no solo materialmente sino también espiritualmente.
En la actualidad, más de 150,000 prejóvenes están participando en 17,000 grupos en todo el mundo, y las cifras aumentan constantemente a medida que más personas son testigos del poder transformador del programa y de cómo puede beneficiar a sus comunidades.
Reuniones devocionales
Es natural que las reuniones devocionales surjan como una actividad regular en las comunidades donde regularmente se llevan a cabo conversaciones sobre espiritualidad, convirtiéndose en un centro alrededor del cual amigos y vecinos se reúnen para orar juntos.
Mientras que la oración individual conecta a cada persona con el Creador, compartir oraciones en grupo fortalece la unidad, fomenta una conversación más profunda y establece un espacio para todos, adultos, jóvenes e incluso niños, donde la espiritualidad se convierte en la prioridad principal, donde el alma está priorizada.
Estas reuniones devocionales informales pueden tomar diferentes formas. En algunas aldeas rurales, los vecinos se reúnen al amanecer para orar juntos antes de ir al campo. En las grandes ciudades, las familias que viven en el mismo edificio se reúnen por la noche después del trabajo para orar. A veces, se comparten historias y, a veces, la música juega un papel importante en aumentar la naturaleza espiritual de la reunión. Dependiendo de las costumbres e intereses de cada comunidad, la devocional puede cambiar, pero su propósito sigue siendo el mismo: unir las almas de todos los presentes a través del poder de la oración.
¿No es este el propósito de la religión?
Los escritos bahá’ís hablan del doble propósito moral que toda persona tiene en su vida: mejorarse a sí misma y mejorar la sociedad que le rodea. No es suficiente ser una buena persona si permitimos que las fuerzas negativas del mundo sigan causando estragos a nuestro alrededor. No es suficiente trabajar activamente para mejorar la sociedad si en nuestras vidas personales seguimos practicando comportamientos dañinos. Una vida verdaderamente espiritual hace ambas cosas a la vez, un aspecto se construye sobre el otro.
Los esfuerzos realizados por la Fe Bahá’í, dice la Casa Universal de Justicia, están en constante crecimiento, con nuestra nueva comprensión de nuestro papel en el mundo en evolución y manifestándose de las siguientes maneras:
“…en la conciencia de una comunidad global de que, en todos sus esfuerzos, está acelerando la aparición de una civilización divina poniendo de manifiesto el poder de construcción social inherente a la Causa; de hecho, en la creciente apreciación de los amigos de que sus esfuerzos por fomentar la transformación interior, por ampliar el círculo de unidad, por colaborar con otros en el campo del servicio, por ayudar a los pueblos a hacerse cargo de su propio desarrollo espiritual, social, y económico, y —mediante todos estos esfuerzos conseguir el mejoramiento del mundo— expresan el propósito mismo de la religión”. – La Casa Universal de Justicia, abril 2016.
La comunidad bahá’í global abre todas estas actividades a cualquiera que quiera participar. En este movimiento de construcción de la civilización, solo podemos vislumbrar las implicaciones futuras, pero los frutos de estos programas espirituales ya están demostrando que un mundo unido podría estar más cerca de lo que creemos.
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