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Religión

La evolución de la religión: llegando la madurez de la humanidad

Robert Atkinson | Ene 29, 2022

PARTE 3 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

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Robert Atkinson | Ene 29, 2022

PARTE 3 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

En unos pocos milenios, con revelaciones divinas periódicas guiando el camino, la evolución de la religión nos ha llevado a la culminación de un largo proceso de creación de círculos de unidad humana cada vez más amplios.

Colectivamente, la humanidad está ahora gestando una conciencia global emergente que señala nuestra madurez incipiente, nuestra mayoría de edad, en una época en la que nuestros problemas más desafiantes se han elevado al nivel en el que la preocupación por una región es la preocupación por todo el planeta.

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Nuestro entendimiento común ahora es el de responsabilidades más amplias, colaboraciones más amplias, identidades más amplias y lealtades más amplias, todo ello subrayando un propósito y una dirección colectivos. Nuestra necesidad común es una moral global que guíe los esfuerzos unificados hacia la armonía global.

Esta necesidad ha conducido a la identificación del principio bahá’í de «la conciencia de la unidad de la humanidad» como el «rasgo distintivo» y el «tema central» de la revelación de Bahá’u’lláh, un principio que no solo puede visualizarse, sino también alcanzarse, ya que los siete continentes de la Tierra se han convertido en una aldea global.

Cada ciclo espiritual tiene sus propios Diez Mandamientos, o Bienaventuranzas, que caracterizan el espíritu de la época, o la esencia de la verdad espiritual para ese tiempo. En un mundo cada vez más interdependiente, para que este principio rector primario de nuestro tiempo se cumpla, también se necesita un conjunto de principios de apoyo que permitan que surja una conciencia de unidad. Estos principios, señalan las enseñanzas bahá’ís, deben construirse sobre una base de justicia social en todos los ámbitos, y también sobre un marco que respalde la unidad mundial. He aquí algunos de estos principios de apoyo unificador de las enseñanzas bahá’ís:

  • La investigación independiente de la realidad es un derecho y una obligación humana fundamental. Seguir ciegamente y sin crítica las ideas de otros es una de las principales fuentes de conflicto en el mundo actual. Todo el mundo tiene la responsabilidad de distinguir la verdad de la falsedad; una búsqueda sin trabas de la verdad revelará que la verdad es una.
  • La ciencia y la religión son dos sistemas de conocimiento armoniosos que exploran una sola realidad. Uno no debería tener que elegir entre una vida de fe o una vida de razón. Las verdades científicas se descubren, y las religiosas se revelan; ambas son facetas de una misma verdad, y ambas hacen avanzar la civilización cuando se aplican de forma altruista. 
  • Las mujeres y los hombres son iguales a los ojos de su Creador. La plena igualdad entre los géneros en todos los ámbitos es un requisito previo para la paz en el mundo. Los valores y las cualidades femeninas, como la compasión, la crianza, la cooperación y la empatía, tienen que pasar a primer plano.
  • La solución espiritual a los problemas económicos del mundo es equilibrar los extremos de la riqueza y la pobreza. Lograr una prosperidad mundial equilibrada requiere utilizar los recursos humanos y materiales para el bien de todos a largo plazo, y no para la ventaja a corto plazo de unos pocos.
  • Todas las formas de prejuicio, religioso, étnico, nacional o de clase, deben ser sustituidas por el reconocimiento de la unidad de la familia humana. La discriminación, la opresión o el racismo hacia cualquier grupo hacen sufrir a toda la sociedad. Un respeto más profundo por el valor intrínseco de cada cultura e individuo es una expresión de nuestra totalidad.
  • Todas las expresiones religiosas se originan en una sola fuente y comparten una unidad de propósito. La verdad religiosa no es absoluta, sino relativa. Las enseñanzas espirituales y sociales de cada época son facetas de una verdad que ilumina una realidad.
  • El propósito de la justicia es establecer la unidad. Como encarnación del orden en la Tierra, la justicia es una fuerza suprema para la rectitud moral, la igualdad social y el mantenimiento del equilibrio inherente a la vida. La justicia unitiva es un reflejo de la unidad absoluta de toda la creación.
  • La naturaleza es la encarnación de lo divino. Toda la tierra es sagrada; sus vastos recursos son un patrimonio común que debe ser protegido como un fideicomiso divino para toda la humanidad. Una intrincada red de relaciones interdependientes sostiene nuestro planeta. Nuestra supervivencia colectiva depende del cuidado mutuo del entorno natural. La salud ecológica está inextricablemente ligada a la salud espiritual. 

Estos principios interconectados, junto con la educación universal (especialmente de las niñas), el trabajo realizado con espíritu de servicio y una mancomunidad global construida sobre principios de seguridad colectiva, representan la esencia de la verdad espiritual para nuestro tiempo. Todas ellas proceden directamente de la revelación de Bahá’u’lláh, revelada por primera vez en la segunda mitad del siglo XIX. Señalan una visión global del futuro de la humanidad que nos llevará de una conciencia de dualidad a una conciencia de unidad, marcando el comienzo de la madurez de la humanidad.

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Estos principios están tan interrelacionados que la realización de uno de ellos depende de la realización de todos los demás. Cada uno de ellos manifiesta aspectos del principio global de la unidad de la humanidad, cuyo destino estará determinado por la profundidad de la convicción colectiva que se dé a estos principios espirituales fundamentales de nuestro tiempo. A medida que se pongan en práctica, al igual que los anteriores mandatos de las escrituras contra la idolatría, el robo y el falso testimonio en su momento, se reconocerán cada vez más como catalizadores de una civilización en continuo progreso.

Todos estos principios unificadores son los peldaños necesarios, y los requisitos previos, para construir una cultura de unidad y paz. La Casa Universal de Justicia, el órgano de dirección mundial de la Fe bahá’í elegido democráticamente, ha escrito:

El orden mundial sólo puede fundarse sobre una imperturbable conciencia de la unidad de la humanidad, verdad espiritual que confirman todas las ciencias humanas. La antropología, la fisiología y la psicología reconocen sólo una especie humana, aunque con infinitas variantes en los aspectos biológicos secundarios. Para admitir esta verdad hay que abandonar los prejuicios, toda clase de prejuicios: de raza, clase, color, credo, nación, sexo, grado de civilización material; todo lo que hace que la gente se considere superior a los demás.

Superar las divisiones que nos separan y avanzar hacia la unidad mundial es la trama de la historia de nuestro tiempo. La unicidad es la promesa llevada a través de la gran cadena del ser y renovada en el presente, que nos conduce hacia la inclusión, el altruismo, la igualdad, la unidad y la paz.  

Está surgiendo una ética global que tiene como fuente un conjunto de valores y principios universales que, como afirma la Declaración del Parlamento de las Religiones del Mundo de 1993, «ya existe en las enseñanzas religiosas del mundo», «a pesar de todas sus diferencias».

Esta ética global, representada por primera vez en el pronunciamiento de mediados del siglo XIX de Bahá’u’lláh, fundador de la Fe bahá’í, gira en torno a estos temas de los escritos de Bahá’u’lláh: «La tierra es un solo país, y la humanidad sus ciudadanos», y «Moráis en un solo mundo y habéis sido creados por la acción de una sola Voluntad».

La transformación de la conciencia en la que hemos entrado requiere que transformemos no solo la forma de ver la religión, sino también la forma de ver a la propia humanidad. Una ética global no puede realizarse plenamente hasta que adoptemos y vivamos según una conciencia de unidad basada en la verdad de que la humanidad es una. 

Las enseñanzas bahá’ís declaran que ha surgido un nuevo capítulo en la evolución de la religión. La primavera del mundo interior está infundiendo un nuevo espíritu en el mundo exterior. Fuerzas espirituales invisibles, pero siempre presentes, reveladas progresiva y cíclicamente, están siendo liberadas en nuestro tiempo, empujando la evolución a niveles más altos de convergencia, asegurando la llegada a la madurez de la humanidad. Vivimos en la conjunción de la transformación y la integración, donde la paz y la unidad mundial se convierten en objetivos realmente alcanzables a medida que construimos una cultura de unidad, los cimientos de una nueva civilización.

Adaptado de The Story of Our Time de Robert Atkinson: From Duality to Interconnectedness to Oneness, Sacred Stories Publishing: https://amzn.to/3jK8lHJ

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