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Las enseñanzas bahá’ís dicen que la humanidad ha entrado en una nueva era, a la que Abdu’l-Bahá llamó «esta época de majestad, como el despliegue de un espectáculo en que se exponen a la vista las realidades de todas las cosas».
Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í, identificó la época que estamos viviendo como el tan esperado «Día que no será seguido por la noche», una era que «… es única, y debe distinguirse de las que la han precedido».
En la historia espiritual del mundo, dicen las enseñanzas bahá’ís, la humanidad está haciendo ahora una transición trascendental, de una historia de 6.000 años que los bahá’ís llaman la «Era Profética» a una «Era de Cumplimiento», en la que amanecerá la Edad de Oro de la humanidad.
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Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, describió esta nueva era de madurez espiritual y social colectiva en su libro «Dios pasa», marcando sus inicios desde el momento en que a finales de 1852 Bahá’u’lláh recibió las primeras indicaciones de su nueva revelación mientras estaba encarcelado en el Pozo Negro de Teherán:
Una Revelación, saludada como la promesa y gloria cimera de épocas y siglos pasados, como la consumación de todas las Dispensaciones del Ciclo Adánico, la cual habrá de inaugurar una era de una duración no inferior a mil años, y un ciclo destinado a durar no menos de cinco mil siglos, que ha de señalar el fin de la Era Profética y el comienzo de la Era del Cumplimiento, sin igual tanto por la duración del ministerio de su Autor como por la fecundidad y esplendor de Su misión; tal Revelación, como ya se ha destacado, nació en la oscuridad de un calabozo subterráneo…
Desde una perspectiva amplia de la historia de la humanidad, que abarca unos 200.000 años desde la primera aparición de los seres humanos anatómicamente modernos en el registro fósil hasta la actual era digital, los datos arqueológicos sugieren que aproximadamente el 95% de ese tiempo todos los grupos de población humana podrían clasificarse como sociedades de cazadores-recolectores. No fue hasta hace unos 10.000 años (o 2.000 años más o menos) cuando una serie de poblaciones humanas de toda la Tierra comenzaron a domesticar diversos tipos de plantas y animales, lo que dio lugar a la aparición gradual de sociedades pastoriles, hortícolas y agrarias. Los antropólogos afirman que este proceso de transformación sin precedentes, denominado Revolución Neolítica, se produjo de forma independiente en varios lugares del planeta aproximadamente al mismo tiempo.
El cultivo deliberado y sistemático de plantas, que dio lugar a su vez a agrupaciones de población asentada, estableció un entorno propicio para la invención del lenguaje escrito en Mesopotamia hace casi 6.000 años. Para los historiadores, este desarrollo de incalculable importancia proporciona la línea de demarcación entre lo que se denomina «prehistoria» e «historia registrada». Para los bahá’ís, esto coincide aproximadamente con el comienzo de la Era Profética.
Todo esto ha conducido a los intrigantes acontecimientos de los últimos siglos. Con la aparición relativamente reciente de las sociedades industriales y postindustriales, nuestra especie está atravesando un periodo de transición en la historia de la humanidad que no tiene parangón desde la Revolución Neolítica. El escenario se preparó con la Revolución Científica de los siglos XVII y XVIII, que condujo a la obtención de la energía eléctrica a finales del siglo XIX y de la energía nuclear en el XX. Los alucinantes y rápidos avances en los viajes y las comunicaciones, la aparición de la tecnología de la información, Internet y la World Wide Web, han transformado este vasto planeta en un barrio global condensado. Shoghi Effendi, escribiendo en su libro El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, lo caracterizó así:
La unificación de toda la humanidad es el distintivo de la etapa hacia la cual se aproxima ahora la sociedad. La unidad de la familia, de la tribu, de la ciudad estado y de la nación han sido intentadas sucesivamente y establecidas por completo. La unidad mundial es la meta que una humanidad hostigada se empeña por lograr. La construcción de las naciones ha llegado a su fin. La anarquía inherente a la soberanía del Estado se acerca a su clímax. Un mundo que crece hacia la madurez debe abandonar este fetiche, reconocer la unicidad y la integridad de las relaciones humanas y establecer, de una vez por todas, el mecanismo que mejor pueda encarnar este principio fundamental de su vida.
Las enseñanzas bahá’ís sobre la unicidad de la religión explican que la intensidad de la revelación traída por un nuevo mensajero de Dios para una época concreta está en proporción directa con la receptividad y la capacidad de la humanidad en ese momento de la historia, lo que explica por qué es tan importante apreciar el extraordinario momento en que vivimos. Esta época será testigo del nacimiento de la civilización global, y ese cambio revolucionario requiere una medida de revelación divina acorde con estos desarrollos sin precedentes. Los bahá’ís creen que Bahá’u’lláh ha proporcionado esa nueva y poderosa revelación, que su nueva Fe cumplirá la promesa dada en el Padre Nuestro: «Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad tanto en la tierra como en el cielo».
Una analogía matemática podría ayudarnos a apreciar el alcance de esta nueva era para la sociedad humana. Si ampliamos la escala para captar la duración total de 5.000 siglos de la Era del Cumplimiento, y la comparamos con la duración de 6.000 años de la Era Profética, comprende una proporción de 6 a 500, o mejor dicho, una proporción de 3 a 250. A continuación, dividamos por 4 para obtener una proporción de 3/4 a 62,5. ¿Por qué dividir por 4? Porque tres cuartas partes de un año son nueve meses, lo que nos da una relación de nueve meses, la duración típica del desarrollo prenatal humano, a 62,5 años, una vida adulta.
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Así que para los bahá’ís toda la Era Profética, todo lo que se ha registrado en la historia hasta ahora, representa el período de gestación para el nacimiento de una civilización pacífica, unificada y verdaderamente global.
El llamamiento de Bahá’u’lláh a los reyes y gobernantes del mundo para que reconcilien sus diferencias y trabajen por la paz y la justicia es como si un médico nos dijera que es hora de empezar a empujar, porque el bebé está en camino. Solo hemos llegado al proceso de nacimiento, y todavía tenemos una larga vida civilizatoria por delante. Bahá’u’lláh escribió:
La Tierra se encuentra ahora en estado de gravidez. Se aproxima el día en que habrá producido sus más nobles frutos, en que de ella habrá brotado las más majestuosas bendiciones.
El vasto océano de la revelación de Bahá’u’lláh contiene en su interior el núcleo de la ética global que tan desesperadamente necesitamos en esta nueva era y trae consigo las fuerzas espirituales que impulsarán a la humanidad en esta coyuntura crucial.
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