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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Cultura

El poder de la narración consciente de historias

Makeena Rivers | Nov 15, 2020

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Makeena Rivers | Nov 15, 2020

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

A todos nos afectan las historias que encontramos en la literatura, el cine, o incluso las que escuchamos a través de nuestras familias. Las historias tienen el poder de contextualizar nuestro pasado y guiarnos en la forma en que miramos hacia el futuro. A medida que la tecnología avanza, mejoramos la animación de nuestras historias a través del cine y la televisión y las mejoramos con la música y el teatro. Incluso hemos aprendido a contar historias a través de las redes sociales. Con tantas formas de compartir nuestras historias, ¿cómo podemos aprovechar este poder en nuestra vida diaria para el bien de la humanidad?

Si queremos usar la narración de historias para el bien, tenemos que emplear la sabiduría y aprovechar la inspiración espiritual. Una historia puede hacer mucho más que evocar emoción y admiración: con la fuerza añadida de la distribución a través de los medios, las historias pueden mover nuestro mundo hacia la paz, la justicia o cualquier cosa que imaginemos.

Pero en lugar de destacar nuestra capacidad para superar los impulsos egoístas, he notado que las historias que leo en las noticias o en las redes sociales a menudo hacen hincapié en los valores tribalistas, individualistas y materialistas. También presentan una supuesta información «objetiva» a la vez que imponen sutilmente normas poco saludables.

La oficina de la Comunidad Internacional Bahá’í en las Naciones Unidas declaró en 1994: «…Gran parte de la atención de los medios de comunicación se centra en las diferencias aparentemente insuperables que dividen a los pueblos y las naciones… Los medios tienen la responsabilidad de ayudar a la gente a comprender que la diversidad… puede ser un poderoso recurso para el desarrollo social… Los medios deben resaltar el honor de servir a la humanidad». Los mensajes que recibimos a través de las historias tienen la capacidad de afectar la motivación de la audiencia y, por lo tanto, su bienestar espiritual.

He tenido muchas conversaciones con personas de mi círculo social sobre el poder de la atracción, seleccionando cuidadosamente las palabras para dar vida lo que deseamos. El profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, señaló el significado de las palabras que elegimos usar: : “Una palabra puede compararse con el fuego, otra con la luz, y la influencia que ambos ejercen es patente en el mundo. Por lo tanto, un sabio iluminado debería hablar principalmente con palabras tan suaves como la leche, para que, gracias a ellas, se nutran y se instruyan los hijos de los hombres”.

Si nuestros medios de comunicación describen constantemente el destino de la humanidad como uno condenado al fracaso, o si ponen demasiado énfasis en nuestro deseo sexual, la comodidad material y la búsqueda de atención por encima de las aspiraciones más elevadas, ¿podría tener un impacto en la forma en que nos desenvolvemos en el mundo? ¿Podrían las historias que contamos atraer el estancamiento de nuestras vidas?

A primera vista, un titular de noticias nacionales que leí recientemente parece factual: «El boom de la vivienda: Las ventas de casas de un millón de dólares se duplican». Pero cuando pienso sobre ello, parece que esto glorifica la riqueza material. Cuando comienzo a reflexionar sobre el titular, incluso la palabra «boom» parece sesgada. ¿Por qué es un boom cuando los hombres ricos compran nuevas casas y no cuando los que no tienen casa adquieren un refugio estable? En más fuentes de noticias locales, aquí en la ciudad de Nueva York hubo un artículo titulado «La policía de Nueva York continúa con la búsqueda del prisionero que escapó cerca del hospital de Harlem» generando una gran alarma para una persona que vive en ese vecindario al etiquetar a la persona desaparecida como «prisionero» y usando la pesada palabra «escape». Harlem es también un barrio históricamente d, ase personas negras, así que ya sea explícitamente declarado o no, el artículo establece una expectativa en la mente de los lectores sobre el peligro de los barrios negros.

Es evidente que es absolutamente esencial que nuestras noticias cubran las dificultades que son una realidad en nuestra sociedad hoy en día, pero muchos de nosotros recibimos las noticias con un sentimiento de desesperación. Con el fin de mantener la energía para intentar incluso mejorar el mundo que nos rodea, también es útil tener ser conscientes sobre las cosas constructivas que están sucediendo en nuestras comunidades y en nuestro mundo en general. Comprender el trabajo y la experiencia que se está desarrollando para hacer frente a los efectos inminentes del calentamiento global – o las historias de jóvenes que se unen para crear soluciones para el descontento en sus comunidades – son ejemplos de cosas que a menudo quedan al margen de las historias que leemos.

Bahá’u’lláh también escribió que los periodistas deben “purificarse de los impulsos de los deseos y pasiones malignas y ataviarse con la vestidura de la justicia y la equidad”.

Esta cita podría aplicarse a los narradores de historias de todas las ramas, ya que todos somos susceptibles a navegar por esos «deseos y pasiones malignas», como el deseo egoísta de fama, dinero o poder.

Cuando contamos y escuchamos historias en nuestra vida diaria, tenemos que reconocer el poder de cada palabra que escuchamos y hablamos. Todos tenemos una potente capacidad para cambiar el mundo que nos rodea a través de una narración basada en la honestidad, la autenticidad y la humildad.

Podemos usar el poder de cada palabra para desmantelar lo que es problemático y erróneo y construir lo que es noble y saludable.

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