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El propósito espiritual de nuestra vida física

From the Editors | Ene 24, 2023

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From the Editors | Ene 24, 2023

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En el relato bíblico de la creación, Dios creó a la humanidad a partir de los mismos elementos de la Tierra, lo que significa que el cuerpo de Adán es completamente uno con la naturaleza. Génesis 1:7 dice:

Y el Señor formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y así llegó a ser un alma viviente.

Cuando leemos este pasaje literalmente, simplemente nos sugiere que Dios dio RCP al cuerpo sin vida de Adán –pero leyendo el pasaje de otra manera, podemos considerar que el aliento simboliza la vida interior del espíritu.

Metafóricamente, esta historia del origen bíblico nos dice que algo del espíritu de Dios vive dentro de todos nosotros. En ese sentido simbólico, todo ser humano ha sido creado verdaderamente a imagen de Dios, pues Dios es espíritu. Bahá’u’lláh enseñó que el propósito de esta vida es desarrollar ese espíritu:

   Las plantas que germinaron, oh mi Señor, en los corazones de tus amados, se han marchitado. Haz descender sobre ellos, de las nubes de tu espíritu, aquello que haga crecer dentro de sus pechos las tiernas hierbas de tu conocimiento y sabiduría. 

En consecuencia, los escritos bahá’ís comparan esta idea de desarrollo espiritual con un niño en el vientre de su madre. En ese breve embarazo de nueve meses, el feto se desarrolla físicamente como preparación para este mundo. Un bebé en el vientre materno no necesita ojos, piernas, pulmones ni las facultades del habla. Sin embargo, todas estas capacidades físicas deben reunirse en el útero para que el niño alcance su pleno potencial cuando nazca en este mundo. Del mismo modo, en este plano físico nuestro propósito implica desarrollar los atributos espirituales que necesitaremos en el otro mundo.

Estas cualidades espirituales internas tienen un origen místico. Como explicó Bahá’u’lláh:

… como has observado, cuando aparece el fruto, se manifiesta en su maravillosa hermosura y gloriosa perfección. Ciertos frutos, de hecho, sólo alcanzan su pleno desarrollo después de ser cortados del árbol.

En otro pasaje Bahá’u’lláh escribió:

El hombre es como un árbol. Si está adornado con frutos, es digno de alabanza y encomio, y siempre lo será. Por el contrario, un árbol sin frutos sólo sirve para el fuego. Los frutos del árbol humano son exquisitos, altamente deseados y muy apreciados. Entre ellos se encuentran el carácter recto, las acciones virtuosas y las palabras agradables.

Entonces, ¿cómo empezamos a desarrollar esos frutos espirituales? Al igual que un árbol depende del sol, la tierra y el agua para vivir, nuestras vidas espirituales necesitan apoyo externo, fundamento y alimento. Ante todo, necesitamos el amor de Dios. Como proclamó Bahá’u’lláh:

Para cada uno de vosotros es deber supremo escoger para sí lo que nadie pueda violar ni usurpar. Esto es –y ello Me lo atestigua el Todopoderoso– el amor a Dios, si tan sólo pudierais comprenderlo.

A continuación, necesitamos fundamentarnos en una educación espiritual. Bahá’u’lláh describió a los fundadores y profetas de las grandes religiones como «Raíces del Conocimiento». Estas manifestaciones de Dios y sus enseñanzas espirituales esenciales proporcionan a las personas el conocimiento, la fuerza y los cimientos necesarios para el desarrollo del carácter y la maduración espiritual.

El árbol de nuestro ser necesita beber el agua vivificante de la palabra de Dios. Los escritos de Bahá’u’lláh dicen:

El Agua para estos árboles es el agua viva de las Palabras sagradas pronunciadas por el Bienamado del mundo. En un instante esos árboles son plantados, y en el siguiente sus ramas habrán alcanzado los cielos mediante las efusiones de las lluvias de la merced divina.

Las enseñanzas de Bahá’u’lláh brindan esa «agua viva» a la humanidad, así como a cada individuo. Los escritos bahá’ís se centran en el crecimiento espiritual individual, pero también en la protección, la guía, la paz y la unidad de la sociedad en su conjunto. Según las enseñanzas bahá’ís, hoy en día no es solo el alma individual quien busca la salvación, sino toda la raza humana.

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