Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Indudablemente has oído hablar de las filosofías de la nueva era «La Ley de la Atracción» o «El Secreto», la creencia de que los pensamientos positivos o negativos atraen experiencias positivas o negativas a la vida.
La ideología afirma que enfocarse en algo y realmente creer que lo tendrá significa que el pensamiento se manifestará en la realidad física. Por ejemplo, si le pide al universo cinco millones de dólares y tiene fe en que entrará en su vida, su sueño se hará realidad.
Estas nuevas teorías hacen un paralelo al viejo libro de Norman Vincent Peale, The Power of Positive Thinking (El poder del pensamiento positivo), publicado originalmente en 1952, que promovió la idea de tener éxito porque te imaginas a ti mismo como exitoso, una idea similar a la autohipnosis.
Como bahá’í, creo que el poder del pensamiento positivo puede funcionar a veces, pero también me someto al poder más grande de un Creador omnipotente y amoroso. Sé que tengo libre albedrío, pero creo que someterme a la voluntad de Dios es esencial, ya que Su plan es más grande que el nuestro. Si bien creo que puedo cocrear mi destino junto a Dios, creo que finalmente Él tiene la última palabra, lo que sin duda me beneficiará espiritualmente a largo plazo.
¿Has escuchado aquellas desafortunadas historias de los ganadores de lotería que ganan millones de dólares y luego lo pierden todo, o les toca enfrentarse siempre con miembros codiciosos de su familia?
Muestran que depender de externalidades como el dinero, la belleza, la fama, etc. para la felicidad solo ofrece una satisfacción temporal y, a menudo, deja al individuo espiritualmente sediento. En última instancia, buscamos estas cosas materiales porque queremos sentirnos amados, vistos, valorados, etc.
En cambio, ¿por qué no ir directamente a la fuente, nuestro Creador? En este sentido, la Ley de Atracción tiene validez, porque debemos dar amor para recibirlo. Debemos abrir nuestros corazones y permitir que entre el amor de Dios.
Al crecer, mi madre me dijo que el amor de Dios era como el sol y, a veces, las personas sostenían como una sombrilla que bloqueaba la luz de ese sol. El amor de Dios siempre estuvo allí, pero yo debía eliminar las barreras espirituales que me hacían sentir lejos de su gracia:
¡Oh Hijo del Ser! Ámame, para que Yo te ame. Si tú no Me amas, Mi amor no puede de ningún modo alcanzarte. Sábelo, oh siervo. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, pág. 28.
La Ley de Atracción dice que los pensamientos positivos o negativos que producen experiencias correspondientes en el mundo físico, y he visto que esta dinámica generalmente es cierta en mi propia vida. Cuando tengo una mala actitud y me concentro en lo negativo, me siento atrapada en una rutina de oscuridad y tiendo a atraer a personas y situaciones que reflejan esa perspectiva. Afortunadamente, lo contrario también es cierto: cuando reflejo la luz de Dios, siento alegría en mi ser. Experimento la magia de fluir junto al viaje de la vida. Me encuentro con ángeles en mi camino y las puertas se abren inesperadamente. Muchos de nosotros hemos experimentado situaciones similares en las que un cambio de actitud transforma nuestras circunstancias externas. Las enseñanzas bahá’ís mencionan la Ley de Atracción en ese sentido:
Lo mismo sucede con el gran cuerpo de la humanidad. La asombrosa Ley de Atracción, Armonía y Unidad, mantiene unida a esta maravillosa Creación.
Así como es con el todo, es con las partes; tanto sea una flor o un cuerpo humano, cuando el principio de atracción se retira de ellos, la flor o el ser humano mueren. Resulta claro, por consiguiente, que la atracción, la armonía, la unidad y el Amor son la causa de la vida, mientras que la aversión, la discordia, el odio y la separación acarrean la muerte.
Hemos visto que cualquier cosa que traiga división al mundo de la existencia causa la muerte. Igualmente, en el mundo del espíritu actúa la misma ley.
Por consiguiente, todos los siervos del Dios único deberían ser obedientes a la ley del Amor, evitando el odio, la discordia y la lucha. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 168.
Incluso si no está de acuerdo con la validez de la Ley de Atracción, ¿no se siente mejor ser una persona feliz, positiva y amorosa en lugar de una persona cínica, de mente cerrada y deprimida? Me doy cuenta de que la vida no siempre es tan en blanco y negro, sino como dijo el gran líder Mahatma Gandhi:
Tus creencias se convierten en tus pensamientos, tus pensamientos se convierten en tus palabras, tus palabras se convierten en tus acciones, tus acciones se convierten en tus hábitos, tus hábitos se convierten en tus valores, tus valores se convierten en tu destino.
Los escritos bahá’ís confirman que Dios quiere que seamos felices y que nos enfoquemos en los aspectos positivos de la vida, incluso en medio de las situaciones más terribles:
Deseo que seáis felices… que riáis, sonriáis y os regocijéis para que otros puedan ser felices a través vuestro. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 231.
La ciencia moderna ha demostrado que una perspectiva y una actitud positivas hacen que las personas sean más saludables, felices y empoderadas. Esta aumenta tu energía, tu motivación e incluso tu rendimiento. Siempre podemos elegir la felicidad al enfocarnos en el lado positivo de incluso las circunstancias más difíciles. La gratitud es la clave. Cuanto más agradecemos las bendiciones de Dios, más abundan.
En cierto sentido, entonces, la Ley de Atracción funciona. Creo que nuestro propósito como seres espirituales es emanar las virtudes de Dios y difundir alegría y amor al servicio de la humanidad. Esto comienza con cada uno de nosotros. Así también, debemos considerar nuestro propio bienestar espiritual, debemos amarnos y cuidarnos a nosotros mismos para poder servir a nuestro prójimo. Si nuestra copa está vacía no tendremos nada que dar, pero si nuestros corazones están en llamas con el amor de Dios, nuestras almas pueden iluminar el mundo:
¡La alegría nos da alas! Cuando estamos contentos nuestra fuerza es más vital, nuestra inteligencia más aguda y nuestro entendimiento menos nublado Nos sentimos más capacitados para enfrentarnos con el mundo y para encontrar nuestra esfera de utilidad. Pero cuando la tristeza nos visita nos debilitamos, nuestro vigor nos abandona, nuestro entendimiento se nubla y nuestra inteligencia se vela. Las realidades de la vida parecen eludir nuestra comprensión, los ojos de nuestro espíritu no aciertan a descubrir los misterios sagrados, y nos convertimos en seres casi muertos.
«No existe ser humano que no esté sometido a estas dos influencias; pero todos los sufrimientos y las penas que existen provienen del mundo material; el mundo espiritual sólo confiere alegría». – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 144-145.
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