Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Comencé este ensayo en un retiro de escritura en el Instituto Bahá’í Desert Rose que está ubicado en el medio de la nada en Arizona.
Un grupo pequeño se reunía para comer juntos, pero la mayoría del tiempo se dedicó a la meditación y la escritura. Es tanta la presión con la presencia casi permanente de la tecnología actualmente que uno podría querer desconectarse un rato de esas vidas recargadas de actividades, de la sobrecarga de información y “presionar el botón de pausa” como a mí me gusta decirlo.
Los participantes del retiro pasaban el tiempo trabajando en distintos géneros escritura: biografías, memorias, ensayos, ficción, etc. No todos estamos hechos para todos los géneros, o incluso no todos estamos hechos para escribir. Mi esposo, por ejemplo, es un cerebrito de la computadora e ingeniero, pedirle a él que escriba sería como una forma de tortura.
Pero para aquellos que sí usan la escritura como una forma de expresión, existen algunas percepciones en los enseñanzas Bahá’ís acerca de lo que constituye una buena redacción, o mejor dicho, sobre escribir algo que tenga una influencia positiva sobre la humanidad. De hecho, las enseñanzas Bahá’ís contienen consejos poderosos y efectivos para todos los que usen la comunicación, ya sea verbal o escrita.
Refiriéndose acerca del papel emergente de los periódicos del siglo XIX, Bahá’u’lláh los describió como “el espejo del mundo”. Él también llamo a los periodistas a ser cautelosos:
“… Es responsabilidad de sus escritores purificarse de los impulsos de los deseos y pasiones malignas y ataviarse con la vestidura de la justicia y equidad. Deben informarse todo lo posible sobre las situaciones y averiguar los hechos, y solo entonces transcribirlos”. Tablas de Bahá’u’lláh, p. 53
Este consejo parece mucho más relevante que nunca en esta era de “falsas noticias”. Leí la edición semanal de “Christian Science Monitor”, la última editorial se titulaba: “¿Por qué la verdad está en llamas?”. Noté que “las redes sociales nos llenan de grandes cantidades de información incorrecta: los noticieros de 24 horas llena su transmisión de opiniones personales y comentarios. Esto en grandes dosis, es terriblemente dañino”.
El artículo sugería la práctica de expresar puntos de vista alternativos como medio para considerar otras perspectivas y así participar en un pensamiento crítico y salir de nuestra “zona de conforte mental”. Cuando era estudiante de periodismo, ese era el papel que debían tomar los reporteros.
Evidentemente, no hay muchos comentarios en los Escritos Bahá’ís sobre cómo maniobrar el terreno minado de información al que tenemos acceso en este siglo XXI, pero definitivamente existen guías sobre el uso del habla para poder tener un impacto positivo. Las palabras “tacto y sabiduría” se usan en repetidas ocasiones, como en la siguiente cita:
“…La palabra humana es una esencia que aspira a ejercer su influencia y necesita ser moderada. En cuanto a su influencia, está condicionada al refinamiento, que a su vez depende de corazones que sean desprendidos y puros. En cuanto a su moderación, esta debe combinarse con el tacto y la sabiduría, tal como está prescrito en las Sagradas Escrituras y Tablas”. Tablas de Bahá’u’lláh, p. 233.
En la parte introductoria de “Una compilación Bahá’í de escritores y escritos” de Robert Weinberg, él escribe que ‘Abdu’l-bahá, una de las figuras centrales de la Fe Bahá’í, “…equilibra hábilmente el análisis social con una exposición espiritual, usando un lenguaje que personifica el llamamiento de Bahá’u’lláh por un estilo de comunicación con tacto, sabiduría, justicia e integridad”.
Personalmente, no soy conocida por tener mucho tacto. Generalmente, solía darle mucha estima a “decir las cosas como son” en lugar de “barrer el polvo bajo la alfombra”. Algunas veces, las personas apreciaban mi honestidad cuando nadie más se atrevía a decir lo que era necesario. Sin embargo, también he aprendido, a través de muchas pruebas y errores, que el cómo y cuándo hacen una gran diferencia en cómo son percibidos los distintos puntos de vista. A veces, el silencio es la mejor opción.
Una de las guías más importantes sobre este punto lo da Bahá’u’lláh, quien dice:
“No todo lo que sabe un hombre se puede expresar, ni todo lo que él pueda expresar ha de considerarse oportuno, ni tampoco puede toda expresión oportuna estimarse adecuada para la capacidad de los que la oyen”. Bahá’u’lláh, Pasaje de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 90.
También habla sobre el poder de la palabra para ya sea elevar al hombre o degradarlo:
«Lo que se escribe no debe transgredir el límite del tacto y la sabiduría, y en las palabras usadas deben yacer ocultas las propiedades de la leche, para que los hijos del mundo puedan nutrirse y obtener la madurez. En el pasado hemos dicho que algunas palabras tienen la influencia de la primavera y logran que los corazones se vuelvan frescos y verdes, mientras que otras palabras son como una plaga que marchita capullos y flores». De una tabla de Bahá’u’lláh escrita a un creyente.
En un nivel práctico, he encontrado de ayuda siempre recordar antes de expresar opiniones o pensamientos si es que lo que decimos es verdad, inspira a alguien, es necesario o amable. Sin importar qué herramientas usemos, parece más importante que nunca, en una era tan llena de odio y desunión, que cada uno de nosotros tome su papel en elevar el discurso colectivo.
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