Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Durante los últimos dos meses, 600 000 de muslmánes rohinyás han huído de la violencia en Birmania. Ya sea que lo llames genocidio, limpieza étnica o solamente guerra, esto debe parar. ¿Pero cómo?
Recientemente, hice el siguiente comentario sobre las matanzas en el pueblo rohinyás: “Hasta que seamos conscientes que TODAS las formas de prejuicio, todo tipo de pensamiento de “yo soy mejor que tú porque…” está mal, seguiremos sufriendo, comunidad por comunidad. Cada uno de nosotros podemos hacer algo para aliviar este horrendo sufrimiento. Amémos incondicionalmente y prestemos especial atención a las siguientes generaciones”.
Una hermana mía contestó, “¡Amén!”. Ese es exactamente el problema. Cada religión, raza y étnia cree que sus creencias son las mejores. Y el resultado de esto es la limpieza étnica, las guerras religiosas y las guerras tribales. Estamos viviendo en tiempos muy tristes. Debemos apreciar y amar a cada ser humano.
Es claro que todos compartimos una misma preocupación y que en el centro de estos grandes sufrimientos que plagan la tierra está el prejuicio y un trágico error. En el fondo, algunos de nosotros creen que somos esencialmente mejores que otros. Las enseñanzas Bahá’ís nos alientan a reflexionar sobre esta creencia equivocada:
«¡Oh hijos de los Hombres! ¿No sabéis acaso por qué os hemos creado a todos del mismo polvo? Para que ninguno se enaltezca a sí mismo por encima del otro. En todo momento, ponderad en vuestro corazón cómo habéis sido creados. Puesto que os hemos creado a todos de una misma sustancia, os incumbe ser como una sola alma, caminar con los mismo pies, comer con la misma boca y habitar en la misma tierra, para que mediante vuestros hechos y accionesse manifiesten, desde vuestro íntimo ser, los signos de la unicidad y la esencia del desprendimiento. Este es mi consejo para vosotros, ¡oh concurso de la Luz! Prestad atención a este consejo para que obtengáis el fruto de la santidad del árbol de maravillosa gloria». Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas, p. 70.
Así que examinemonos honestamente en qué cremos que somos mejores que otros. Piense ¿mejor de quién creo que soy? ¿De una persona que ha cometido un crimen’? ¿alguien que no es de mi tribu, nacionalidad, orientación sexual, ideología política, género, situación económica y social o religión?
Una vez que identificamos este prejuicio, negarlo se volverá más difícil.
El siguiente paso es considerar cómo este prejuicio contribuye directamente al sufrimiento, no solo de las personas que no conocemos, sino de aquellas que amamos. Por ejemplo, si eres una persona que cree es mejor que otra que no comparte su orientación sexual, religión o ideología política, ¿cómo eres distinta de alguna otra persona que cree que es mejor que tú por tu género, color de piel o nacionalidad? ¿Qué tan distinto eres de aquellas personas que asesinan a otros como resultado de sus diferencias?
Recientemente, el Dr. Azeem Ibrahim del Centro para las Políticas Globales reportó en CNN que “en Birmania, monjes budistas extremistas han estado predicando que los rohinyás son personas que han reencarnado de serpientes e insectos. Ellos dicen que matarlos no sería un crimen contra la humanidad, sería más un acto de control contra plagas”.
Esta ilusión de distinción y superioridad invita a un instinto de hiper sobrevivencia: esto supone que exitste un tú y un yo, un ellos y un nosotros, este grupo y ese grupo, que de alguna forma nos da un sentido de división y superioridad al que no tenemos derecho. La idea “te amo pero no te acepto” no es ni amor verdadero ni compasión. Cuando las personas se sienten amenazadas o inseguras, este tipo de amor superficial se va por la ventana y comenzamos a ser testigos de la misma discriminación, persecución y, Dios no lo quiera, violencia y matanza. Si quieres ejemplos tan solo mira la antigua Yugoslavia o Ruanda o la Alemania Nazi.
La distinción y separación son lo opuesto a la unidad y hace que todos seamos más suceptibles al conflicto. Siempre que los recursos sean escasos o tu seguridad se vea amenazada, entonces nos preparamos para la guerra, sufrimiento y gran caos. Cierto, mientras más grande sea el sentimiento de inseguridad, más obvio será nuestro prejuicio inherente y sus horrendas consecuencias serán más intensas. Pero consideremos el otro lado: si todos somos como uno, entonces no habría nadie con quién luchar. Si alguien necesita ayuda, recursos o incluso medios para progresar, entonces querríamos ayudar naturalmente porque nos veremos a nosotros mismos en ellos.
Ese es el mensaje Bahá’í: Somos uno, intrínsecamente unificados y destinado, en última instancia, a vivir como una sola familia humana. Fuimos creados para vivir juntos en un mismo mundo, sin conflictos ni divisiones, solo unidad divina y paz.
La erradicación del prejuicio comienza al cuestionarnos a nosotros mismos, en lo profundo de nosotros, para poder tomar pasos prácticos y honestos hacia la unidad. Debe ser algo tan verdadero que podamos vernos en cada cosa viviente y consagrar nuestros corazones al amor verdadero y compasión.
¿Será fácil? No. ¿Es crítico? Absolutamente, ahora más que cualquier otra etapa de nuestra historia humana.
Este ensayo fue adaptado de un artículo publicado originalmente en la revista» The Gambia’s Glo”.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo