Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La Fe bahá’í se inició a mediados del siglo XIX en Persia y se diseminó rápidamente en todo el mundo durante los siguientes 100 años. En poco menos de un siglo se convirtió en la segunda fe más extendida en el mundo.
La Fe bahá’í es la única religión que ha crecido más rápido que la población en general en todas las regiones de Naciones Unidas en los últimos 100 años. Por lo tanto, la Fe bahá’í fue la fe de mayor crecimiento entre 1910 y 2010, creciendo por lo menos al doble de la velocidad que la población general en todas las regiones de Naciones Unidas. Fuente: Johnson and Grim, The World’s Religions in Figures: An Introduction to International Religious Demography, página 59.
Los primeros países, fuera del medio oriente, con comunidades bahá’ís de tamaño considerable fueron los Estados Unidos de Norteamérica, Gran Bretaña, India y Alemania cuyas comunidades se constituyeron en las décadas de 1890 y 1900. Los primeros bahá’ís alemanes, Alma Knobloch y el Dr. Edwin Fischer, dentista, escucharon de la Fe bahá’í en su condición de inmigrantes en Nueva York, pero regresaron a Stuttgart a comienzos del siglo XX. Fue a partir de estas dos personas que la comunidad bahá’í alemana creció rápidamente.
En 1913, ‘Abdu’l-Bahá, cabeza de la Fe, luego del fallecimiento de su padre, Bahá’u’lláh, visitó durante 8 días Esslingen, Stuttgart y Bad Mergntheim en Alemania. En 1916 los bahá’ís alemanes erigieron un monumento conmemorando la histórica visita de ‘Abdu’l-Bahá a Bad Mergntheim.
A pesar de las aflicciones y tribulaciones de la Primera Guerra Mundial y la inflación galopante durante la República de Weimar, la comunidad bahá’í floreció en la segunda y tercera década del siglo XX. Para 1923 la comunidad bahá’í alemana estaba lo suficientemente bien establecida como para formar una de las primeras asambleas espirituales nacionales bahá’ís del mundo, cuerpo directriz de los bahá’ís de un país elegido democráticamente.
Pero fue entonces que los nazis llegaron al poder.
Cuando Heinrich Himmler prohibió la Fe bahá’í en Alemania en 1937, lo hizo por sus “tendencias internacionalistas y pacifistas”. El gobierno nazi, luego del edicto de Himmler, de manera creciente hizo de los bahá’ís sus blancos de ataques. Primero, derribando el monumento a ‘Abdu’l-Bahá en Bad Mergntheim y luego, en 1939, llevando a cabo arrestos masivos de los anteriores miembros de la asamblea espiritual nacional alemana. Estos bahá’ís, sin mediar cargo alguno, fueron encarcelados y algunos de ellos por períodos muy largos. En 1942, tuvieron lugar más arrestos masivos. Muchos de los bahá’ís de Alemania y de los países vecinos desaparecieron en el sistema de campos de concentración nazi. Los detalles de sus destinos, como los de millones de otros, probablemente nunca serán conocidos.
Irónicamente, en mayo de 1944, exactamente a cien años de los inicios de la Fe bahá’í, el gobierno alemán realizó un juicio público de algunos de los líderes bahá’ís encarcelados en Darmstadt. Un prominente bahá’í alemán, el Dr. Hermann Grossmann, pudo levantarse y hablar en defensa de la Fe durante el juicio, pero todos sabían que el veredicto estaba decidido de antemano. El gobierno encontró a los bahá’ís culpables, dispuso el pago de grandes multas y prohibió todas las instituciones bahá’ís ordenando su disolución.
Uno de los libros más profundos y conmovedores sobre la persecución nazi, Rebirth: The Memoirs of Renee Szanto-Felbermann, (publicado por la editorial bahá’í británica en 1980, y ahora lamentablemente agotado), contiene un desgarrador recuento de aquellos años.
Szanto-Felbermann, una periodista húngara que creció en Alemania y Suiza como judía, se convirtió en la primera bahá’í húngara en 1937. Ella y toda su familia fueron atrapadas en las persecuciones contra judíos y bahá’ís llevadas a cabo por los nazis en Budapest durante la guerra. En múltiples ocasiones, Szanto-Felbermann logró escapar, a duras penas, de la deportación y de la marcha a los campos de la muerte. A pesar de ser arrestada en varias oportunidades y de haber escapado justo a tiempo en otras, su ingenio y valentía la mantuvieron fuera de los campos, pero muchos de sus familiares y amigos más cercanos, tanto judíos como bahá’ís, no tuvieron tanta suerte. Szanto-Felbermann empieza su relato de la siguiente manera:
Dos oficiales alemanes de la SS me enfrentaron apuntando sus revólveres a mi cabeza. “¿Qué hay en la caja?” gritaron. “¡Ábrela!”
“Son libros y manuscritos sobre mi religión, la religión bahá’í “. El oficial que se había arrodillado ante la caja arrancó una hoja y empezó a leer. Sus ojos se posaron en un pasaje [de Bahá’u’lláh] traducido al alemán:
“Los que están llenos de presunción se han interpuesto entre ella y el Médico Divino e infalible. Atestiguad cómo han envuelto a todos los hombres, incluidos ellos mismos, en la red de sus estratagemas”, leyó en voz alta.
“¡Esto parece muy sospechoso!” gritó, “en la mañana serán fusilados y arrojados al Danubio, pero primero vendrá la Gestapo e investigará”. Señalando a mi madre gritó, “¡ella será baleada y arrojada al Danubio! ¡Y el niño también!” Rebirth, páginas. 124-125.
Mediante una combinación de fortuna, valor y oración, Renee escapó con vida y salvó la vida de su madre y de su hijo. También su esposo, que trabajaba con la resistencia húngara contra los nazis corriendo enormes peligros en sus esfuerzos por salvar a otros, de alguna forma logra evitar este terrible destino de sus compatriotas. Esta fascinante travesía de Renee Szanto-Felbermann como buscadora espiritual, como escritora, como bahá’í y como blanco de la cacería nazi, hace que todo lector caiga en cuenta de cómo la dulzura y la gracia pueden en oportunidades superar un gran mal.
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