Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En su receta para un mundo unido, Bahá’u’lláh imaginó el advenimiento de una gobernanza global justa que reuniría a las naciones en un único sistema federado.
Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, escribió que esta visión de justicia global:
… implica el establecimiento de una mancomunidad mundial … cuyos miembros, en calidad de representantes de toda la humanidad, controlarán en última instancia la totalidad de los recursos de todas las naciones integrantes, y promulgarán las leyes que fueren requeridas para reglamentar la vida, satisfacer las necesidades y ajustar las relaciones de todas las razas y pueblos.
Shoghi Effendi explicó además que este tipo de mancomunidad requeriría un «… Un sistema mundial federado que gobierne toda la tierra y ejerza incuestionable autoridad…» sobre sus recursos, su soberanía y sus poderes bélicos.
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Por otra parte, y en paralelo, Shoghi Effendi señaló que este modo de gubernamentalidad global tendría que garantizar que «… la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas”.
Este tipo de gobernanza mundial sirve a los intereses de una paz mundial duradera, un sistema de comercio mundial bien gestionado, la resolución de las crisis mundiales de refugiados y la hambruna, la erradicación de los extremos de riqueza y pobreza mundiales, y soluciones transnacionales eficaces a los grandes problemas mundiales como la extinción de especies y el cambio climático.
En un mundo cada vez más interdependiente, los bahá’ís creen que nuestra evolución hacia la gobernanza global es inevitable.
Dentro del doble ámbito de la gobernanza y la acción a través de iniciativas políticas, esto implica, en palabras de la Comunidad Internacional Bahá’í (BIC) una «toma de decisiones colectiva que maximice la participación de todos los segmentos de la comunidad y busque llegar a la verdad de un asunto determinado». Esto significa una unión local y global de la que debe [surgir] un «consenso … [respecto] al papel que la gobernanza [debe] asumir en la promoción del … bienestar de todos los miembros de la sociedad [y] el de la representación humana en [la gobernanza local y global]».
En este sentido, nosotros, los pueblos del mundo, debemos reorientar nuestra gobernanza, como escribió la BIC, «para proporcionar una participación significativa de los ciudadanos en la conceptualización, diseño, implementación y evaluación de los programas y políticas que les afectan».
La conducta «perfecta» o «recta» de Bahá’u’lláh hacia la gubernamentalidad se inspira, de hecho se basa, en una única verdad primordial relativa a las categorías gemelas de la política global y la gobernanza global, a saber, «la unicidad de la humanidad», una verdad que ahora confirman todas las ciencias humanas. Bahá’u’lláh escribió:
Los Profetas de Dios deben ser considerados como médicos cuya tarea es fomentar el bienestar del mundo y sus pueblos para que, mediante el espíritu de la unicidad, curen la dolencia de esta humanidad dividida.
El conocimiento-principio implícito en esta verdad sirve como modus operandi para un sistema emergente de conducta recta global capaz de formar e informar un nuevo orden mundial. La gubernamentalidad global de Bahá’u’lláh pretende, ante todo y sobre todo, lograr una paz universal duradera e inclusiva, como se expresa en esta tabla lírica de Abdu’l-Bahá:
Ha llegado el momento en que la humanidad debe enarbolar el estandarte de la unicidad del mundo humano, para que la solidaridad y la unidad unan a todas las naciones del mundo, para que se acaben las fórmulas dogmáticas y las supersticiones, para que se revele la realidad esencial que subyace en todas las religiones fundadas por los Profetas.
Esa Realidad es una.
Es el amor de Dios, el progreso del mundo, la unidad de la humanidad.
Esa Realidad es el vínculo que puede unir a toda la raza humana.
Esa Realidad es la conquista de los beneficios de la paz más grande, el rechazo de la guerra.
Esa Realidad es el progreso, la realización de las colosales tareas de la vida, la unidad de la opinión pública.
Por lo tanto, esforzaos, ¡oh, pueblos! y haced todo lo posible para que esta Realidad supere a las fuerzas menores de la vida, para que este Rey de la Realidad gobierne por sí solo a toda la humanidad.
Así se reformará el mundo de la humanidad. Así se iniciará una nueva primavera y un espíritu fresco resucitará a la humanidad.
Los individuos de la humanidad, como plantas renovadas, producirán hojas, flores y frutos, para que la faz de la tierra se convierta en el paraíso prometido y delicioso, para que el gran don, las virtudes supremas del hombre resplandezcan sobre la faz de la tierra. Entonces el mundo de la existencia habrá alcanzado la madurez. – [Traducción provisional de Oriana Vento].
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En este ámbito de la gubernamentalidad vertical, las enseñanzas de Bahá’u’lláh van más allá de la obra de Foucault al introducir una fórmula pospartidista para gobernar a los pueblos de la Tierra.
Al hacerlo, Bahá’u’lláh desacredita las creencias políticas que informan las mentalidades, discursos y prácticas predominantes que sustentan el actual orden mundial puramente materialista y las relaciones internacionales, trascendiendo el concepto de espiritualidad política de Foucault, en este caso al abrir una dimensión espiritual en la política de las relaciones internacionales.
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