Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mientras reescribía una sección de mis memorias, recordé una antigua ocasión en que lastimé a la chica con la que salía en 1968. Aquel mismo dolor volvió a inundar mi corazón.
Teníamos intenciones serias el uno con el otro, y tuvimos conversaciones profundas sobre la vida y nuestro futuro juntos, incluida la forma en que decoraríamos nuestro hogar después de nuestro matrimonio.
«Bueno, necesitaremos fundas de plástico en los muebles», le dije.
«Rod, ¿hablas en serio? Por supuesto que no, de ninguna manera”, dijo. «¡Eso es un retroceso a los años 50!».
«Lo digo en serio. Realmente debemos tenerlos», y di mis razones, una de las más importantes fue que mi familia las tenía.
«Bueno, entonces tendrás que vivir solo ya que no los tendré».
Me enojé tanto que agarré sus brazos con fuerza y grité: «¿Sí? ¡Entonces no quiero casarme! y salí estrepitosamente.
Lo que siguió podría haber sido tan diferente si no hubiera sido tan obstinado, tan mezquino y cruel.
¿Alguna vez has tenido una discusión con alguien, o has hecho algo estúpido que más tarde lamentaste?
Todos lo hemos hecho. Todos somos humanos y todos cometemos errores. Pero un simple error a veces puede convertirse en un grave error de juicio.
Pasaron dos meses antes de que me volviera a hablar, solo porque me amaba lo suficiente, a pesar de mi mal comportamiento, y me aceptó nuevamente.
Al releer las memorias, sentí un profundo sentimiento de arrepentimiento. Pensé: «Si no hubiera hecho eso, podría, o habría, o debería haber resultado todo tan diferente».
¿No hemos dicho esto de una forma u otra?
En este caso, ella perdonó mi estupidez e ira, y lo resolvimos, principalmente porque me di cuenta de que me había equivocado y que me había disculpado con sinceridad y profusión. Ese entendimiento surgió de mi continuo amor por ella.
En la vida, rara vez tenemos ese tipo de segundas oportunidades. No podemos regresar y cambiar el pasado, no importa cuánto lo intentemos. Nuestras palabras y acciones tienen un efecto inmediato en las mentes, corazones, espíritus y almas de los demás, tan pronto como las pronunciamos o las hacemos. Las equivocaciones pueden ser pequeñas, con consecuencias simples o nulas, o enormes, con ramificaciones masivas que cambian la vida de las personas e incluso el curso de la historia. Sin una guía que nos muestre el camino correcto a seguir en todas las circunstancias, continuaremos confiando en los propios métodos falibles y, a menudo, equivocados, propios o de otros.
Por eso, como bahá’í, creyente en un Dios que guía a todas las religiones y a toda la humanidad, ahora siento que tengo una mejor oportunidad de no cometer los errores que pueden destruir mi propia vida o la de los demás. Bahá’u’lláh, con sus voluminosos escritos y leyes, sus sucesores y la administración que él creó, me ayudan a tratar de vivir una vida más espiritual, amorosa y compasiva. Si examina el trabajo que los bahá’ís de todo el mundo están haciendo para convertir al mundo en una sociedad pacífica, amorosa y justa, encontrarán esperanza, ánimo, fe y determinación para que podamos resolver nuestros problemas y vivir juntos en armonía y unidad.
Para hacer eso, dicen las enseñanzas bahá’ís, primero debemos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás de todos los males y heridas cometidos en el pasado:
Cuando el pecador se halle completamente desprendido y liberado de todo salvo de Dios, debe pedirle misericordia y perdón a Él… El pecador debe, entre él mismo y Dios, implorar la misericordia del Océano de la merced, suplicar clemencia del cielo de generosidad… – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, pág. 16.
Nunca os enojéis el uno con el otro. Que vuestros ojos se dirijan hacia el Reino de la Verdad y no hacia el mundo de la creación. Amad a las criaturas por amor a Dios y no por sí mismas. Jamás estaréis enojados o impacientes si los amáis por amor a Dios. La humanidad no es perfecta. Existen imperfecciones en cada ser humano; seréis siempre desdichados si miráis a la gente. Pero si miráis a Dios, los amareis y seréis amables con ellos, porque el mundo de Dios es el mundo de la perfección y de la completa merced. Por lo tanto, no miréis los defectos de nadie; mirad con la vista del perdón. El ojo imperfecto contempla imperfecciones. El ojo que cubre las faltas mira hacia el Creador de las almas. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 110.
Este tipo de guía espiritual puede ayudarnos a todos a perdonar y evidenciar un comportamiento con el cual no sea necesario pedir perdón.
¿Es suficiente decir «lo siento»? O tal vez sea más honorable, más sincero decir: «Lamento haberte lastimado». ¿Puedes perdonarme?». Entonces estamos libres del peso de la auto-recriminación y podemos sentir honestamente que nos hemos crecido para poder soportar las consecuencias de nuestras palabras o acciones. Si la otra persona dice: «No, no puedo», estamos mejor que si no hubiésemos preguntado. Si dicen «sí», los dos estaríamos mejor. Si dicen: «Sí, pero debes hacer eso o lo otro para ganar mi perdón», entonces somos mejores y podemos actuar con toda sinceridad para lograrlo.
Naturalmente, es mejor perdonar de manera inequívoca, pero las heridas pueden ser tan profundas que este tipo de perdón puede parecer difícil de dar. Pero, así como no me rendí con mi novia, tampoco deberíamos rendirnos.
El perdón, como la vida, es una calle de doble sentido. Para ser perdonado, uno debe tener a quien nos perdone. Sin embargo, el perdón no significa que olvidemos. No significa que borremos el pasado. No significa que podamos herir nuevamente cometiendo los mismos errores una y otra vez. Significa que debemos mejorar nuestro carácter para evitar infligir otras heridas. Significa que tenemos que ser sensibles a las necesidades de respeto y honor de los demás. Significa que gradualmente nos conformamos con la guía divina que se nos ha dado para ajustar correctamente nuestros asuntos y el mundo, ya que la clave del perdón es el amor.
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