Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace un par de semanas, me sentía muy agitada y no podía concentrarme en mis tareas ni continuar con mi día, así que hice lo que suelo hacer: me distraje limpiando la casa y recitando oraciones mientras hacía mis quehaceres.
Una amiga que me visitaba me preguntó: «¿No deberías sentarte en silencio y concentrarte cuando oras?».
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Cuando dijo eso, pensé en una de mis historias favoritas de ’Abdu’l-Bahá. En la historia, él está caminando por las calles de Bagdad entonando sus oraciones. Concentrado únicamente en las santas palabras de las oraciones, sin darse cuenta de que le están robando sus pertenencias.
Cuando leí esta historia, sonreí con satisfacción. Es fácil perderse en una oración profunda. Cuando era pequeña, y aún hoy, mi madre recita oraciones mientras limpia la casa, y ella también se pierde. Ella me enseñó a orar recordándome estas palabras de Abdu’l-Bahá:
El creyente debe orar con espíritu desprendido, incondicional sometimiento de la voluntad, atención concentrada y fervor espiritual… De nada valen las oraciones automáticas y formales que no tocan lo más profundo del corazón. [Traducción provisional de Oriana Vento]
Cuando mi madre ora, me dijo, intenta concentrar toda su mente en las palabras sagradas.
Esto no es fácil para todo el mundo, y requiere cierta práctica. Por suerte, en mi casa siempre se oraba. Mientras que a otros niños les arrullaban las canciones que cantaban sus padres, yo tenía la gran suerte de dormirme mientras mi madre oraba en voz alta, con sus melodías de oración como una canción que resonaba por toda la casa. Durante las noches en vela, las enfermedades y otras penurias, sus oraciones aliviaban mi mente y mi corazón y daban paz a mi alma. Era tal como dijo Abdu’l-Bahá:
«Esfuérzate al máximo por componer bellos poemas que se canten con música celestial; así su belleza afectará a las mentes e impresionará los corazones de quienes los escuchen». [Traducción Provisional de Oriana Vento]
A medida que fui creciendo, me acostumbré al toque refrescante de las brisas vivificantes de la palabra de Dios que tan a menudo se movían por las habitaciones de nuestro hogar y, poco a poco, empecé a comprender mejor el poder de entonar los versos de Dios y sus efectos espirituales.
He experimentado muchas veces la magia de las oraciones bahá’ís. A través de la oración, Dios ha enviado Su gracia a quienes me rodean mediante acontecimientos milagrosos. Uno de estos acontecimientos fue la recuperación de mi primo de una operación. Toda la familia se reunió para orar juntos por el éxito de un trasplante de riñón, la última esperanza de mi joven primo.
La operación estaba en marcha cuando nos reunimos en casa de mi abuelo para orar. Nuestras oraciones colectivas nos dieron el poder para superar aquella dura noche. Entonar los versos de Dios nos ofrecía fuerza y esperanza. A medida que pasaba la noche, nuestras voces se hacían más fuertes y nuestra convicción más firme. Podía sentir cómo el poder mágico de la oración galvanizaba mi ser. A medida que aumentaba esa sensación, recordé el consejo de Bahá’u’lláh:
Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres.
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Creo que esas oraciones también le dieron a mi primo la fuerza para luchar por su vida. La operación fue un éxito y su cuerpo aceptó el nuevo riñón. Contra todo pronóstico, sobrevivió. En ese momento, pensé en este verso de Abdu’l-Bahá:
«La Palabra de Dios puede compararse a las brisas vivificantes de la primavera divina. Cuando se entona en tonos espirituales, infunde aliento de vida…». [Traducción Provisional de Oriana Vento]
La forma en que crecí estableció en mí el hábito de volverme hacia los versos de Dios. Aprendí que el efecto de entonar los versos de Dios no se puede explicar con palabras, sino que solo se siente en el corazón. Orar –especialmente cuando utilizo las oraciones bahá’ís del Báb, Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá– me da una sensación de paz y seguridad, alivia mi mente y me asegura que el Creador cuida de mí.
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