Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
El dinero simplemente transfiere energía de un lugar o persona a otra, por lo que podemos decir razonablemente que el dinero fluye hacia lo que valoramos.
En nuestras vidas personales y también como naciones, dirigimos nuestro dinero hacia lo que más valoramos. Entonces, parte de la solución a los problemas económicos de nuestro mundo radica en un cambio en los valores fundamentales de la sociedad. Para abordar la concentración de la riqueza y la abundancia de la pobreza global, entonces, debemos ver hacia dónde estamos dirigiendo la mayoría de nuestra energía económica.
Lo que es más importante, el dinero, originalmente destinado a ser un medio, se ha convertido en un fin en sí mismo, y este rasgo de comportamiento nos ha tapado los ojos y no nos ha permitido reconocer los defectos inherentes en nuestro sistema económico global. En nuestros intentos por obtener nuestra propia porción de esta riqueza, hemos ayudado inadvertidamente en su concentración adicional.
El dinero originalmente existía para facilitar el comercio. Incluso cuando utilizábamos sal, conchas y granos de cacao para realizar seguimiento de nuestras transacciones, el punto era el mismo. Al igual que la sangre en el cuerpo humano que transporta oxígeno, como el ciclo del agua en el ambiente y la electricidad en un circuito, todas estas cosas facilitan la vida solo cuando fluyen, y tienen poco o ningún valor inherente si permanecen inmóviles o se atascan.
Si un órgano o miembro de nuestro cuerpo decidiera que quiere almacenar un poco más de sangre en caso de que hubiera escasez algún día, o si las nubes decidieran que deben permanecer como nubes en caso de que los océanos dejaran de evaporarse algún día, esto sería un motivo de preocupación. En el cuerpo, podríamos llamar a esto un coágulo o un tumor, y si esta falta de flujo sanguíneo continuara, algunos otros miembros experimentarían distrofia por falta de recursos. Hemos sido testigos de este fenómeno exacto en nuestra sociedad global: la concentración de riqueza en aras de la acumulación, el poder y el control, que causa dificultades, lucha y falta de acceso en otras partes de la sociedad.
Parece que el sistema que diseñamos para facilitar la vida en un sentido económico fue diseñado en una época en la que nuestra evolución social y nuestras comprensiones espirituales y morales aún no habían captado la totalidad de la interconexión y unidad de la raza humana, mucho menos como una sola entidad orgánica. Claramente, la simbiosis no fue factorizada en nuestro diseño económico. Las enseñanzas bahá’ís hacen un llamado a cada uno de nosotros a reconocer esa simbiosis y unidad y aplicarla a toda la humanidad:
Los fundamentos de toda condición económica son divinos por naturaleza y están asociados con el mundo del corazón y del espíritu. Esto está completamente explicado en las enseñanzas bahá’ís… Los corazones deben estar tan amalgamados, el amor debe volverse tan dominante que los ricos con mucho gusto extiendan su asistencia a los pobres y den los pasos necesarios para establecer permanentemente 251 estos ajustes económicos. Si se realiza de esta forma, es muy loable porque entonces ello sería por amor a Dios en el sendero de Su servicio. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, pp. 250-251.
Con nuestra comprensión en desarrollo de la interconexión y la unidad, la injusticia inherente al mecanismo de nuestra economía global se hace cada vez más evidente. Los bancos prestan dinero sin el dinero que realmente existe, la privatización y el control de los medios de producción, aprovechando la venta de necesidades humanas básicas como agua, salud, alimentos y electricidad, así como la eliminación de los recursos de la tierra para obtener beneficios económicos de una proporción cada vez menor de la sociedad, son todas las funciones de un sistema diseñado para concentrar la riqueza y el poder en manos de unos pocos en lugar de facilitar el flujo a través de las manos de muchos.
Si considerar cuidadosamente las analogías en los escritos bahá’ís podremos ver que estas nos ofrecen una nueva percepción sobre estas cuestiones. ¿Qué pasaría si comprendiésemos los conceptos de justicia, generosidad, compasión, desinterés, simbiosis y sostenibilidad al reflexionar sobre los seres humanos como parte de la ecología de la tierra y no como dueños de ella? ¿Qué pasa si las frases de los escritores bahá’ís tales como «somos las gotas de un mismo océano y hojas de un mismo árbol» son más que simples analogías, y en realidad se refieren a la naturaleza de nuestra verdadera realidad en un sentido muy literal?
Quizás si vemos el dinero como el alma de la sociedad, podamos reconocer cómo la reconciliación de las ideas de economía y ecología dará hogar a los indigentes, alimentará a los desamparados y traerá un sentido de autoestima y alegría a los privilegiados materialmente. ¿Qué pasa si al estudiar más de cerca el funcionamiento de la naturaleza, podemos diseñar e imitar sistemas, tecnologías y economías más efectivas? Quizás si ampliamos la idea del yo para encapsular al mundo entero, encontraremos soluciones y caminos hacia la justicia económica y la prosperidad.
Al investigar los campos del diseño de la permacultura y la biomimética, comenzaremos a ver cómo el sistema de economía más justo y el más equitativo existe realmente en el mundo de la naturaleza; el diseño perfecto de Dios. Justo delante de nuestros propios ojos, esperando ser atestiguado, no solo se trata de un sistema sostenible y equitativo, sino de un diseño vivificante y perfectamente regenerativo de cómo debería fluir la energía para sostener la vida en una sociedad equilibrada y justa.
Como esta única entidad, la familia humana, comienza a trabajar en armonía y equilibrio consigo misma, cuando el individualismo significa menos para nosotros frente al bien colectivo, entonces la raza humana y nuestras estructuras sociales se parecerán más estrechamente a la obra perfecta tan evidente en el mundo de la naturaleza Entonces cada miembro individual del todo podrá cumplir su propósito en esta vida, ver sus necesidades básicas satisfechas y finalmente ofrecer su propio servicio único a la humanidad.
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