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Ciencia

¿Es el universo ordenado o caótico?

David Langness | Dic 1, 2022

PARTE 3 IN SERIES ¿Qué potencia nuestra realidad?

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Esta es probablemente la pregunta más grande e importante que la ciencia ha tratado de responder: ¿El universo tiene orden o es esencialmente caótico?

Los seres humanos hemos reflexionado sobre esta cuestión desde que vivíamos en las cavernas.

Nuestras antiguas sociedades humanas a menudo trataban de explicar lo que percibían como aleatorio o desconocido o caótico –terremotos, eclipses, sequías, incendios, inundaciones– como obra de deidades furiosas, poderes sobrenaturales que no podían concebir o comprender. Pero la ciencia moderna, fiel a su propia naturaleza, ha intentado derribar esas supersticiones buscando reglas, leyes, evidencias de consistencia, cohesión y orden en el universo.

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Esto significa que las leyes subyacentes que gobiernan el universo físico –a gravedad, la termodinámica, la evolución, etc.– representan todos los intentos científicos de comprender nuestra vasta y compleja existencia.

Hoy en día, la inmensa mayoría de los científicos está de acuerdo con el sucinto resumen de Carl Sagan: «El orden del universo no es una suposición: es un hecho observado». Por eso llamamos a nuestro universo el cosmos, una palabra griega que significa orden y que implica la profunda interconexión de todas las cosas. De hecho, Sagan dijo que utilizó el título Cosmos para su libro y su serie de televisión porque «transmite asombro por la forma intrincada y sutil en que el universo está organizado».

Así pues, si el universo está ordenado, organizado de forma intrincada y sutil, ¿quién o qué lo ha ordenado? ¿Implica la presencia de orden un ordenador? Filósofos, científicos y teólogos afirman que esta pregunta tiene dos posibles respuestas: o un Creador, o nada.

Algunos creen que nada ordenó el universo, que simplemente se desarrolló por sí mismo en un estado naturalmente ordenado, un producto del tiempo y el azar y el capricho de la naturaleza. Otros dicen que eso es completamente imposible, señalando que el orden y la organización nunca surgen de la nada, sino que siempre provienen de un organizador, una inteligencia superior y una fuerza creadora.

Las respuestas a esta pregunta básica, que muchas personas han llegado a comprender en su búsqueda del sentido de la vida, representan el núcleo interno de toda fe, toda creencia y toda filosofía. La forma en que te respondas a ti mismo te ayudará a determinar cómo y por qué vives tu vida y a entender tu papel entre todas las demás vidas.

Las enseñanzas bahá’ís señalan que un universo ordenado requiere un fundamento trascendente; una fuerza mayor fuera del espacio y del tiempo; una fuente y un diseñador supremo de la magnífica red de la vida. De hecho, los escritos bahá’ís subrayan repetidamente que el propio universo proporciona la evidencia que confirma la existencia de un Creador Universal:

Asimismo, observa este universo sin fi n: inevitablemente, existe un poder universal que todo lo abarca, el cual dirige y regula todas las partes de esta creación infinita; si no fuera por este Director, este Coordinador, el universo sería imperfecto y deficiente. Sería como un demente; en cambio, ves que esta creación infinita lleva a cabo sus funciones en perfecto orden, y cada parte de ella desempeña su propia tarea con absoluta seguridad, sin que se descubra imperfección alguna en todo su funcionamiento. Así, es evidente que existe un Poder Universal, que dirige y regula este universo infinito. Toda mente racional entiende este hecho

Este argumento científicamente sólido, lógico y racional para la existencia de Dios dice que nuestro universo ordenado proviene de un Ser Supremo inteligente, generoso y misericordioso. Si creemos en la ley universal de causa y efecto, como señaló Aristóteles, entonces debemos remontar esos efectos a lo que él llamó una Causa Primordial.

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Del mismo modo, Albert Einstein dijo, en respuesta a una pregunta sobre si creía en un Creador, «Cuando veo una tostada, sé que en algún lugar hay una tostadora».

Esa frase engañosamente sencilla esconde una verdad mucho más profunda: que nada llega a existir sin una fuerza motriz que lo cree. Todo lo que vemos, tocamos y encontramos tiene esa misma procedencia y patrimonio. Todas las cosas existentes deben su realidad a un manantial de energía que les dio origen. Cada forma de vida, cada canción, cada mesa, cada ordenador, cada coche, cada edificio y cada libro se remontan a una fuente de creatividad e inteligencia que primero los imaginó, luego los concibió y finalmente los hizo.

Abdu’l-Bahá, en una tabla que escribió al distinguido científico suizo Auguste Forel, lo expresó así:

Sin embargo, cuando reflexionamos con mente abierta sobre este universo infinito, observamos que es imposible que haya movimiento sin fuerza motriz ni efecto sin causa; que todas las cosas han llegado a existir bajo numerosas influencias y que de continuo experimentan reacciones. Estas influencias, a su vez, se forman por la acción de otras influencias. Por ejemplo, las plantas crecen y florecen con las efusiones de las lluvias primaverales, en tanto que la propia nube se forma por efecto de otros medios, los que a su vez son afectados por otros medios más. Por ejemplo, las plantas y animales crecen y se desarrollan por la influencia de lo que los filósofos contemporáneos denominan hidrógeno y oxígeno y son influidos por los efectos de estos dos elementos; éstos a su vez se forman por otras influencias. Lo mismo cabe decir de otros seres que o bien afectan a otras cosas o son a su vez afectados. Semejante concatenación de causas prosigue sin cesar; mas sostener que este proceso continúa en forma indefinida es manifiestamente absurdo. Por consiguiente, esa concatenación de causas debe conducir finalmente a Aquel que es el Perdurable, el Omnipotente, Quien depende de Sí mismo y es la Causa última. Esta Realidad universal no puede percibirse ni verse. Así ha de ser forzosamente, pues es Omnímoda y no está limitada, y tales atributos califican al efecto, no a la causa.

Esta prueba cosmológica de la existencia de un Creador –que no podemos conocer pero cuya voz podemos escuchar a través de los profetas y fundadores de las grandes religiones del mundo– muestra claramente por qué nuestro vasto e interminable universo funciona con regularidad y orden en lugar de con caos y desorden.

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