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¿Quiero ser bahá'í?
Espiritualidad

Esa sensación que tienes cuando tu corazón está en llamas

David Langness | May 31, 2021

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David Langness | May 31, 2021

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¿Alguna vez has sentido tu corazón en llamas? Tal vez te hayas enamorado, hayas mirado a los ojos de tu bebé recién nacido o te hayas contagiado del amor de lo divino.

Sin duda podrías reconocer esa sensación si alguna vez la has experimentado. Es difícil de describir, pero es como si tu corazón calentara todo tu cuerpo y tu alma con el calor de una llama interna. ¿Sabes lo que se siente al sentarse frente a una chimenea ardiente en una noche fría? Pues así es como se siente el amor puro en el interior.

Para la mayoría de nosotros es fácil entender cómo podemos amar a otro ser humano, pero no siempre es tan fácil averiguar cómo amar la esencia incognoscible del Creador. Las enseñanzas bahá’ís dicen que uno de los requisitos para ser bahá’í es “encenderse con el fuego del amor de Dios”.

¿Qué significa esto?

El símbolo del fuego siempre ha representado la vida, el amor y la salud, la energía, la transformación y la regeneración, la luz y el calor. Cuando sentimos pasión por algo o por alguien, sentimos el calor intenso de una llama interior encendida. Nos quemamos con ella, con ese fuego del sentimiento interior, y nos sostiene.

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Para entenderlo, para comprender sus significados místicos, sospecho que tenemos que recurrir a la poesía, a lo místico y a lo revelador:

«Enciende tu vida. Busca a los que avivan tus llamas». – Rumi

«… el cielo encendió el fuego que arde en nuestros espíritus». – Gibran

Haz que nuestros corazones se enciendan con el fuego de tu tierno afecto y danos de beber del agua viviente de tu bondad. – El Bab

La Palabra de Dios ha encendido el corazón del mundo: ¡Cuán deplorable será si no sois abrasados con su llama! – Bahá’u’lláh

Probablemente hayas podido reconocer ese fuego interior en otras personas. Los que lo tienen arden de pasión y entusiasmo por la vida. Tienen un ardor contagioso por lo que hacen; viven y aman con gran entusiasmo. Su entusiasmo, al generar tanto calor, puede incendiar también a todos los que les rodean. En un discurso en París en 1911, Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la Fe bahá’í, Bahá’u’lláh, dijo:

Todas las criaturas que existen dependen de la Munificencia Divina. La Misericordia Divina proporciona la vida misma. Así como la luz del Sol brilla sobre el mundo entero, así también la Misericordia del Dios infinito se difunde sobre todas las criaturas. Así como el sol madura los frutos de la tierra y otorga vida y calor a todos los seres vivos, así también brilla el Sol de la Verdad sobre todas las almas, llenándolas con el fuego del amor y la comprensión de Dios.

Todo el mundo puede acceder a ese «fuego de amor y comprensión de Dios». Es sencillo: solo tienes que volver el rostro hacia el sol. Cuando lo hagas, te calentará gradualmente con sus rayos. Abdu’l-Bahá escribió:

Ruego a Dios que diariamente podáis avanzar en espiritualidad, que el amor a Dios se manifieste cada vez más en vosotros, que los pensamientos de vuestros corazones se purifiquen, y que vuestros rostros puedan estar siempre vueltos hacia Él. Que todos y cada uno de vosotros alcance el umbral de la unidad y entre en el Reino. Que cada uno de vosotros sea como una antorcha llameante, encendida y ardiendo vivamente con el fuego del Amor de Dios.

Todos debemos nuestras vidas a ese fuego siempre ardiente que llamamos sol. Sin él, nada podría sobrevivir. Del mismo modo, debemos nuestra vida interior, las realidades de nuestras almas y sus atributos y perfecciones, a ese centro celestial de iluminación que llamamos Dios:

Todo hombre educado por las enseñanzas de Dios e iluminado por la luz de Su guía, que llegue a ser un creyente en Dios y Sus signos y esté encendido con el amor de Dios, sacrifica las imperfecciones de la naturaleza en aras de las perfecciones divinas.

Cuando comienzas a encender ese fuego en tu corazón, cuando enciendes tu alma con el fuego del amor de Dios, estás en camino de alcanzar el mayor logro posible en el mundo de la humanidad.

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