Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
«Es como la vida para el cuerpo humano, el cual funde todas las diferencias de partes y miembros y en unidad y acuerdo. Considerad cuan numerosas son estas partes y miembros, pero la unidad del espíritu animador de la vida los une a todos ellos en una combinación perfecta. Establece tal unidad en el organismo corporal que si alguna parte es herida o se enferma, todas las demás partes y funciones, debido a la perfecta unidad existente, reaccionan empáticamente y sufren». – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 323.
La unidad que existe dentro de un solo cuerpo también existe dentro del cuerpo de la humanidad. Lo que siente un miembro afecta a todos los demás. Pero actualmente, gran parte del cuerpo de la humanidad no es consciente de esta interconexión. En el futuro, sabemos que esto será diferente y cada uno de nosotros tiene actualmente la oportunidad de contribuir a este despertar de consciencia.
“…tal que lleguen a ser como un único ser y una sola alma… Esforzaos día y noche por cultivar vuestra unidad en el grado más pleno. Que vuestros pensamientos se refieran a vuestro propio desarrollo espiritual y cerréis vuestros ojos a las deficiencias de otras almas. Actuad de este modo, mostrando hechos puros y hermosos, y modestia y humildad, para que seáis la causa del despertar de otros”. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pp. 153-154.
Tal vez la injusticia nos adormece, nos hace inconscientes e insensibles. Se menciona en otros escritos que si olvidamos a Dios, él nos hace olvidarnos de nosotros mismos. Al recordar a Dios, la fuente de nuestra propia luz, estamos conectados con cada ser humano. El autoconocimiento requiere que prestemos atención a lo que está sucediendo dentro de nosotros mismos, que seamos conscientes de nuestra identidad espiritual como seres humanos. “Uno debe, entonces, leer el libro de su propio yo antes que un tratado sobre retórica”. Bahá’u’lláh, Los Siete Valles, p. 27.
Quizás un significado de leer el libro de nuestro propio ser sea la consciencia o la fenomenología, en el lenguaje psicológico. Si somos conscientes de nuestro estado interno, podemos percibir nuestra conexión con todo lo que existe y con todos los demás.
Las escrituras Bahá’ís proclaman la identidad espiritual de los seres humanos. Reconocer nuestra identidad espiritual es percibir lo que es más noble en la humanidad, algunas veces referido como la luz en nuestro corazón, la belleza de Dios reflejada en nosotros. Esto es lo que nos define como seres humanos: el potencial de reflejar todos los nombres y atributos de Dios.
“Pues en él están revelados potencialmente todos los atributos y nombres de Dios en un grado que no ha sido superado ni excedido por otro ser creado. A él le son aplicables todos esos nombres y atributos. Así Él ha dicho: «El hombre es mi misterio, y Yo soy su misterio». Son múltiples los versículos que se han revelado repetidamente en todos los Libros celestiales y santas Escrituras, con referencia a este muy profundo y elevado tema. Así Él ha revelado: «De seguro les mostraremos nuestros signos en el mundo y dentro de ellos mismos». Otra vez dice: «Y también en vosotros mismos, ¿acaso no veréis los signos de Dios?»- Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 93.
Nuestro ser es como una caracola, si nos ponemos a escuchar las ondas y la resonancia dentro de ella, podemos decir que esta contiene la esencia del océano dentro de ella. El niño podría escuchar esta caracola y quedar asombrado, pero ¿cuánto más embelesado estaríamos cuando encontramos esta misma maravilla dentro de nosotros mismos?
La oración y la meditación abren esta posibilidad para nosotros y son prácticas disponibles en reuniones devocionales en cada comunidad bahá’í. De la oración fluye el servicio. El espíritu humano, cuando está conectado con otros, cuando es sensible a su dolor, puede sentirlo como propio; esa visión y comprensión hace surgir naturalmente en nosotros el deseo de realizar servicio humanitario a los demás.
Cada persona tiene esta hermosa realidad dentro de ellos, y cuando desarrollamos esa realidad, puede iluminar al mundo.
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