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Has oído la expresión «estoy en el séptimo cielo», ¿verdad? Proviene originalmente del concepto de los siete cielos en la doctrina judía, cristiana e islámica –pero curiosamente, también es un programa de televisión.
¿Qué le viene a la mente cuando piensa en los siete cielos? Quizá recuerde la serie de televisión familiar más aclamada y de mayor duración de The WB (y más tarde de The CW). Se llamaba 7th Heaven y contaba las historias de un pastor protestante, su esposa Annie y sus siete hijos. La serie era conocida por promover la honestidad, las familias sólidas, el respeto a los padres y los beneficios de una buena educación.
¿Qué son los siete cielos, tal y como los describen las religiones abrahámicas? Estos cielos se refieren a divisiones de la existencia, cada una más elevada que la anterior, pero ¿son estas capas lugares físicos o condiciones espirituales?
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Empezando por el judaísmo, y derivado del Talmud, esas escrituras sugieren que parte del universo está compuesto por siete reinos celestiales. Según el rabino Dr. Hillel ben David, esos siete reinos son:
- Wilon (el reino más cercano a la tierra),
- Rakia (el lugar que sujeta los planetas),
- Shehaqim (el lugar de producción del maná, el alimento sagrado de los ángeles),
- Zebul (el lugar que contiene la Jerusalén celestial, el Templo y el Altar),
- Ma’on (la residencia de los ángeles de rango inferior y del Coro de Cantores),
- Makon (el originador de la mayoría de las pruebas y visitas ordenadas para la tierra y sus habitantes), y
- Araboth (el lugar Supremo del Derecho, el Juicio, la Justicia y el trono de Dios).
En el Nuevo Testamento, no hay una referencia explícita a siete cielos, pero en la Segunda Epístola a los Corintios 12:2, el apóstol Pablo hizo referencia al «tercer cielo», sugiriendo aparentemente que mientras estuvo en la Tierra, su espíritu fue «arrebatado» en ese tercer cielo. Parece que Pablo describió una condición espiritual más que un lugar físico. Además, en Hebreos 7:26, se considera a Cristo «exaltado sobre los cielos». En términos bíblicos, el término «los cielos» no se refiere al cielo, sino al concepto de esos siete cielos.
San Ireneo de Lyon, obispo cristiano del siglo II, escribió que «este mundo está abarcado por siete cielos, en los que habitan poderes y ángeles y arcángeles, haciendo servicio a Dios, el Todopoderoso y Hacedor de todas las cosas». Sin embargo, también relacionó los siete cielos con los siete dones del espíritu de Isaías. El número siete se ha convertido así en un tema de la literatura devocional cristiana, incluidas las siete virtudes, los siete «pecados capitales» y los siete «dones del espíritu» del capítulo 11 del Libro de Isaías, que son:
- Sabiduría,
- Entendimiento,
- Consejo,
- Fortaleza,
- Conocimiento,
- Piedad y
- Temor del Señor.
En el Islam, los siete cielos tienen varias interpretaciones. Según el Centro de Información Islámica Mundial, los siete cielos son:
- Maqoomul Amin (alboroto y piedad),
- Darul Muqamah (agradecimiento por todas las cosas),
- Darussalam (firmeza en la fe),
- Ma’wa (temor de Dios),
- Na’im (buenas acciones de los fieles),
- ’Adn (búsqueda paciente de la bendición del Señor), y
- Firdaus (el nivel más alto reservado a quienes observan las leyes de Dios).
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En los escritos bahá’ís unos pocos pasajes mencionan siete cielos, siempre en un sentido simbólico. Bahá’u’lláh escribió:
Si no fuera por la protección de Dios, en ese momento los siete cielos se habrían partido en dos, y la tierra se habría tragado a todos los que moran en ella, y toda cima elevada se habría reducido a polvo. [Traducción Provisional de Oriana Vento].
Del mismo modo, en su libro El Secreto de la Civilización Divina, Abdu’l-Bahá escribió: «Los siete cielos y las siete tierras lloran sobre el poderoso cuando es abatido».
En Dios Pasa, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, hace referencia al viaje de Muhammad a través de Tierra Santa como parte del viaje a través de siete cielos para llegar al trono de Dios:
Tierra Santa –la Tierra prometida por Dios a Abraham, santificada por la Revelación de Moisés, honrada por la vida y pesares de los patriarcas, jueces, reyes y profetas hebreos, reverenciada como la cuna de la cristiandad y el lugar donde Zoroastro, de acuerdo con el testimonio de ‘Abdu’l-Bahá, «conversó con algunos de los Profetas de Israel», y relacionada en el islam con el viaje nocturno del Apóstol, a través de los siete cielos, hasta el trono del Todopoderoso.
Para los bahá’ís, el cielo se asemeja más a un estado del ser o condición que a cualquier lugar o espacio físico. En una tabla, Abdu’l-Bahá escribió: «Por ’Cielo’ no se entiende este espacio fenoménico infinito, sino que ’cielo’ significa el mundo del reino divino que es la estación suprema y el asiento del Sol de la Verdad». [Traducción Provisional].
De hecho, los bahá’ís creen, como dijo Shoghi Effendi, que «el Cielo y el Infierno son condiciones dentro de nuestros propios seres».
En sus escritos, Bahá’u’lláh describió los mundos de Dios como «… incontables en su número, e infinitos en su alcance». Sin embargo, Bahá’u’lláh sí describió siete etapas y condiciones en el camino místico del buscador en su obra titulada Los Siete Valles, su respuesta al tradicional viaje místico sufí de siete etapas:
- Valle de la Búsqueda (limpieza del corazón),
- Valle del Amor (quemar el yo),
- Valle del Conocimiento (contemplar los misterios de la revelación de Dios),
- Valle de la Unidad (ver los atributos de Dios en todo),
- Valle del Contento (independencia de todas las cosas),
- Valle del Asombro (asombro ante la belleza de Dios), y
- Valle de la Verdadera Pobreza y la Nada Absoluta (el estado más elevado que puede alcanzarse).
Estas etapas o pasos, señaló también Bahá’u’lláh en Los Siete Valles, pueden recorrerse «en un solo suspiro»:
Estos viajes no tienen un fin visible en el mundo del tiempo. Si desciende sobre él la confirmación invisible y es asistido por el Guardián de la Causa, el caminante desprendido puede atravesar estas siete etapas con siete pasos, más aún en siete alientos, hasta de un solo soplo, si Dios así lo quiere y lo desea. Pues «Su Gracia está con Su siervo como a Él le place”.
Todos estos esquemas espirituales séptuples señalan el camino hacia la consecución del estado más desarrollado, libre de ego y exaltado de desarrollo espiritual. Todos ellos nos piden que crezcamos y maduremos a través de una progresión de realidades que trabajan hacia la purificación de nuestras vidas y, en última instancia, de nuestras almas, para que nuestro ser refleje la luz del Creador.
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