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Religión

La fe bahá’í: Todo lo contrario a una secta

David Langness

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David Langness | Mar 12, 2025

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El otro día conocí a alguien que dijo estar profundamente interesado en la religión. Me preguntó por mi fe y le dije que era bahaí. Confundido, me dijo: «Nunca he oído hablar de los bahá’ís, ¿es una secta?».

Aunque me da un poco de vergüenza admitirlo, mi primera reacción fue reírme.

Luego le dije: «Siento reírme, pero no, la fe bahá’í es exactamente lo contrario en ciento ochenta grados a una secta». Evidentemente curioso, quiso saber más, así que acabamos hablando largo y tendido.

En primer lugar, le dije, definamos lo que es una secta y, en segundo lugar, le diré por qué la fe bahá’í no encaja en ninguno de esos criterios; de hecho, por qué se opone a todo lo que constituye una secta. Empezamos buscando rápidamente la definición del diccionario, que dice que las sectas se caracterizan por:

… un líder carismático que ejerce un control total; una visión apocalíptica (secta del juicio final); aislamiento de la sociedad; énfasis en una experiencia espiritual trascendente; normas rígidas que rigen el comportamiento de los miembros del grupo; y explotación de los miembros, incluso sexual y económicamente.

Veamos una por una las características de las sectas.

Ausencia de un líder carismático

La fe bahá’í no tiene un líder carismático, y ninguna persona «ejerce un control total».

En realidad, ocurre todo lo contrario: todos los consejos de gobierno bahá’ís, en todos los casos, son elegidos democráticamente por los propios bahá’ís en elecciones abiertas, sin campañas ni propaganda electoral. Los bahá’ís no tienen autocracias ni dictaduras: solo grupos elegidos componen el gobierno bahá’í.

Varios analistas que no son bahá’ís han llegado a llamar a la fe bahá’í «la primera religión democrática del mundo».

Estos consejos de gobierno bahá’ís no partidistas y apolíticos se denominan Asambleas Espirituales Locales o Nacionales en sus respectivos niveles y Casa Universal de Justicia en el ámbito internacional. Sus miembros cumplen mandatos definidos tras ser elegidos. Los individuos que son elegidos no tienen autoridad exclusiva alguna: solo pueden decidir sobre cualquier asunto conjuntamente, en consulta como grupo.

Formados por nueve individuos, los consejos de gobierno bahá’ís no tienen capacidad para cambiar o alterar los principios básicos bahá’ís, sino que administran los asuntos de sus respectivas comunidades hasta la siguiente elección. La Casa Universal de Justicia decide sobre asuntos no recogidos en los escritos bahá’ís.

Me atrevería a decir, le dije a mi nuevo amigo, que la inmensa mayoría de los bahá’ís ni siquiera podrían identificar por su nombre a todos los miembros de esas instituciones elegidas, y mucho menos considerarlos «líderes carismáticos». En cambio, el servicio en las instituciones bahá’ís es solo eso: servicio. Cuando alguien es elegido, no se ve como ningún tipo de estatus especial o elevación en la comunidad, sino que solo se considera un cargo temporal.

Por supuesto, los dos mensajeros que fundaron la fe bahá’í, el Báb y Bahá’u’lláh, eran ciertamente carismáticos e inspiraron a decenas de miles de devotos creyentes a seguir sus enseñanzas durante sus vidas. Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, también fue bastante carismático, aunque no fue profeta, sino que guió a la comunidad bahá’í mundial hasta su fallecimiento en 1921. Su nieto Shoghi Effendi ejerció de Guardián de la fe bahá’í desde 1921 hasta su muerte en 1957 y, desde 1963, ese liderazgo individual ha sido totalmente suplantado por instituciones bahá’ís elegidas democráticamente.

Ninguna visión apocalíptica

Las enseñanzas bahá’ís no contienen ninguna oscura visión apocalíptica del «fin de los tiempos». Definitivamente, los bahá’ís no creen que el mundo vaya a acabar, que la humanidad vaya a extinguirse de algún modo o que vaya a producirse un «rapto» repentino.

Por el contrario, Bahá’u’lláh prometió a la humanidad que un día entraríamos en una edad de oro de unidad, armonía y paz. Este párrafo profético, del libro de Shoghi Effendi El día prometido ha llegado explica y redefine la frase «el tiempo del fin»:

Han pasado para no volver nunca más las edades de niñez e infancia, en tanto que está por venir la Gran Edad, consumación de todas las edades, que debe anunciar la llegada a la madurez de toda la raza humana. Las convulsiones de este turbulentísimo período de transición en la historia de la humanidad son requisitos esenciales para la Edad de Edades “el tiempo del fin”, y señalan su inevitable advenimiento; época en que la insensatez y el tumulto de luchas, que desde los albores de la historia ha denigrado los anales de la humanidad, habrán sido finalmente transmutados en la sabiduría y la tranquilidad de una paz imperturbable, universal y duradera, en que la discordia y separación de los hijos de los hombres habrán cedido paso a la reconciliación global y unificación total de los diferentes elementos que constituyen la sociedad humana.

Las enseñanzas bahá’ís son claras: la humanidad debe unirse, y cuando por fin se logre esa unidad, entraremos en una era de madurez y armonía largamente esperada.

No hay aislamiento de la sociedad

Los bahá’ís nunca se aíslan ni se apartan de la sociedad.

De hecho, ocurre lo contrario: las enseñanzas bahá’ís animan a todos, sean bahá’ís o no, a comprometerse activamente en la consecución del amor y la unidad y en la construcción de una «civilización en continuo progreso»:

Todos los hombres han sido creados para llevar adelante una civilización en continuo progreso. El Todopoderoso es Mi testigo: Actuar como las bestias salvajes no es digno del hombre. Las virtudes que corresponden a su dignidad son la tolerancia, la misericordia, la compasión, y bondad hacia todos los pueblos y razas de la tierra.

El Gran Ser dice: ¡Oh vosotros, hijos de los hombres! El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y a Su Religión es proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad, y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres. No dejéis que se convierta en fuente de disensión y discordia, de odio y enemistad.

Bahá’u’lláh pidió a todos que derribaran las fronteras y barreras entre las personas cuando escribió:

Se permite que los pueblos y razas de la tierra se asocien los unos con los otros resplandecientes y con alegría. ¡Oh, pueblo! Relacionaos con los seguidores de todas las religiones en un espíritu de amistad y compañerismo.

Para los bahá’ís, trabajar por la unidad de la humanidad significa no separarnos nunca en categorías de buenos y malos. Con ese espíritu, Bahá’u’lláh aconsejó a todas las personas que participaran en la construcción de sus sociedades, incluso a los monjes enclaustrados de algunas otras órdenes religiosas:

Los actos piadosos de los monjes y sacerdotes seguidores del Espíritu [Jesus] —sobre Él descanse la paz de Dios— son recordados en Su presencia. Sin embargo, en este Día deben abandonar su vida de reclusión, dirigir sus pasos hacia el mundo abierto y ocuparse de aquello que sea provechoso para sí mismos y para los demás.

Los bahá’ís nunca se cierran a los demás; eso no sería posible para ningún bahá’í, ya que el objetivo primordial de la fe bahá’í es la unidad de la humanidad.

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¿Énfasis en una experiencia espiritual trascendente?

Esta me confundió un poco, le dije a mi amigo. No sé por qué la definición del diccionario la incluye, a menos que pretenda referirse a esta interpretación particular de la palabra trascendente: «… estar más allá de los límites de toda experiencia y conocimiento posibles». Si ése es el significado de una experiencia espiritual trascendente, entonces no, los escritos bahá’ís no prometen tal estado espiritual inalcanzable a nadie. Rechazando la idea de que el Creador pueda ser conocido por cualquier ser creado, Bahá’u’lláh escribió en realidad sobre las limitaciones fijas de la comprensión y la trascendencia humanas:

Es evidente para todo corazón perspicaz e iluminado que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino, es inmensamente exaltado por encima de todo atributo humano tal como existencia corpórea, ascenso y descenso, salida y retorno. Lejos está de Su gloria el que la lengua humana pueda apropiadamente referir Su alabanza, o que el corazón humano pueda comprender Su misterio insondable. Él está y ha estado siempre velado en la antigua eternidad de Su Esencia, y permanecerá en Su realidad eternamente oculto a la vista de los hombres.

Pero los libros sagrados de la fe bahá’í, y de hecho los libros sagrados de todas las religiones legítimas, hacen hincapié en las experiencias espirituales trascendentes, del tipo que los escritos bahá’ís instan a todos a tener cuando meditan, oran y leen los versos espirituales revelados por los profetas y mensajeros, cuando todos podemos buscar una conexión más cercana con nuestro Creador:

Si te arrobase el éxtasis inspirador de los versículos de Dios, darías gracias a Dios tu Señor… Regocíjate con suma alegría, por cuanto la pluma de la Gloria se ha vuelto hacia ti y ha revelado en tu honor lo que las lenguas de la creación y las lenguas de la trascendencia son incapaces de describir.

No existen normas rígidas que rijan el comportamiento

A diferencia de varias sectas que podría nombrar, el mundo bahá’í, que incluye a personas de casi todas las culturas humanas, antiguas creencias y nacionalidades, no prescribe normas rígidas que rijan el comportamiento de los miembros que la componen.

Normalmente, una secta está formada por un pequeño grupo de personas similares, pero los bahá’ís proceden de todos los sectores de la sociedad, de todos los estratos sociales, de todas las poblaciones tribales, étnicas y raciales, y de todas las culturas. La fe bahá’í es la segunda religión más extendida del mundo después del cristianismo. Esto significa que los bahá’ís de diferentes partes del mundo tienen sus propias interpretaciones y enfoques de las enseñanzas bahá’ís. 

Ciertamente, como cualquier otra fe mundial, las enseñanzas bahá’ís prescriben una serie de leyes espirituales, entre las que se incluyen la no violencia, el amor a todos y la abstención de sustancias nocivas, que cada bahá’í debe poner en práctica.

Le expliqué a mi amigo que si visitaba una comunidad bahá’í donde vivimos en California, probablemente tendría una experiencia muy diferente a la de visitar una comunidad bahá’í en Nepal, El Salvador o Etiopía, pero que cada una de esas comunidades le daría la bienvenida y le aceptaría, porque el principio primario bahá’í de la unicidad de la humanidad anima a los bahá’ís a amar a todas las personas.

No hay explotación de los miembros

Los bahá’ís entran en la fe bahá’í voluntariamente. Bahá’u’lláh proscribió el proselitismo, el fundamentalismo y la conversión mediante cualquier tipo de presión, violencia o fuerza, diciendo que los únicos métodos por los que los bahá’ís podían transmitir sus creencias a los demás eran sus palabras y sus actos. El Báb dijo: «Él sendero de la guía es un sendero de amor y compasión, no de fuerza y coacción».

Además, los bahá’ís son libres de abandonar la fe bahá’í a voluntad si así lo desean. Nunca se obliga a ningún bahá’í a actuar en contra de su propia conciencia. Shoghi Effendi escribió:

Recordemos asimismo que la raíz misma de la Causa se afinca en el principio del derecho indudable de la persona a expresarse, en su libertad de manifestarse en conciencia y presentar sus puntos de vista… Tengamos en cuenta que el sello de la Causa de Dios no lo da la autoridad dictatorial sino la camaradería humilde, no el poder arbitrario, sino el espíritu de consulta franca y amorosa.

«¿Y qué pasa en cuanto al dinero? Las sectas son muy raras con el dinero», se preguntaba mi amigo.

Le expliqué que todas las donaciones económicas a la fe bahá’í son totalmente voluntarias. Solo los bahá’ís pueden donar a los fondos bahá’ís, y nunca se exige a ningún bahá’í que done, hacerlo es puramente un acto personal y de sacrificio por parte de cada bahá’í individual. En las reuniones bahá’ís nunca se pasa un plato de colecta, nunca se solicita nada y todas las donaciones hechas por los bahá’ís son confidenciales.

Mi amigo me dijo: «Vale, eso suena muy bien, pero ¿qué pasa con la libertad de expresión? Las sectas no toleran las preguntas ni la investigación crítica. Suelen intentar controlar a sus miembros: ¿hace eso la fe bahá’í?».

Le dije que el primer principio bahá’í es la investigación independiente de la verdad, lo que explica por qué los bahá’ís no tienen clero. En su lugar, como escribió Abdu’l-Bahá, cada individuo es libre de investigar y determinar la verdad por sí mismo:

La primera es la investigación independiente de la verdad; pues la ciega imitación del pasado atrofia la mente. Mas cuando cada alma indague la verdad, la sociedad será librada de la lobreguez de la continua repetición del pasado.

Luego preguntó: «¿Los bahá’ís tienen secretos? La mayoría de las sectas tienen algún tipo de enseñanzas secretas a las que solo pueden acceder los iniciados».

«Definitivamente no», le dije. Las enseñanzas bahá’ís están abiertas a todo el mundo. De hecho, la Casa Universal de Justicia mantiene un sitio web de acceso público (en www.bahai.org/es), que contiene todas las enseñanzas bahá’ís actualmente traducidas a múltiples idiomas y trabaja constantemente para traducir y publicar más de esas enseñanzas y escrituras. Bahá’u’lláh reveló más de cien volúmenes, por lo que las enseñanzas bahá’ís son voluminosas, pero no secretas.

«Vale», dijo mi amigo, “una última pregunta: ¿aísla la fe bahá’í a la gente de sus familias o les anima a abandonar la unidad familiar como hacen algunas sectas?”.

«No, en realidad, exactamente lo contrario». Los bahá’ís, le expliqué, creen que la familia es la unidad primaria de toda sociedad, y exaltan su unidad y armonía. Abdu’l-Bahá, en un discurso que pronunció en una iglesia de la ciudad de Nueva York en 1912, lo expresó de este modo:

De acuerdo a las Enseñanzas de Bahá’u’lláh, ya que la familia es una unidad humana, debe ser educada según las reglas de santidad. A la familia le deben ser enseñadas todas las virtudes. La integridad del lazo familiar debe tenerse en cuenta constantemente y los derechos de sus miembros individuales no deben ser transgredidos… Todos estos derechos y prerrogativas deben ser mantenidos, no obstante, la unidad familiar debe ser sostenida.

«Wow», dijo mi nuevo amigo. «Estoy impresionado. ¿Tienes algo que pueda leer?»

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