Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La enseñanza principal de la Fe bahá’í es la unidad de la humanidad. Bahá’u’lláh escribió hace más de 100 años: «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos».
Actualmente, podemos darnos cuenta que la humanidad es interdependiente en esencia; la unidad de la humanidad se ha convertido en una verdad espiritual confirmada también por todas las ciencias de nuestra era. Ese es el propósito fundamental de la Fe bahá’í: «proteger los intereses de la raza humana, promover su unidad, y estimular el espíritu de amor y fraternidad entre los hombres», Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, p. 125.
Sin embargo, en los Estados Unidos, como en muchos otros países que dependen de un sistema partidista de gobierno, las personas están acostumbradas a tomar bandos. En un clima político extremadamente acalorado, la idea de fomentar un espíritu de amor y compañerismo entre toda esta división política puede parecer falsa en el mejor de los casos, y en el peor de los casos puede ser fatal. Nuestras esperanzas y temores más profundos en relación a la economía, equidad racial, inmigración y justicia se han atado alrededor de los valores de nuestros diversos partidos políticos; mientras que nuestro sentido de progreso social y justicia se basa en nuestro deseo de vencer “al otro bando”.
Pero si realmente queremos promover la unidad de la humanidad, ¿por qué aceptamos cualquier sistema partidista de organización social que esencialmente nos divide y nos enfrenta a unos contra otros? ¿Cómo podemos esperar llegar a un estado de unidad usando un proceso que inherentemente crea y fomenta la desunión?
Como miembro de la Fe Bahá’í y como estadounidense, voto, pero hago todo lo posible por no identificarme con ningún partido político y evito participar en actividades políticas. Sin embargo, esto no significa que no tenga un sentido de justicia o una visión de transformación social real. Sí la tengo. Pero sencillamente creo que el partidismo es fundamentalmente contrario al principio de la unidad de la humanidad y, por lo tanto, no puede conducirnos, de manera lógica, a un estado en el que el principio de unidad forme la base de la gobernanza.
Los límites de la política partidista
Las encuestas políticas muestran continuamente que los estadounidenses están amargamente divididos a lo largo de las filas partidistas, pero esto no debería sorprender a nadie. En todo caso, solo confirma que la tradición democrática liberal occidental de competencia multipartidista está funcionando según lo previsto.
Nuestro sistema está basado en grandes suposiciones, sumamente cuestionables, sobre la realidad humana, principalmente que los humanos son egoístas y competitivos por naturaleza, y que es más beneficioso para nosotros antagonizar nuestras necesidades, valores e intereses con las de nuestros rivales políticos. La política partidista exige que siempre tengamos «ganadores» y «perdedores».
En mi país, sin importar a que partido pertenezcan, los estadounidenses son escépticos del gobierno y desconfían debido a toda la corrupción corporativa, financiera y política que sirven los intereses de las minorías poderosas. Pero, para muchos, no es posible alcanzar ninguna otra forma de interacción social. Estamos literalmente atrapados en un ciclo frenético de contraataques entre adversarios políticos, mientras que las redes sociales solo parecen alimentar nuestra ira, miedo y frustración.
En este sentido, el verdadero cambio social se entiende en términos de marchar en contra del partido o político indeseable, y elegir al partido o político adecuado que pueda transformar la sociedad en lo que queremos que sea. Pero independientemente de cualquier partido o político que esté en el poder, la verdadera raíz del problema es que estamos atrapados en una estructura divisoria de competencia «nosotros contra ellos», con toda su corrupción inevitable, que permite que ciertas voces e intereses sean privilegiados sobre otros, y que paraliza a los ciudadanos comunes para evitar que no se conviertan en agentes de cambio en sus propias comunidades.
El propio sistema político partidista, con todas sus suposiciones estrechas e integradas sobre la realidad humana, constituye uno de los mayores obstáculos para la creación de países verdaderamente unidos y de funcionamiento libre, que a todos nos gustaría ver.
Entonces, si queremos una verdadera transformación social, un cambio honesto y justicia para todos, no deberíamos estar buscando al candidato perfecto. Deberíamos buscar una forma completamente nueva de relacionarnos, y una nueva visión de la sociedad que sea intrépida en la que se pueda construir ese objetivo.
Los Bahá’ís creen que la única forma de liberarse realmente de la profunda desunión social ya sea política, racial, religiosa o de otro tipo, es construyendo entre todos los pueblos una solidaridad humana, verdadera, auténtica y sistemática. Si realmente queremos ver un cambio social positivo, tememos que aprender a construir la unidad:
«El bienestar de cualquier segmento de la humanidad está inextricablemente enlazado al bienestar de la totalidad. La vida colectiva de la humanidad sufre cuando cualquier grupo dado piensa en su propio bienestar de manera aislada al bienestar de sus vecinos, o persigue ventaja económica sin considerar cómo queda afectado el medio ambiente, que proporciona sustento para todos … el mundo necesita desesperadamente ética compartida, un marco seguro para hacer frente a las crisis que se ciernen como nubes de tormenta «, La Casa Universal de Justicia, 1 de marzo de 2017.
«El amor y la unidad son las necesidades del cuerpo político de hoy. Sin ellos no se podrá lograr el progreso o la prosperidad», ‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, p. 198.
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