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Justicia Divina: el pobre tendrá su cómoda cabaña

Eric Harper | Ago 19, 2020

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Eric Harper | Ago 19, 2020

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Las enseñanzas bahá’ís tienen una receta curativa para la gran disparidad entre la riqueza y la pobreza en el mundo actual, y hace un llamado hacia un completo «reajuste en las condiciones económicas de la humanidad«.

“… aunque en el presente los ricos disfrutan del más grande lujo y confort, no obstante, están privados de la felicidad eterna, pues la felicidad eterna depende del “dar”; y, a su vez, los pobres en todas partes se hallan en un estado de abyecta necesidad. A través de la manifestación de la gran equidad de Dios, los pobres del mundo serán recompensados y ayudados plenamente, y habrá un reajuste en las condiciones económicas de la humanidad para que en el futuro no haya anormalmente ricos ni pobres abyectos. Los ricos disfrutarán el privilegio de esta nueva condición económica tanto como los pobres, pues debido a ciertas provisiones y restricciones no podrán acumular tanto como para agobiarse con su administración, en tanto los pobres serán aliviados de la tensión de la privación y la miseria. El rico disfrutará en un palacio, el pobre tendrá su cómoda cabaña.

La esencia del tema es que la justicia divina se hará manifiesta en los asuntos y condiciones humanas, y toda la humanidad encontrará bienestar y placer en la vida. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal.

¿Qué significa cuando las enseñanzas bahá’ís dicen que «la justicia divina se hará manifiesta en los asuntos y condiciones humanas, y toda la humanidad encontrará bienestar y placer en la vida«? ¿Cómo se «manifestará» la justicia divina? ¿Cómo se relaciona la justicia divina con la justicia social?

Los bahá’ís ven el establecimiento de la justicia divina como un proceso continuo y dinámico, uno que Bahá’u’lláh prometió que ocurriría en esta era moderna: «Preparaos,  oh pueblo, para la espera de los días de la justicia divina, porque la hora prometida ha llegado«. Los bahá’ís trabajan por la justicia en todas partes, alientan a sus respectivos gobiernos a defenderla y demostrarla, y se esfuerzan por practicarla en su vida cotidiana.

Así que veamos cómo podemos definir aún más el concepto de justicia divina refiriéndonos a las enseñanzas y escritos bahá’ís de una manera un poco más profunda. En primer lugar, los bahá’ís creen que el advenimiento de Bahá’u’lláh -al que las enseñanzas se refieren como «el hálito del Espíritu Santo«- representa el cumplimiento de las profecías y promesas religiosas del pasado, y ha liberado una nueva infusión de poder espiritual en la conciencia de los pueblos del mundo:

… el mundo de la humanidad debe ser confirmado por el hálito del Espíritu Santo para poder recibir la educación universal. Mediante la infusión del Poder divino, todas las naciones y pueblos resucitan y es posible la felicidad universal. – Ibid.

Cuando la revelación de Bahá’u’lláh surgió a mediados del siglo XIX, el mundo comenzó a cambiar dramáticamente. Esos cambios pronto se hicieron visibles en la tecnología, los avances científicos, la rapidez de las comunicaciones y los viajes, y en la creciente interdependencia de las naciones y los pueblos de todo el mundo. En el ámbito menos visible, la gente comenzó a responder a esta nueva infusión de poder espiritual aumentando los lazos de amistad y conexión con los demás, cruzando aquellas antiguas fronteras de raza, clase y lealtades étnicas o nacionales, haciendo lo que podían para detener la guerra y la violencia, y comenzando a verse a sí mismos como ciudadanos globales y como una sola familia humana:

Entre los resultados de la manifestación de fuerzas espirituales estará el de que el mundo humano se adaptará a una nueva forma social, la justicia de Dios se hará manifiesta a través de los asuntos humanos, y la igualdad humana será universalmente establecida. Los pobres recibirán una gran dádiva, y los ricos lograrán felicidad eterna. – Ibid.

¿Pero qué significa todo esto? Para hacer cumplir la justicia y la igualdad, ¿deberían los gobiernos tomar por la fuerza la «riqueza y el gran lujo» de los ricos y dárselos, al estilo de Robin Hood, a los pobres? Si no, ¿cómo proponen las enseñanzas bahá’ís rectificar «este gran contraste de vida, una de las manchas en la civilización de esta era ilustrada?».

La solución bahá’í a la desigualdad de ingresos, la enorme y creciente brecha entre los extremos de la riqueza y la pobreza en nuestra sociedad, implica una nueva combinación espiritualizada de política pública y filantropía trabajando juntas en conjunto, descrita aquí por Abdu’l-Bahá:

No debería existir un financiero con una colosal riqueza mientras cerca de él haya alguien en extrema necesidad. Cuando vemos que la pobreza alcanza los límites del hambre, es un signo seguro de que en alguna parte existe tiranía. La humanidad debe implicarse de lleno en este asunto, y no demorar por más tiempo la modificación de las condiciones que causan la miseria de la tiranía de la pobreza a un gran número de personas. Los ricos deben dar una parte de su abundancia, deben enternecer su corazón y cultivar una inteligencia compasiva, pensando en aquellos infelices que carecen de lo más necesario para la vida.

Deberán establecerse leyes especiales, que traten de las condiciones extremas de riqueza y de pobreza. Los funcionarios del gobierno deberían tener en cuenta las leyes de Dios cuando formulen planes para gobernar al pueblo. Los derechos universales de la humanidad deben ser protegidos y preservados. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá.

«Deberán establecerse leyes especiales«, dijo Abdu’l-Bahá; y «los ricos deben dar una parte de su abundancia«. Aquí las enseñanzas bahá’ís proponen una doble fórmula única y sin precedentes para aliviar la pobreza: la benevolencia iluminada y voluntaria de los ricos, junto con políticas gubernamentales espiritualizadas basadas en la justicia igualitaria. Este modelo de política ilustrada y de filantropía no solo alienta sino que también incentiva un enfoque filantrópico, a la vez que legisla un nivel básico de justicia social para garantizar que nadie viva en la pobreza extrema, el hambre o la falta de vivienda. Veamos un poco más a fondo:

El hombre alcanza la perfección por medio de las buenas acciones, realizadas voluntariamente, no por buenas obras que le son impuestas. Y compartir es una acción justa de decisión personal: es decir, el rico debe ofrecer su ayuda al pobre, debe gastar sus bienes en favor del pobre, mas por su propio libre albedrío, y no porque el pobre haya obtenido esto por la fuerza. Pues la cosecha de la fuerza es el tumulto y la ruina del orden social. Por el contrario, la partición voluntaria, el libre desembolso de los propios bienes, conducen a la comodidad y la paz de la sociedad. Ello ilumina el mundo y confiere honor a la humanidad. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá.

Los bahá’ís creen que este tipo de avance espiritual y el apoyo voluntario al prójimo basado en el libre albedrío constituye el estado supremo de la sociedad, pero hasta que lleguemos a él, necesitaremos también remedios legislados:

El cuarto principio o Enseñanza de Bahá’u’lláh es el reajuste y equiparación de las normas económicas de la humanidad. Esto está vinculado con la cuestión de la subsistencia humana. Es evidente que, bajo los presentes sistemas y condiciones de gobierno, los pobres están sujetos a la más grande necesidad y miseria, mientras que otros afortunados viven en el lujo y la abundancia mucho más allá de sus necesidades reales. Esta desigualdad de participación y privilegio, es uno de los profundos y vitales problemas de la sociedad humana. Es evidente que existe la necesidad de una equiparación en la distribución mediante la cual todos puedan poseer las comodidades y privilegios de la vida. El remedio debe ser un reajuste legislativo de las condiciones. Los ricos también deben ser misericordiosos con los pobres, contribuyendo de todo corazón a sus necesidades sin verse forzados u obligados a hacerlo. La tranquilidad del mundo estará asegurada mediante el establecimiento de este principio en la vida religiosa de la humanidad. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal.

¿Significa todo esto que los bahá’ís abogan por una sociedad sin clases, con absoluta igualdad económica y la redistribución de los ingresos y los bienes? No, absolutamente no, de hecho. Las enseñanzas bahá’ís vislumbran un futuro estado de la sociedad humana muy diferente a las actuales teorías y modelos económicos capitalistas, socialistas o comunistas prevalecientes. En el próximo ensayo de esta serie, exploraremos ese importante tema.

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