Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En nuestros esfuerzos por generar un impacto positivo, en un mundo que enfrenta grandes desafíos, nos topamos constantemente con la noción de que necesitamos ser éticos para que el mundo mejore. Pero eso ya no es suficiente.
Por supuesto que la ética es importante y debe aplicarse en todas las actividades, sin embargo, los desafíos de nuestra época nos exigen un nivel aún más elevado de comportamiento, fundamentado en principios universales de unidad y armonía, promovidos por todas las grandes religiones del mundo. Según la casa universal de justicia, institución líder de la Fe bahá’í, la “raza humana se encuentra en el umbral de su madurez” dentro del contexto de su evolución social. La buena noticia es que la unidad del mundo es finalmente posible.
“Atrás han quedado los largos períodos de la infancia y niñez por los cuales ha pasado la raza humana. La humanidad experimenta ahora las conmociones invariablemente relacionadas con la etapa más turbulenta de su evolución, la etapa de la adolescencia, cuando la impetuosidad de la juventud y su vehemencia alcanzan su clímax, y deben ser gradualmente reemplazados por la calma, la prudencia y la madurez que caracterizan a la edad adulta. Entonces, la raza humana alcanzará ese grado de madurez que le permitirá adquirir todos los poderes y capacidades de las cuales ha de depender su desarrollo final”. – Shoghi Effendi , El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, pág. 352.
Entonces, dentro de este contexto, debemos redefinir el concepto de ética para ajustarnos a esta nueva realidad. Ya no es suficiente el hacer negocios honradamente y cumplir con nuestros compromisos. No es suficiente cobrar lo justo y pagar lo que se adeuda según lo acordado. No es suficiente cumplir las leyes del país y evitar a toda costa el fomentar la corrupción. Tampoco es suficiente el asegurarse de que todas las personas sean tratadas justamente y que reciban el verdadero valor de su trabajo. Esto es lo mínimo que podemos hacer y debemos aceptarlo como tal, como la forma de actuar que se espera de todo ser humano. Entonces, cuando alguien actúe éticamente no se verá como la excepción, sino como la norma.
Los desafíos que enfrentamos y que tocará a las generaciones más jóvenes resolver, requieren de una ética basada en la aceptación de la unicidad de la humanidad. Para que la unidad sea posible será necesario hacer esfuerzos conscientes por asegurar el bienestar social y económico de todas las poblaciones. Será necesario desarrollar las capacidades de todos para que podamos enriquecernos con sus talentos y virtudes. Debemos aceptar que el bien común está muy por encima de las ambiciones personales.
“Y el honor y distinción de la persona consiste en que, de entre toda la muchedumbre del mundo, se convierta en una fuente de bien social. ¿Hay merced concebible mayor que ésta, que una persona, mirando dentro de sí, encuentre que por medio de la gracia confirmadora de Dios se ha convertido en la causa de paz y bienestar, de felicidad y adelanto para sus congéneres?” – ‘Abdu’l-Bahá, El Secreto de la Civilización Divina, pág. 3
La búsqueda por encontrar maneras efectivas de aportar a la construcción de una civilización basada en la nueva ética, podrían encontrar expresión en lo que se conoce actualmente como emprendimientos sociales. Estos, gradualmente están comenzado a ejemplificar posibles soluciones a diversos problemas que enfrenta la humanidad. Como punto de partida y para estimular la reflexión sobre estos temas, se ofrece humildemente un video que muestra cómo, una actividad tradicional económica como la producción de miel de abeja, puede transformarse en un espacio de interacción que integra experiencias, talentos, deseos, y grandes oportunidades de desarrollo social, económico y espiritual.
Los esfuerzos que la humanidad deberá emprender requerirán del desarrollo de nuevas capacidades como el diálogo, el aprovechamiento de la diversidad de habilidades y talentos, el constante aprendizaje y reflexión sobre la acción, la generación de acuerdos y la articulación entre diversos grupos y organizaciones. Será necesaria también la capacidad de desarrollar visiones claras y compartidas del futuro y principalmente de ejecutar acciones de manera unificada, asegurando el avance continuo hacia una civilización en continuo progreso. Una nueva ética basada en estos principios podrá fomentar la creatividad y permitirá que las energías, en lugar de ser desperdiciadas en el conflicto y la lucha, se aprovechen en la construcción de una sociedad más justa y participativa donde todos tengan un lugar y oportunidad de aportar.
Para aplicar entonces la nueva ética, no nos conformemos con no hacer daño a otros, busquemos maneras de generar bienestar para todos. No nos sintamos orgullosos porque reciclamos la basura: asegurémonos de que vivimos en armonía con la naturaleza y de que atesoramos realmente todos los recursos, la diversidad y la belleza que nos ofrece. No nos conformemos con pagar nuestros impuestos y cumplir las leyes: trabajemos para contar con la mejor educación, el mejor servicio de salud y seguridad para todos. No nos conformemos con no discutir y respetar la opinión de otros: busquemos acuerdos y trabajemos juntos para poder resolver los problemas que al final del día nos afectarán a todos nosotros y a las generaciones por venir.
No se desanime si sus esfuerzos son rechazados como utópicos por las voces que se opondrían a cualquier sugerencia de cambio fundamental. Confíe en la capacidad de esta generación para desenredarse de los embrollos de un mundo dividido. – La Casa Universal de Justicia, 20 de julio de 2000, pág. 2.
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