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Religión

La evolución de la religión: el misterio de la divinidad

Robert Atkinson | Dic 30, 2021

PARTE 1 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

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Robert Atkinson | Dic 30, 2021

PARTE 1 IN SERIES La religión evoluciona hacia la unidad

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El gran escritor y filósofo León Tolstoi, al leer los escritos de Bahá’u’lláh, dijo: «Nos pasamos la vida intentando desentrañar el misterio del universo, pero había un prisionero turco que tenía la llave».

Condenado a las prisiones turcas otomanas durante cuarenta años por enseñar su nueva Fe, Bahá’u’lláh aportó no solo una nueva revelación a la humanidad, sino una forma completamente nueva de entender la religión y, por tanto, de desvelar esos misterios eternos.

Esta serie de artículos sobre cómo evoluciona la religión explora las enseñanzas de Bahá’u’lláh sobre la secuencia de mensajeros divinos que han guiado la evolución de la conciencia y el crecimiento de las civilizaciones expandiendo los círculos de unidad en los que vivimos, y cuya revelación progresiva ha dado paso a la comprensión de la unidad de la humanidad.

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Entendiendo el más grande de los misterios

El impulso por comprender el misterio más grande de todos, la naturaleza de la Divinidad, define la búsqueda espiritual. La religión siempre ha intentado responder a las mayores preguntas de la humanidad, empezando por el significado y el propósito de la vida. Nuestra búsqueda de estas preguntas y misterios puede conducirnos a un sentido más claro de lo que más importa, de lo que es sagrado para nosotros, personal y colectivamente.

Esta búsqueda del sentido trascendente es lo que más nos caracteriza como especie Homo sapiens. Sin embargo, esta búsqueda solo nos lleva hasta cierto punto. Para los primeros pueblos de la Tierra, la naturaleza era venerada, la vida se vivía en armonía con ella y toda la creación era sagrada. Esta interconexión daba forma a una vida en la que no había separación. La divinidad era honrada a través de rituales regulares que celebraban y mantenían esta unidad.

La búsqueda de la humanidad tampoco ha sido siempre en línea recta. A medida que las comunidades se expandieron y se propagaron y la migración global se convirtió en la norma, las sociedades se volvieron más complejas, las culturas experimentaron conflictos entre sí y nuestro pensamiento se transformó en una conciencia omnipresente de dualidad, lo que reflejó la introducción de un mayor caos y lucha en la vida cotidiana.

Este cambio de conciencia condujo a un largo y doloroso proceso durante muchos siglos, incluso milenios, en el que las diversas comunidades vieron primero las diferencias, lo que se convirtió en prácticas sistémicas de segregación, prejuicios, opresión, racismo, conquista, genocidio y guerra. La dualidad se convirtió en la lente a través de la cual nuestra especie ha visto todo desde que comenzó la migración masiva.

La cultura, como cualquier otro organismo vivo, crece desde un estado simple hasta un sistema complejo. Como en la naturaleza, el patrón de evolución se produce en ciclos repetitivos. A lo largo de este extenso periodo de diferenciación, los círculos de unidad siguieron ampliándose, desde la unidad en la familia hasta el clan, la ciudad y la nación.

El mayor reto de la humanidad

Hoy la humanidad se enfrenta a un reto sin precedentes: establecer la unidad a nivel global.

Ahora comprendemos cada vez más que necesitamos recuperar nuestra conciencia original de unidad. La transformación que la humanidad está experimentando actualmente es evidente en las nociones de conciencia global, economía global y ciudadanía mundial. Estos son los resultados naturales de hacia dónde nos ha llevado nuestro proceso de evolución. Vivir con la conciencia de nuestra interdependencia como una comunidad humana con una herencia y un destino comunes es la única visión de un mundo sostenible que nos queda por adoptar.

Aunque nos hemos familiarizado con estos patrones naturales a través de las continuas revelaciones del Creador, lo único que sigue siendo un misterio como siempre es nuestra continua y creciente fascinación por el poder último y el mayor bien que consideramos la Divinidad, o el Creador de todas las cosas. Esto nos ha llevado a la constatación de que una Realidad tan infinita e ilimitada no puede en modo alguno ser conocida plenamente.

Este tema central del profeta del siglo XIX al que Tolstoi se refirió como «un prisionero turco que tenía la llave», Bahá’u’lláh, comprende la naturaleza de esta fuerza suprema como más allá del alcance de nuestras concepciones o experiencias finitas. En estos dos lugares dentro de sus escritos, Bahá’u’lláh explicó:

Es evidente… que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino… ha estado siempre velado en la antigua eternidad de su Esencia, y permanecerá en su realidad eternamente oculto a la vista de los hombres. “Ningún ojo le abarca, pero Él abarca a todos los ojos…”.

Diez mil profetas, cada uno de ellos un Moisés, están amilanados en el Sinaí de su búsqueda ante su prohibitoria Voz: «Tú jamás me contemplarás», mientras que una miríada de mensajeros, cada uno tan grande como Jesús, permanecen consternados en su trono celestial por la interdicción: «Tú jamás comprenderás mi esencia». Desde tiempo inmemorial Él ha estado cubierto con el velo de la inefable santidad de su exaltado Ser, y para siempre continuará envuelto en el impenetrable misterio de su incognoscible Esencia.

Este misterio siempre permanecerá; lo desconocido siempre nos rodeará. Cada vez más, los científicos y otros pensadores reconocen que nuestras exploraciones más concertadas conducen inevitablemente a misterios aún mayores.

A pesar del misterio irresoluble de la esencia incognoscible del Creador, una visión holística de la creación desde el punto de vista de los mensajeros divinos muestra que nunca ha habido una época en la que la humanidad haya carecido de una conexión con el Creador y de su guía. La conciencia de esta interconexión ha sido evidente en una línea continua de maestros espirituales, chamanes, visionarios y profetas a lo largo de nuestra larga historia como especie. La liberación de energías espirituales, esenciales tanto en nuestro pasado como en el futuro, es siempre necesaria para transformar los corazones humanos, dar forma a nuevas instituciones sociales y expandir los círculos de unidad.

A través de estos medios, nuestra conciencia evoluciona y nuestro desarrollo individual y colectivo se despliega en el tiempo. Hoy, con nuestra capacidad de pensar primero globalmente, antes de cualquier otra perspectiva más limitada, nuestra conciencia global naciente marca la última y más elevada etapa en la evolución de nuestra vida colectiva en este planeta. 

La guía divina, que llega a la humanidad a través de la oportuna aparición de profetas inspirados portadores de una nueva revelación, es progresiva e interminable, la última fuente de inspiración tanto para el avance de la conciencia como para una civilización en constante progreso.

El misterio de la unidad está en el corazón de la creación. La realidad material y la espiritual, partes contrapuestas de una misma realidad unificada, se mantienen unidas por la misma fuerza que ejerce la misma influencia en todo el universo. La apertura a esta realidad inicia el proceso de despertar a nuestra identidad más profunda como reflejo de esta realidad. Todos los caminos que incluyen esta cualidad de apertura nos acercan al misterio último que buscamos, y a una experiencia universal de conocer algo más que lo que es visible.

En los próximos artículos de esta serie, exploraremos la naturaleza de la propia evolución, examinaremos una visión holística del Creador, consideraremos las ramas del árbol de la religión, revisaremos la religión en relación con nuestro tiempo y consideraremos por qué la mayoría de edad de la humanidad es inminente.

Adaptado de The Story of Our Time de Robert Atkinson: From Duality to Interconnectedness to Oneness, Sacred Stories Publishing: https://amzn.to/3jK8lHJ

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