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La gran importancia que la Fe bahá’í concede a los agricultores

Paul Hanley | Sep 28, 2024

PARTE 1 IN SERIES La comunidad agrícola modelo de Abdu'l-Bahá

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PARTE 1 IN SERIES La comunidad agrícola modelo de Abdu'l-Bahá

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

La Fe bahá’í, que surgió a mediados del siglo XIX, coincide con la transición mundial de una existencia mayoritariamente rural a otra urbana, y los escritos bahá’ís prestan especial atención a los agricultores.

En 1844, cuando comenzó la Fe bahá’í, la población mundial acababa de superar por primera vez los mil millones de habitantes, y el 90% de la población del planeta vivía en zonas rurales. La Revolución Industrial y sus fuerzas urbanizadoras acababan de ponerse en marcha en algunos países occidentales.

En el momento del fallecimiento de Abdu’l-Bahá en 1921, se estaba produciendo un importante cambio hacia la vida urbana, pero la población rural seguía constituyendo el 80% de la población mundial. Es comprensible, pues, que el discurso y las acciones de las figuras centrales de la Fe bahá’í se centraran a menudo en el bienestar de los agricultores y las aldeas.

Muchos miembros de la familia del Báb –el precursor y heraldo de Bahá’u’lláh– y la mayoría de sus seguidores eran agricultores. En sus escritos, el Báb hizo una declaración sorprendente. Dijo que «agricultor» es uno de los nombres de Dios y que al llamar a los agricultores manifestaciones de uno de los nombres de Dios, los agricultores deben ser tratados como miembros de la realeza –ya que tanto los reyes como los agricultores son expresiones, manifestaciones y reflejos de los nombres de Dios. Este sentimiento hacia los agricultores fue adoptado por Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá.

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De joven, Bahá’u’lláh participó en el manejo de las fincas agrícolas de su padre. En sus primeros años, Bahá’u’lláh adquirió experiencia de primera mano de los diversos factores que intervienen en las operaciones agrícolas rutinarias, incluido el exigente trabajo físico. Bahá’u’lláh seguiría participando en la gestión de la tierra, la producción agrícola y ganadera y las operaciones agrícolas cotidianas hasta que, a la edad de 35 años, fue encarcelado y exiliado, cuando la persecución de los primeros bábíes lo despojó de todas sus tierras y posesiones.

Cuando Bahá’u’lláh abrazó la Fe bábí en 1844, su primer viaje para promover la nueva Fe fue a su hogar ancestral en la provincia de Mazandarán. Se dirigió a la aldea de Takur, y durante su visita, los agricultores acudieron en masa para verle y oírle. «Tal fue el efecto de sus palabras y actos… que las mismas piedras y árboles de aquel distrito parecían haberse reanimado», relató el historiador Nabíl-i-A’zam.

Incluso durante la vida de Bahá’u’lláh, pueblos de Irán como Saysan y Mahfurzak florecieron al adoptar sus enseñanzas sobre el desarrollo espiritual y material. Unos agricultores de Saysan visitaron a Bahá’u’lláh en la Ciudad Prisión de Akka y le rogaron que volviera con ellos a un lugar con aire fresco y verduras saludables. En respuesta a su amable invitación, Bahá’u’lláh los mandó a casa con un saco de patatas de siembra, una nueva introducción en aquella época, que pronto se convirtió en un cultivo importante en su región.

En su Tabla del Mundo, revelada en 1891, Bahá’u’lláh hizo su declaración más importante sobre la importancia de la agricultura en el nuevo orden mundial que prescribió. La publicación de la Tabla en 1891 coincidió con una tremenda agitación en la sociedad persa directamente relacionada con la agricultura, conocida como la «Protesta del Tabaco Persa». Bahá’u’lláh animó al sha de Persia a prestar mucha atención al «vital e importante asunto» de la agricultura y a adoptar las mejores prácticas procedentes de otros países.

Abdu’l-Bahá continuó en esa línea, profundizando en las declaraciones de su padre y dedicando mucha atención al desarrollo de las aldeas agrícolas de su Irán natal. El torrente de su guía llegó incluso a las aldeas más pequeñas de todo el país. Una extraordinaria tabla, que se dirigía a los bahá’ís de la aldea de Kishih, menciona a casi ciento sesenta residentes por sus nombres. En ella, la pequeña compañía de creyentes perseguidos que vivía en este remoto rincón de una tierra no afectada por la modernidad era convocada a elevar la mirada por encima del nivel de las preocupaciones locales y a ver las implicaciones de la unidad a escala global.

Abdu’l-Bahá fue capaz no sólo de estimular la expansión de la comunidad bahá’í persa, sino de moldear su conciencia y su vida colectiva. El resultado fue la aparición de una cultura, por muy localizada que estuviera, distinta de todo lo que la humanidad había conocido hasta entonces. El interés de Abdu’l-Bahá por la vida en las aldeas se extendió también más allá de Persia. Tan lejos como Birmania, en la aldea de Daidanaw, floreció la comunidad bahá’í, que aún hoy se conoce como «la aldea de Abdu’l-Bahá».

En un discurso que ofreció a líderes obreros y socialistas en Montreal en 1912, Abdu’l-Bahá dijo que «la clase campesina y la clase agrícola superan a otras clases en cuanto a la importancia de su servicio.» Durante sus viajes al Occidente global, habló sobre el bienestar de los campesinos y el desarrollo de la economía de las aldeas. Se deleitó con las ordenadas tierras de cultivo de Alemania y, en casi todos los países que visitó, recogió semillas y plantas para traerlas de regreso a Tierra Santa y añadirlas a los jardines bahá’ís. Tras su regreso de Occidente, Abdu’l-Bahá dio a su jardinero, Isma’íl Aqa, unas cuantas pepitas de manzana para que las plantara. Las había guardado de una manzana grande que había comprado en América. Apreciaba profundamente a Isma’íl Aqa, nativo del pueblo agrícola bahá’í de Saysan. Al hablar del jardín que rodeaba su casa en Akka, observó:

Ismael Aqa ha convertido el desierto en un floreciente jardín. ¿Acaso no es un mago? ¿No es maravilloso? El jardín de rosas exterior se ha convertido en el espejo del corazón de Isma’íl Aqa. Esperamos que llegue un tiempo en que los jardines de los corazones de la gente del mundo sean como el jardín de Isma’íl Aqa. [Traducción provisional de Oriana Vento].

Abdu’l-Bahá amaba la naturaleza y él mismo era jardinero. Al igual que otros jardineros de todo el mundo, encontró en su pequeña parcela un refugio de paz. Shoghi Effendi –nieto de Abdu’l-Bahá y Guardián de la Fe bahá’í– relató que incluso bajo extrema presión debido a las maquinaciones de sus enemigos:

Tan imperturbable era la ecuanimidad de ‘Abdu’l-Bahá que, cuando corrían rumores de que se Le iba a arrojar al océano, o a exiliársele a Fízán en Tripolitania, o a ser colgado en la horca, Él, para aturdimiento de Sus amigos y diversión de los enemigos, Se dejaba ver plantando árboles y viñas en el jardín de la casa, cuyos frutos, una vez superada la tormenta, había de arrancar por indicación Suya Ismá‘íl Áqá, Su fiel jardinero, para ofrecérselos a esos mismos amigos y enemigos en sus visitas.

Entonces, ¿sigue teniendo sentido el énfasis puesto en la agricultura y la población rural por las figuras centrales de la Fe bahá’í ahora que la mayoría de la gente vive en ciudades?

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Aunque el porcentaje de la población mundial que vive en zonas rurales es mucho menor que en los primeros días de la revelación bahá’í, las cifras son mucho mayores. Más de tres mil millones de personas, casi la mitad de la población mundial, viven en zonas rurales, en su mayoría pequeños agricultores y sus familias. Aunque el mundo es cada vez más urbano, se calcula que todavía hay tres millones de aldeas en todo el mundo.

Dada la creciente población mundial de ocho mil millones de personas, la producción de alimentos y otros productos agrícolas se ha vuelto más importante que nunca. Además, la agricultura es la principal área de interacción entre las personas y el entorno físico, lo que convierte a la agricultura regenerativa en una clave para lograr una civilización sostenible.

El interés inicial del Báb, Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá por la agricultura y el desarrollo rural sigue teniendo sentido en el mundo actual. Conocer sus actividades, incluida la historia de la aldea modelo bahá’í de Abdu’l-Bahá, Adasíyyih, ofrece lecciones e inspiración a medida que los bahá’ís de todo el mundo se esfuerzan por liberar los poderes constructores de sociedad de su Fe.

Este artículo está basado en el libro «’Adasíyyih: The Story of ’Abdu’l-Bahá’s Model Farming Community», de Paul Hanley, Baha’i Publishing, 2024, 336 páginas. El libro está disponible actualmente en exclusiva en www.bahaibookstore.com/Adasiyyih-P10838.

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