Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Estas dos importantes citas de Bahá’u’lláh abolieron la práctica de la esclavitud, ambas escritas en el siglo XIX, cuando muchas naciones aún mantenían esa institución inhumana:
Os está prohibido comerciar con esclavos y esclavas. No corresponde a quien es él mismo un siervo comprar a otro de los siervos de Dios, y tal conducta ha sido prohibida en Su Santa Tabla. De esta manera, por Su misericordia, ha quedado consignado el mandamiento por la Pluma de la justicia. Que ningún hombre se ensalce por encima de otro; todos no son si no esclavos ante el Señor, y todos dan prueba de la verdad de que no hay otro Dios más que Él.
¡Glorificado eres Tú, oh Señor mi Dios! Contempla cómo un esclavo se ha colocado a la puerta de otro, solicitando su libertad, y ello a pesar de que su dueño no es más que Tu siervo, y es evanescente ante las revelaciones de Tu supremo Señorío… Todos los reyes son como vasallos ante la puerta de Tu gracia, los ricos no son más que indigentes a la orilla de Tu sagrado dominio, y todos los grandes no son más que débiles criaturas dentro de la corte de Tu gloriosa generosidad. ¿Cómo, entonces, puede este siervo reclamar para sí la propiedad de cualquier otro ser humano? Es más, su propia existencia ante la corte de tu poder es un pecado con el que ningún otro pecado en tu reino puede compararse. Glorificado, inconmensurablemente glorificado, eres Tú más allá de toda descripción y alabanza. – Oración de Emancipación, alrededor de 1839. [Traducción provisional]
En este ensayo estudiaremos las leyes de Bahá’u’lláh que exigen la abolición de la esclavitud y sus razones espirituales para esa prohibición, el mismo razonamiento que afirma de diversas maneras en las enseñanzas bahá’ís la nobleza de los seres humanos, la igualdad de hombres y mujeres, los derechos humanos, la democracia política y la justicia social, entre otros.
1. De la lógica de la semejanza a la lógica de la revelación
En su libro «El orden de las cosas», el filósofo francés Foucault contrasta la lógica y la epistemología de la tradición pasada con su propia lógica. Llama a la lógica tradicional la lógica de la semejanza. Este punto ha sido señalado también por muchos otros escritores. La idea básica de la lógica de la semejanza es que las relaciones sociales se convierten en una copia de la relación entre Dios y el mundo creado. Dios es superior al mundo, soberano del mundo y dueño del mundo. La epistemología de la semejanza extiende esta misma relación al ámbito de las diversas relaciones sociales. Así, la relación del hombre con la mujer repite la relación de Dios con el mundo. La relación del amo y el esclavo se asemeja a la relación de Dios con los seres creados. Las relaciones entre el rey y los súbditos, los creyentes y los infieles, los clérigos y los creyentes ordinarios, y los padres y los hijos se asemejan a la relación de Dios con sus siervos humanos. En otras palabras, la lógica tradicional de la semejanza apoya la justificación de la jerarquía social y las diversas formas de opresión y explotación.
Dado que la religión es un diálogo entre Dios y la humanidad, las leyes sociales de las religiones del pasado se vieron obligadas a comprometerse con esta lógica de la semejanza. En el pasado, la humanidad aún no estaba preparada para comprender la nobleza inherente a todos los seres humanos. Instituciones como la esclavitud, el patriarcado, la autocracia de los reyes, la obediencia a los clérigos y la discriminación legal entre creyentes y no creyentes se percibían culturalmente como leyes naturales y necesarias del universo. Por tanto, aunque los textos espirituales sagrados del pasado contienen afirmaciones que implican la nobleza de todos los seres, en la práctica los creyentes se veían obligados a hablar en el lenguaje de la lógica de la semejanza. Por ejemplo, el Evangelio afirma repetidamente la lógica de la semejanza con respecto a la esclavitud y al patriarcado:
Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo. – Corintios 11: 3.
Porque el varón no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón. Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón. – Corintios 11: 7-8.
Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. – Efesios 5: 22- 24.
Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo. – Efesios 6: 5.
Sin embargo, la verdad espiritual de todas las religiones se oponía de hecho a dicha lógica, pero esta verdad no podía manifestarse de forma explícita y categórica en el pasado.
Lo que distingue a la revelación de Bahá’u’lláh es la creencia de que la humanidad ha entrado en una nueva etapa de su desarrollo espiritual y cultural, que ha hecho posible la comprensión de las verdades espirituales ocultas de las religiones del pasado. La lógica de Bahá’u’lláh es la lógica de la revelación y no de la semejanza. Según esta nueva lógica, los humanos se definen como seres espirituales. Esta naturaleza espiritual de los humanos expresa que todos ellos son siervos de Dios y además, todos ellos son reflejos de los atributos divinos. Ambas características exigen que todos los seres humanos gocen de los mismos derechos. Nadie puede enaltecerse sobre los demás porque todos son la nada ante Dios – y sin embargo, nadie puede ser inferior a otro porque todos son imágenes gloriosas de Dios.
2. Abolición de la esclavitud
Bahá’u’lláh fue el primer iraní que rechazó la institución de la esclavitud, imperante a lo largo de la historia de Irán hasta el siglo XX. De hecho, la denuncia de la esclavitud es una constante en la revelación de Bahá’u’lláh.
En su Libro Más Sagrado, Bahá’u’lláh prohibió la compra y venta de seres humanos, y explicó la razón de tal prohibición:
No corresponde a quien es él mismo un siervo comprar a otro de los siervos de Dios … Que ningún hombre se ensalce por encima de otro; todos no son sino esclavos ante el Señor, y todos dan prueba de la verdad de que no hay otro Dios más que Él.
Su primer punto es que ningún siervo puede comprar o vender a otro siervo. En otras palabras, todos los seres humanos son siervos de Dios, somos nada ante su corte, y esclavos en relación con Dios. Esta servidumbre y la nada de todos significa que nadie tiene autoridad para poseer a otro ser humano.
En la misma declaración, Bahá’u’lláh define la negación de la esclavitud como una implicación de su principio general de que nadie debe «exaltarse por encima de otro». Pero esta igualdad de todos los seres humanos es producto de dos características humanas contradictorias. Los seres humanos son siervos y esclavos de Dios, y por lo tanto no pueden poseer o ser superiores a otro. Al mismo tiempo, todos los humanos son iguales porque todos los humanos revelan el atributo divino de la soberanía, «y todos ejemplifican la verdad de que no hay más Dios que Él».
En esta cita se define a los humanos como «Adilla», es decir, aquellos que revelan, demuestran e indican la soberanía de Dios. En otras palabras, los humanos son reflejos de Dios y, por tanto, son sagrados y gloriosos. Todos somos reflejos de los atributos divinos y, por tanto, todos somos sagrados y estamos dotados de los mismos derechos.
La misma razón que provoca la abolición de la esclavitud en el párrafo 72 de El Libro Más Sagrado, también abole, en el párrafo 73, tanto la contienda como el asesinato:
Que nadie dispute con otro y que ningún alma dé muerte a otra … ¿Acaso matarías a quien Dios ha dado vida, a quien ha dotado de espíritu con un hálito procedente de Él?
En el párrafo 75 de ese mismo libro, Bahá’u’lláh también eliminó el antiguo concepto de «impureza» que existía sobre diversos grupos de personas, así como el antiguo consejo de evitar o rehuir ciertos grupos:
Asimismo, como dádiva de Su presencia, Dios ha abolido el concepto de «impureza» por el cual diversas cosas y pueblos han sido considerados impuros. Él es, ciertamente, Quien siempre perdona, el Más Generoso. En verdad, todas las cosas creadas fueron sumergidas en el mar de la purificación en ese primer día de Ridván, cuando derramamos sobre toda la creación los esplendores de Nuestros excelentísimos Nombres y Nuestros exaltadísimos Atributos.
3. La emancipación como oración
Bahá’u’lláh ya había rechazado la esclavitud mucho antes de la revelación de su Libro Más Sagrado en 1873. Cinco años antes, en su mensaje a la Reina Victoria, rechazó simultáneamente la esclavitud y afirmó la democracia consultiva.
Ambas ordenanzas son expresiones de una misma lógica espiritual de revelación. Sin embargo, décadas antes, muy probablemente en 1839, Bahá’u’lláh prohibió la esclavitud en forma de oración. En su Oración de Emancipación, sostenía que todos los seres humanos son en sí mismos esclavos de Dios y, por lo tanto, ningún ser humano puede ser dueño de otro ser humano.
El hecho de que Bahá’u’lláh afirmara la emancipación de los esclavos a través de la oración es de lo más fascinante. Rechazó la esclavitud porque los humanos son todos seres espirituales. El hecho de que todos seamos siervos de Dios e imágenes de Dios nos hace a todos sagrados, bellos, iguales y dotados de derechos.
Para Bahá’u’lláh, todos los seres y toda la existencia mantienen un continuo diálogo espiritual con Dios. La realidad de todos los seres surge de ese diálogo divino, una conversación entre nuestra servidumbre a Dios y nuestro glorioso reflejo de los atributos divinos. La verdad de todos los seres es una oración celestial, y este espíritu de oración transforma el mundo y transforma el reino de la violencia bestial en la república de la razón y el amor.
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