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La nueva civilización mundial nos pertenece a todos

Greg Hodges | May 12, 2019

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Greg Hodges | May 12, 2019

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La fusión de todas las naciones en una civilización global no es una vaga esperanza idealista, es un hecho de la vida en el siglo XXI.

En el pasado, podríamos haber dicho: «por allá está la civilización islámica», «por aquí está la civilización china», estas regiones aquí pertenecen a la civilización europea», etc. Ahora estas categorías se han vuelto borrosas, entremezcladas, políglotas. En la actualidad, ninguna cultura o civilización representa solo una etnia, origen o grupo racial.

Manteniendo más el tono con las condiciones reales en las bases, todos en todas partes participan en el surgimiento de una civilización global, aunque algunos aspectos de ella se han desarrollado más que otros. Por ejemplo, lo podemos ver especialmente en la economía mundial. Pero también nos hemos integrado a nivel global dentro de las artes, la ciencia, el lenguaje, la política, la religión y la educación.

Entonces, ¿a quién pertenece este proceso de globalización? ¿Quién debería reclamar esta civilización mundial emergente como suya?

Algunos dicen que pertenece a los países occidentales, en gran parte porque la tecnología, los idiomas, la moda y las ideologías que se difunden desde Europa, América del Norte y Japón han dado la expresión más tangible a la globalización moderna. Otros dicen que pertenece a los súper ricos, que están acumulando fortunas masivas, mientras que otros apenas lo logran, al explotar las cadenas de suministro, las rutas comerciales y los flujos de capital que ahora unen cada continente con el otro. Luego están los que dicen que pertenece a las élites culturales que están predispuestas a favor de la inmigración, el cosmopolitismo y el multiculturalismo, y que con mucho gusto imponen sus valores a los menos educados.

Cualquiera de estos puntos de vista u otros en los que ustedes estén inclinados a creer, el patrón común que los conecta sugiere que las personas en el interior tendrán el control, y las personas en el exterior deben aceptar el camino trazado por otros, independientemente del impacto negativo que pueda tener en sus vidas. Esta percepción, y la realidad que la acompañaría, evidentemente causa dolor, resentimiento y dificultad.

Sin embargo, las enseñanzas bahá’ís dicen que la civilización mundial emergente pertenece a todos, no solo a una porción privilegiada de la humanidad, y que el principio de la unidad de la humanidad forma su base espiritual. Este principio es la enseñanza más importante de Bahá’u’lláh, el fundador de la   Fe Bahá’í, cuyas enseñanzas pueden proporcionar un marco moral y espiritual para esta naciente sociedad mundial. En sus escritos Él afirmó:

Apartad vuestros rostros de la oscuridad del distanciamiento y dirigidlos a la refulgente luz del sol de la unidad. Esto es lo que por encima de todo lo demás ha de beneficiar a los pueblos de la tierra. ¡Oh amigo! En el árbol de la expresión nunca ha habido ni jamás habrá hoja más bella, ni en las profundidades del océano del conocimiento jamás ha de encontrarse perla más maravillosa. – Bahá’u’lláh, El Tabernáculo de la Unidad, pág. 8.

El desarrollo de una civilización mundial se ha convertido en una realidad tangible y visible, no en una doctrina esotérica contenida solo en los libros sagrados. Por esa razón, cualquier persona con ojos para ver y oídos para escuchar puede tener una idea del proceso de unificación global.

Los bahá’ís, aun cuando apoyan la unificación del mundo, no pueden declarar que poseen un conocimiento exclusivo sobre cómo funcionará. Las enseñanzas bahá’ís pueden suscitar ideas sobre cómo vivir nuestras vidas y cuidar nuestras almas en el contexto de la unificación mundial, pero las enseñanzas bahá’ís no dictan muchas condiciones específicas. Esta es una razón más para que los bahá’ís sean humildes en su compromiso con los demás. En 2013, la La Casa Universal de Justicia, el órgano de gobierno internacional de la Fe bahá’í, dijo lo siguiente sobre la construcción de una civilización mundial.

…los bahá’ís no creen que la transformación así prevista se producirá exclusivamente por sus propios esfuerzos. Tampoco están tratando de crear un movimiento que pretende imponer a la sociedad su visión del futuro. Todas las naciones y todos los grupos —de hecho, cada individuo— contribuirá en mayor o menor grado al surgimiento de la civilización mundial hacia la que se dirige irresistiblemente la humanidad. La unidad se logrará de manera progresiva, tal como presagió ‘Abdu’l-Bahá, en distintos ámbitos de la vida social, por ejemplo, «la unidad en el dominio político», «la unidad de pensamiento en proyectos mundiales», «la unidad en la libertad», «la unidad de las razas» y «la unidad de las naciones». A medida que éstas se vayan haciendo realidad, irán tomando forma paulatinamente las estructuras de un mundo políticamente unido, que respeta toda la diversidad cultural y proporciona canales para la expresión de la dignidad y el honor. – La Casa Universal de Justicia, 02 de marzo del 2013, a los bahá’ís de Irán.

Los bahá’ís no tienen el monopolio del entendimiento sobre el proceso de unificación de la humanidad, pero sí creen que a través de la revelación de las enseñanzas bahá’ís, Dios ha reformulado la religión en una forma que corresponde a la sociedad global que ahora está tomando forma. Estas enseñanzas son un regalo humildemente ofrecido al mundo. No son un ultimátum.

Si alguien no es bahá’í, eso no significa que no tenga nada que aportar, práctica o intelectualmente, a la civilización global profetizada por Bahá’u’lláh. Todos podemos desarrollar la capacidad de observar cuidadosamente el estado actual de la humanidad y tomar medidas prácticas que nos lleven hacia adelante.

El nuevo orden mundial prometido por Bahá’u’lláh, que se hará realidad en la plenitud del tiempo, pertenece a todos. Por esa razón, los bahá’ís buscan colaborar con todos, independientemente de su afiliación religiosa o falta de ella, en sus esfuerzos por contribuir a las fuerzas constructivas y unificadoras que trabajan en nuestras comunidades.

Hemos sido creados para la unidad. En unidad, debemos asumir la responsabilidad de nuestro futuro sobre esta Tierra.

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