Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas Bahá’ís dicen que la idea de trabajo, es decir aquella actividad humana que nos permite satisfacer las necesidades de la vida, está conectada con la confianza.
“La verdadera confianza es que el siervo ejerza su profesión y vocación en este mundo, que se aferre al Señor y que no busque nada salvo su gracia, puesto que en sus manos está el destino de todos Sus siervos”. Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, p. 186.
Qué concepto tan único. Todos sabemos que la confianza significa tener seguridad, dependencia y fe, pero ¿qué significa confiar en Dios al seguir “su profesión y vocación en este mundo”?
En esta economía mundial del siglo XXI, el trabajo es relativo a la cultura y la geografía. Por ejemplo, alguien trabajó para fabricar la camiseta que compré el otro día en una tienda de departamento americana; sin embargo, las horas de trabajo de aquella persona no serán remuneradas al mismo nivel que mi trabajo de dirigir una unidad de negocios en una gran corporación.
Las enseñanzas Bahá’ís dicen que “el trabajo es adoración” y que cada ser humano tiene capacidades y habilidades que puede ayudarlo a obtener los medios de sobrevivencia tanto para ellos como para sus seres queridos:
“A cada uno de vosotros se os ordena que os dediquéis a alguna forma de ocupación, como un oficio, un arte y otras similares. Nosotros hemos exaltados misericordiosamente vuestro trabajo al rango de la adoración a Dios, el Verdadero. Ponderad en vuestros corazones acerca de la clemencia y las bendiciones de Dios y dadle gracias al atardecer y al amanecer. No malgastéis vuestro tiempo en la ociosidad y la pereza. Ocupaos en aquello que sea beneficioso para vosotros y para los demás. …
Asíos firmemente al cordón de los medios materiales, poniendo toda vuestra confianza en Dios, el Dispensador de los medios. Cuando alguien se dedica a un oficio o un arte, tal ocupación es considerada, a juicio de Dios, como un acto de adoración; y ello no es sino una prueba de Su infinita generosidad, que todo lo penetra”. Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, p. 26.
Esta idea de trabajo tan noble, lo que es y lo que no es, y mi propio deseo de justicia social, me lleva a reflexionar sobre el mundo laboral, especialmente este año que me retiré del trabajo remunerado. Algunos de mis contemporáneos ya están retirados, o al menos parcialmente retirados, y ahora están explorando otros intereses: viajar, servicio de voluntariado, familia, entre otros.
Muchos de mis amigos están muy felices de ya haberse retirado del mundo laboral remunerado. Compartimos historias del campo de batalla laboral de interminables reuniones sin agenda alguna ni pautas de acción, tiempo y dinero perdido, proyectos no exitosos, administradores incompetentes, comportamientos poco éticos o implacable interés propio y usura. Estas anécdotas son confirmadas por los titulares de hoy en día, ya que parece que no existe ningún área del quehacer humano, ya sea público/privado, financiero, medios, tecnología, salud, agricultura o energía, que no sea presa de la disfunción organizacional, depreciación de la moral del empleado, apatía pública o desconfianza.
En mi experiencia como líder de recursos humanos tanto en el sector público como el privado, la mayoría de las personas van a trabajar solo porque deben hacerlo. Trabajan para a sobrevivir, no porque quieran progresar. Las personas que dicen amar sus trabajos y que son felices con sus empleos son generalmente trabajadores independientes, en la cima de su propia organización o se han forjado un nicho de indispensabilidad por lo cual no pueden ni podrán perder su posición.
Sin embargo, ¿dónde se encuentra el aspecto de la “verdadera confianza” a la que se refiere Bahá’u’lláh? ¿en el mercado de valores? ¿en el capital privado? ¿en el gobierno? ¿O en las políticas o leyes legisladas? Si examinas la espiritualidad y tratas de identificar una amenaza común contra la moralidad, valores y comportamiento ético que gobierna las acciones y pensamiento de aquellos que trabajan, ¿cuál es? ¿Es acaso el ejemplo de nuestros padres/guardianes, aquella elusiva “ética profesional protestante”, el miedo a la pobreza, o la necesidad de mantenernos ocupados y activos? ¿Cuál es la fuerza que nos motiva a levantarnos en la mañana, por ejemplo en el crudo invierno, para realizar acciones que precisarán un pago monetario (o un instrumento en negociación) al finalizar el día, la semana o el mes?
Si aceptamos que cada ser humano tiene la capacidad de nobleza espiritual, entonces aceptamos también que cada uno de nosotros ha nacido con una capacidad única, con el propósito de elevarnos a nosotros y a aquellos que nos rodean.
Como trabajadora, traté de utilizar mis capacidades innatas no solo para generar dinero, sino también para compartir lo que yo sabía con otros en formas que (espero) los ayudaran a progresar ellos mismos y sus circunstancias de trabajo. En casi 40 años de trabajo remunerado, me esforcé en tratar de actuar en forma que pueda reflejar mi creencia en las capacidades inherentes que tiene cada persona. No fue un trabajo sencillo: algunas veces era difícil y doloroso mantener tal visión.
Conocí una vez a una mujer que siempre tenía un Biblia Sagrada muy grande abierta sobre su escritorio. Lo usaba como un amuleto para protegerse del chisme, relaciones tóxicas e injusticias dando vueltas alrededor de ella en el trabajo. Su fe en Dios era su estrella de norte, su “verdadera confianza”. Ella, al una madre soltera en una posición administrativa, sabía que necesitaba mantener su empleo para mantener a su familia. No podía decirle a su jefe “toma te devuelvo tu trabajo”. En su Fe pude encontrar la resiliencia y resolución para mantener equilibrio en el trabajo.
Los Bahá’ís creen que el trabajo realizado en un espíritu de servicio a la humanidad está elevado al nivel de adoración. Las enseñanzas Bahá’ís refuerzan la nobleza de cada ser humano y la habilidad de usar nuestro conocimiento y habilidades para cuidar de nosotros mismos y de nuestros seres queridos, y permitir a la humanidad beneficiarse de ello, también. La resiliencia inherente viene del conocimiento de que nuestra Fe puede extenderse para proporcionar medios de subsistencia diarios, reflexión y generación de sustento, así como un medio para la exaltación del nuestro Creador.
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